Mendoza, la ruta de los vinos y el carnicero con mirada de asesino

En Mendoza nos alojamos un hostal de la cadena Hostel Suites. Era la primera vez que estábamos en el hostal de una franquicia y nos dejó un poco impresionados : cinco plantas, aire acondciionado en las habitaciones, el 100% de los empleados hablaban inglés, proponían actividades de aventura a diario con precios fuera de lo razonable, realizaban actividades de sociabilización dentro del hostal todos los días también , pero la cocina era minúscula. Había argentinos, pero sobre todo había americanos jovencitos y ricachones que se gastaban 99 dólares en hablar durante unos minutos por el móvil con sus padres en USA. El hostal en si tenía todo lo que se podía pedir, pero era demasiado impersonal y le faltaba encanto.

Mendoza es una ciudad bonita, pero muy calurosa. Nos tuvimos que adaptar al ritmo local y siguiendo el consejo muy sabio de mi madre « allá donde fueres haz lo que vieres » aprovechamos para echarnos la siesta al igual que los mendocinos. Visitábamos un poco por la mañana y otro poco por la tarde y luego aprovechábamos el movimiento de la vida nocturna en bares y restaurantes de Mendoza.

Vistamos bonitas plazas, como la de España, parques gigantes y nos hicimos amiguitos de algunos chilenos que estaban haciendo slackline en un parque. Estos chilenos no perdían oportunidad para hacer negocio y, aprovechando que había mucho curioso alrededor suyo, pusieron un cartel diciendo que se aceptaban propinas. ¡No me imagino haciendo lo mismo a los slackliners de la Costa Azul !

En la zona de Mendoza lo interesante son las rutas del vino y lo que tienen de especial es que se hacen en bici. Nosotros elegimos ir a Maipú, una pequeña localidad a unos 40 kilómetros de Mendoza, porque podíamos organizarlo en transporte público y por nuestra cuenta. Son muchas las agencias en Mendoza que ofrecen este tour por 160ARS (22.40EUR) por persona, pero si lo haces de forma autónoma sale a unos 40 ARS (5.60EUR) por persona (bus de ida/vuelta y alquiler de bici) más el precio de las bodegas que quieras visitar. Realmente contratar el tour no merece la pena porque el valor añadido de su servicio no es mucho.

Llegamos a Maipú y alquilamos las bicicletas en CocoBikes, 30 ARS (4.20EUR) por todo el día. Nos habían dicho que la ruta era plana y que no había cuestas, por lo que no había que ponerse muy quisquillosos con la elección de las bicis. Al principio queríamos una bicicleta en tándem, pero dado que no había, la novedad de esta ocasión fue que Fred eligió un bicicleta con sistema de frenado holandés. Estas bicicletas no tienen los frenos en el manillar, sino que para frenar hay que pedalear en el sentido contrario al habitual. Supongo que en condiciones normales no hay problema para calcular distancia/velocidad de frenado, pero con algunos vinos encima, este sistema y la falta de práctica, Fred me embistió al hacer un alto en el camino. Creo que el sistema holandés no es muy práctico para estos casos, donde el alcohol anda de por medio :).

En CocoBikes nos dieron un mapa con todos los puntos interesantes de la ruta : bodegas, museos, fábricas de cerveza artesanal, tiendas de degustación de chocolate, almazaras, restaurantes, etc. Había la posibilidad de realizar unas quince visitas en diez kilómetros de ruta. ¿Por qué lo llaman ruta del vino cuando en realidad deberían llamarlo « ruta de los gourmets »?

Empezamos nuestra visita en la bodega-museo Rutini. Nos habían dicho que merecía la pena, aunque era un poco cara. Pagamos los 50ARS (7.00EUR) por persona y la sorpresa fue que el importe del billete se podía utilizar íntegro para hacer compras de productos en la tienda de la bodega :). ¡Nos íbamos a poner finos a vino ! La visita comenzó con nosotros dos solos a los doce en punto, pero poco a poco se fueron uniendo más visitantes. Como algunos turistas eran extranjeros, la visita se hizo en inglés y español, por lo que fue un poco larga, acabando casi a las dos de la tarde.

La guía nos explicó muchas cosas, como por ejemplo los inicios vinitícolas en Sudamérica  Los primeros colonos trajeron con ellos semillas de uva y estas dieron lugar a una variedad llamada « criolla ». La uva criolla era muy buena y grande para comer, pero proporcionaba un vino mediocre, similar al vino de mesa europeo. Años después, los inmigrantes italianos y franceses trajeron cepas europeas como Cabernet-Sauvignon, Merlot, Syrah… Trajeron cepas y no semillas porque las semillas de uva eran genéticamente inestables y, además de eso, también importaron material y técnicas de cultivo. A partir de ese momento hubo una explosión en la industria del vino sudamericana.

La bodega Rutini era familiar hasta la venta a una sociedad multinacional. De hecho, casi todas las bodegas argentinas comparten ese punto en común : hubo un ancestro que fundó la bodega, luego la gestión pasó a manos de sus hijos y después sus nietos decidieron venderla. En el fondo es un poco lógico, porque al haber tantos herederos es difícil que todos se pongan de acuerdo para gestionar la empresa o vender sus acciones a sus familiares. Rutini tenía la producción dividida en dos lugares : la bodega de la visita era para la fabricación de vinos tempranos y para realizar investigación y poseían otra bodega y terrenos más grandes para producir vinos de gama alta. Rutini sólo producía el 30% de la uva necesaria para la producción de sus vinos y el 70% restante lo compraban a terceros. La guía nos dijo que la bodega Rutini producía más de un millón de botellas de vino al año y que la mayoría se exportaba a países como Estados Unidos, Canadá, Japón y China.

Cuando la guía nos instruyó sobre los procesos de producción, nos dimos cuenta de que Argentina sigue todavía los dictaminados europeos y que no ha desarrollado su propia vía. Por ejemplo, nos contó que para los vinos tardíos envuelven cada racimo en bolsas de plástico e inyectan agua para humidificar el ambiente alrededor de la uva. Esto es porque el otoño en la zona de Mendoza es muy seco, pero ¿no deberían desarrollar un vino acorde con las condiciones climáticas propias en vez de intentar emular el clima francés o italiano? No soy una experta, pero quizé obtendrían un vino que sería la seña e identidad de Argentina.

La bodega Rutini también posee el mayor museo de piezas vinitícolas de Sudamérica. Había un lagar tradicional, que consistía en un pellejo de buey tensado en una estructura de madera. Las uvas se echaban, luego se las pisaba y el vino caía por el rabo del buey.

 

La visita de la bodega concluyó con la cata de dos vinos : uno blanco y otro tinto. Los vinos blancos no me apasionan, sobre todo porque los sulfitos me dan dolor de cabeza, pero el tinto era excelente. Casi todos los vinos que yo había probado hasta el momento eran de los varietales Cabernet-Sauvignon o Merlot, pero aquí pude catar un Syrah y no estaba mal. Acabamos comprando dos botellas con el importe de la entrada y pusimos rumbo a otra bodega.

El efecto del alcohol se dejaban sentir en la bici y el calor tampoco ayudaba mucho a despejarse. Como era tarde y no queríamos beber más vino sin haber comido antes, pedaleamos durante siete kilómetros hasta la bodega-restaurante DiTomasso.

DiTomasso nos sorprendió con un menú muy italiano : yo pedí una ensalada de tomates y mozzarella y Fred unos canelones rellenos con espinacas y ricotta. Además, se podía caminar libremente entre los viñedos y hacer picnics. Después de la comida hicimos nuestra segunda cata del día : un vino blanco, dos tintos y un licor cuya receta era familiar. Lo bueno, o malo, de la degustaciones mendocinas era que las copas estaban llenas casi a medias. ¡Eso hacía casi dos copas de vino por cata !

Salimos muy « contentos » de la cata y nos fuimos a tomar el aire. Nos encontramos con una pareja franco-española que también estaba viajando. Charlamos largo y tendido y nos dieron muchísimos consejos, porque su viaje de un año estaba ya casi finalizando. La verdad es que me hizo mucha ilusión, porque no había encontrado muchos españoles en casi dos meses y medio de viaje. Sienta bien hablar con un compatriota de vez en cuando :).¡Lo mejor de todo es que ellos sí habían conseguido alquilar un támdem !

Entre unas cosas y otras se nos había hecho casi la hora de entregar las bicis, las siete, y aunque sólo habíamos visitado dos bodegas y no habíamos sido « muy productivos » en cuanto a organización de visitas, estábamos muy contentos con lo visto.

Al día siguiente pusimos rumbo en transporte público a Potrerillos, a unos 30 kilómetros de Mendoza, donde se concentraban todos los establecimientos de rafting de la zona. Estuvimos en varias agencias en Mendonza y como dudábamos que fuera un buen lugar para hacer rafting en esa época del año, utilizamos dos escenarios distintos :

  • Escenario 1 : « Hola, es la primera vez que hago rafting y me da un poco de miedo, ¿lleva mucha agua el río y el rafting es movidito ? » La respuesta era siempre que el río estaba en nivel 2 y que el rafting era tranquilo.
  • Escenario 2 : « Hola, he hecho varias veces rafting y quiero tener sensaciones fuertes, ¿lleva mucha agua el río y el rafting es movidito ? » La respuesta era siempre que el río estaba entre nivel 3 y 4 y que el rafting era de aventura

No había forma de saber quién decia la verdad y, ante la imposibilidad de conocer el nivel, decidimos ir a Potrerillos a verlo por nosotros mismos.

Llegamos a Potrerillos y efectivamente el nivel de agua estaba bajo, además obtuvimos la confirmación en la oficina de turismo. En realidad no hubiera sido rafting, si no más bien un paseíto en kayak en un río tranquilo. Como el próximo bus no pasaba hasta casi siete horas después, el chico de la oficina de turismo nos aconsejó hacer una caminata hasta El Salto. El paseo no fue nada apasionante, siempre al lado o cerca de una carretera y pasamos por una zona residencial donde no había nadie y todo estaba prohibido:los quads, las motos, hacer ruido, perros sin correa, etc. Lo peor fue que se nos arrimó un perro abandonado y pasó el día entero con nosotros. Cuando cogimos el bus de regreso a Mendoza se me caía el alma a los pies dejando allí al animal. Si hay algo que odio de Chile y Argentina es la poca humanidad que tiene la gente abandonando a estos pobres animales que no tienen culpa de nada.

Después de un día de m*erd* algo bueno nos merecíamos y decidimos que nada mejor que utilizar la barbacoa de alta tecnología del hostal. ¡Nos relamíamos con sólo pensar en la carne argentina ! Fuimos a la carnicería del mercado y pedimos para hacer un asado para dos. El carnicero sacó una pieza de carne y nos dijo « Un kilo entonces ». Fred y yo nos miramos con cara de asombro y le repetimos al carnicero que era para dos y él nos dijo « Sí, claro ». Le dijimos que nosotros no podíamos comer medio kilo de carne cada uno y ¡nos tuvimos que poner a negociar con él ! Nosotros le pedimos 500 gramos para dos y al final salimos de allí ¡con 750 ! Como el trozo de carne era bastante grueso, yo le pedí que si lo podía cortar en trozos. En ese mismo instante el carnicero dejó el cuchillo al lado de la tabla, levantó la vista, y con ojos de odio me dijo : « Como mucho te abro el trozo por la mitad ». Uy, uy, uy ¡qué tensión ! Creo que había metido la pata hasta el fondo y que el carnicero se había sentido insultado. ¿Sería como si un guiri me pidiera que le hiciera una tortilla de patata con aceite de girasol o mantequilla? Le dejamos hacer y salimos de la carnicería con nuestro saquito de leña y nuestra carne (todo por 52 ARS (7.28EUR)= 7EUR). Aunque con la carne sola nos hubiera bastado para cenar, compramos algunas verduras para no tener cargo de conciencia 🙂

Como somos un desastre en potencia, no nos habíamos enterado de que en el hostal era la noche de « chorizos  gratis » por cortesía de Hostel Suites.Lo bueno es que había alguien del personal del hostal en la barbacoa y nos dio un cursillo acelerado sobre cómo preparar la carne al estilo argentino. Lo más importante, ademas de la calidad de la carne, es la parrilla en sí. No vale cualquier parrilla y en Argentina se han devanado los sesos para conseguir « la barbacoa perfecta ». La barbacoa se divide en dos espacios :

  • el primero es la « cajita » donde se enciende el fuego con la madera y que está colocada un poco en alto. Esto permite que las brasas vayan cayendo y que el fuego siga su curso
  • el segundo es la parte donde se va a asar la carne. Una vez que hay brasas, estas se extienden de manera uniforme, se coloca la carne en la parrilla y CON UNA MANIVELA se coloca la parrilla a la distancia óptima de las brasas

No sólo hay que elegir la distancia de la carne con respecto a las brasas en cada momento, si no que hay que salar la carne bastante y hacer cortes de vez en cuando para que el centro de la pieza se ase también. Encantada de la vida estuve con el resultado final : un trozo de carne bien grueso y hecho en el centro. Ya podían aprender los franceses a cocinar así la carne, porque ellos cuando cocinan un steak de ese tamaño y que lo pedimos bien hecho, esta quemado por fuera y crudo por dentro. Nos pegamos un festín de carne, vino y verduras. Al menos el día acabo mejor que empezó 🙂

Al día siguiente tomamos un bus hacia Valparaíso, Chile, para ver qué se tramaba al otro lado de la cordillera andina. 

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