Valparaíso, un museo a cielo abierto

Cruzamos de Mendoza a Valparaíso por el paso fronterizo de Los Libertadores, a 2700 metros, atravesando los Andes de lado a lado. El espectáculo no podía ser más impresionante, con montañas nevadas a ambos lados de la carretera y curvas de 180 grados durante más de diez kilómetros. Pudimos comprobar cómo los Andes actuaban de barrera natural con las nubes, ya que Mendoza era muy seca, pero la vegetación cambiaba bruscamente al cruzar esa gran barrera de montañas.

La frontera chilena fue un poco estresante y nada agradable. Al tener fronteras naturales muy definidas (el desierto al norte, el hielo al sur, los Andes al este y el Pacífico al oeste), Chile controla de forma obsesiva toda entrada de alimentos y de productos animales en su territorio. Esto es porque un 30% de la economía chilena está basada en la exportación hortícola y quieren evitar a toda costa que sus frutas y verduras se infecten con cualquier enfermedad externa. Son muy meticulosos y una simple manzana puede hacer que todo el proceso de cambio de frontera se demore durante más de una hora. Es por eso que es habitual encontrar filas de coches de más de cuatro kilómetros en época estival. Por suerte, los autobuses tienen su fila propia y tienen preferencia con respecto a los turismos.

La policía de aduanas nos colocó a todos en dos filas y nos hicieron depositar nuestra bolsa de mano en la mesita que cada uno tenía delante, mientras que el resto del equipaje pasaba por un scanner. Un agente de sanidad fue comprobando nuestra declaración jurada y mirando en el interior de nuestras pertenencias. El ambiente en la sala era bastante pesado, ya que nadie hablaba y los policías no parecían muy amables, por lo que todos teníamos el sentimiento de que nos estaban tratando como a delincuentes en una rueda de reconocimiento. Pidieron facturas a personas que habían comprado bolsos de cuero y otras cosas que no tenían ningún sentido. Por suerte, acabamos en veinte minutos y pudimos irnos. Desde luego, no es la mejor imagen que puede proyectar un país para alguien recién llegado.

Pasamos con el autobús por Viña del Mar antes de llegar a Valparaíso. En realidad, las dos ciudades están unidas y, a diferencia de otros sitios, se puede ver a simple vista qué es Valparaíso y qué es Viña del Mar. Viña del Mar es una ciudad-balneario con edificios nuevos y hoteles de varias plantas, un poco como Marbella. Valparíso es lo opuesto.

El alojamiento en Valparaíso fue un poco ”complicado”. Habíamos previsto estar dos noches, pero al final fueron tres y ¡en tres hostales distintos! Al estar clasificada Valparíso como patrimonio de la humanidad, el flujo de turistas es importante y los alojamientos se llenan con facilidad. Al menos, esto nos dio la oportunidad de visitar tres hostales, a cada cual con más encanto. El Jacaranda era íntimo y con arquitectura tradicional porteña y sus propietarios cuidaban hasta el más mínimo detalle. El Ángel estaba regentado por un informático y era más estilo mochilero, pero con unos mosaicos en los baños que quitaban el hipo. El último, Patapata, con detalles divertidos y objetos insólitos en cada rincón.

La primera tarde la pasamos paseando por las distintas colinas. ¡No podíamos dar ni dos pasos sin hacer una foto! ¡Toooodo era tan bonito! Y todo porque Valparíso era la capital mundial de arte callejero. Durante los años 90 empezaron a aparecer “tags” (grafittis, pero sólo firmas) en los muros de las casas. El ayuntamiento y los particulares no tenían dinero para combatir ese tipo de polución visual, pero se dieron cuenta de que los vándalos respetaban las casa que tenían algún tipo de decoración. A partir de entonces, se contrataron a artistas para que decoraran las casas y este fue el resultado:

Al día siguiente fuimos al tour gratuito que el dueño del Jacaranda nos había recomendado. Como ya habíamos tenido una experiencia nefasta en Cuzco con un tour gratuito, estábamos un poco expectantes. Por suerte, Tours4Tips era justamente lo contrario del tour de Cuzco: el guía era local, nos explicaron la historia de la ciudad, un poco de la historia de Chile y no se limitaron sólo a consejos sobre dónde comprar o dónde comer o dónde salir de fiesta. El tour era gratuito y si querías, al final dabas la propina que estimases considerada.

La cita era a las 10 de la mañana en la plaza Sotomayor. Llegamos y había bastante barullo en la plaza porque tenía lugar una carrera en bici.Había un escenario y animadores, que al son de la música, iban haciendo movimientos para ayudar a los competidores a calentar. Tras hacer un poco el ganso con ellos, fuimos al encuentro del guía de Tours4Tips.

Nuestro guía era Francisco o Pancho, como se los llama en Chile. Era estudiante de inglés y economía y había nacido en Valparaíso. Llevaba una camiseta estilo “Wally” y había hecho de guía durante casi dos años para poder costearse los gastos de su carrera. El grupo de esa mañana estaba compuesto por brasileños, holandeses, americanos, ingleses, etc. Un grupo de gringos bastante ecléctico, por lo que el tour fue en inglés.

Francisco nos explicó que la historia de Valparaíso podía escribirse en tres etapas, como relataré a continuación.

Empezamos la visita en el puerto de Valparaíso. Fue en ese lugar donde la ciudad nació realmente. Valparaíso recibió inmigración española, italiana, alema e inglesa mayoritariamente y empezó a prosperar porque era una parada estratégica entre el Atlántico y el Pacífico en las exportaciones. La ciudad empezó a desarrollarse y se llenó de inversores. Por ejemplo, en aquella época había más de cien funiculares en la ciudad y había familias que compraban edificios enteros. En 1914 Estados Unidos inaguró el canal de Panamá y la decadencia de Valparaíso no hizo más que empezar, hasta convertirse actualmente en la ciudad más pobre de Chile. La actividad del puerto empezó a mermar, la población disminuyó drásticamente y muchas de las familias que habían hecho inversiones en la ciudad se arruinaron completamente. En 2003, la ciudad volvió a recobrar algo de notoriedad a raíz de su nominación como ”Patrimonio de la Humanidad” por parte de la Unesco. Hoy día, la ciudad vuelve a reactivar su economía gracias al turismo.

Una de las cosas curiosas fue cómo el centro de Valparaíso fue nombrado Patrimonio de la Humanidad. La culpa de todo la tuvo este edificio:

En este edificio estaban las oficinas de la compañía sudamericana de vapores y allá por los años 1990 decidieron que querían construir un edificio nuevo para proyectar una imagen moderna. Pidieron permiso al ayuntamiento de Valparaíso para derribar el edificio clásico y en el ayuntamiento se lo denegaron. La compañía sudamericana de vapores amenazó con llevarse todos los empleos a una ciudad a cien kilómetros de Valparaíso y, como Valparaíso estaba ya en decadencia, en el ayuntamiento decidieron que era mejor negociar. De las negociaciones salió ese engendro de edificio, mitad clásico mitad moderno. Los ciudadanos no estuvieron muy contentos con el resultado y pensaron que esta empresa sentaba un precedente muy peligroso, dando lugar a otras posibles atrocidades. Fue aquí cuando se les ocurrió la idea de hacer la petición para formar parte de patrimoinio de la humanida y !parece que funcionó!

Francisco también nos mostró uno de los edicios más emblemáticos del centro de Valparaíso, donde vivió un diplomático cuyo nombre no recuerdo, conocido por ser el que hizo que Estados Unidos y Chile pasaran de ser enemigos a aliados. Fue este diplomático quien puso fin a la tensión bélica producida por una reyerta en una cantina de Valparaíso donde murieron dos marines de USA. Para más información pinchar aquí.

Hay varias teorías sobre los colores de la bandera de Chile. Una dice que los colores se tomaron de la bandera francesa surgida después de la revolución, por el simbolismo de la misma, y la estrella de cinco puntas significa la unión de todo Chile. La segunda teoría dice que el azul es por el cielo, el blanco por los nevados andinos y el rojo por la sangre que se derramó en la lucha contra España. Yo creo que ambas teorías son válidas y que podrían ser complementarias 🙂

Continuamos el paseo con Francisco por los barrios de Cerro Concepción y Cerro Alegre. Valparaíso es una ciudad llena de cerros y cada uno tiene su nombre, además, los porteños están muy apegados a su barrio y, dada la orografía del terreno, la mayoría hace mucha vida en su barrio para evitar subidas y bajadas en las pronunciadas cuestas de Valparaíso. Cada cerro es como si fuera una mini-ciudad.

En Cerro Concepción Francisco nos habló del humor de Valpo y en Cerro Alegre nos enseñó cada uno de los pequeños detalles que estaban escondidos. Montamos en uno de los famosos ascensores de Valparaíso y acabamos la visita en un bar bebiendo pisco sours y dándonos consejos útiles sobre donde ir a tomar algo, salir de fiesta o a comer.

El momento de la propina no fue nada embarazoso, como otras veces, ya que Francisco dejó su mochila abierta y se fue a otra sala con alguna excusa. Así cada uno pudo poner lo que quiso de forma nada violenta.

Fred y yo nos quedamos charlando un rato más con el guía y luego nos fuimos a comer con él. Comimos el típico “completo italiano”, que no tiene nada de italiano excepto los colores: verde por el aguacate, rojo por el ketchup y blanco por la mayonesa. Un hot dog que era una bomba de relojería.

 

Durante la comida charlamos de todo y de nada y Pancho nos hizo millones de preguntas: que qué concepto teníamos de Chile antes de venir, que qué nos había parecido lo que habíamos visto hasta el momento, que si había mucha diferencia con sus países vecinos, etc. Es algo común en todos los chilenos que hemos encontrado, todos quieren saber qué te parece Chile ¡aunque sólo lleves dos días allí! Es normal, porque están muy aislados físicamente del mundo y por eso no tienen tanto contacto con el exterior.

Francisco también confirmó algunas de mis sospechas: los chilenos no destacan en ningún deporte, ni en música, ni en cine. Es muy extraño, porque yo tuve la impresión de que había mucha gente con alma de artista, pero debe ser que eso se queda dentro del país y no hay figuras de renombre en la escena internacional, contrariamente a Argentina, que tiene a Maradona, Gardel o Darín, por poner un ejemplo.

Francisco nos estuvo contando sobre las últimas protestas estudiantiles, ya que el sistema universitario es privado y la mayoría de estudiantes tienen que endeudarse para poder cursar estudios superiores. Lo malo es que no es un sistema como el de Suecia, donde el gobierno concede préstamos a interés cero y los estudiantes sólo tienen que empezar a devolverlo tras cinco años de experiencia profesional. En Chile, el interés de estos préstamos son casi del 6% y eso es usura en el sentido más amplio de la palabra. Los estudiantes se habían movilizado por la subidas de tasas, pero sólo consiguieron una victoria parcial, donde los intereses se bajaron al 4%. Creo que fue en el transcurso de esta conversación cuando me di cuenta de lo que significa “economía liberal”: si no tienes pasta estás jodido, pero bien. Además, el crecimiento de Chile se había basado en endeudarse (¿os suena esa historia?), pero aquí eran los particulares, y no el estado, quienes estaban hasta el cuello.

Al día siguiente visitamos la casa de Pablo Neruda, embajador, poeta y político. La casa de Pablo Neruda en Valparaíso se llamaba La Sebastina, en homenaje al constructor, de nombre Sebastián Collado. Hoy día, la casa es un museo y está abierta a todo el público.

Neruda fue un hombre lleno de contradicciones  comunista con tres casas al que le gustaba derrochar en fiestas, o enamorado del mar y de los barcos sin saber nadar. A Fred y a mí nos resulto un tanto pedante y snob y su poesía no nos tocó la fibra sensible, pero hemos de reconocer que era un coleccionista de objetos empedernido y que algunos objetos de la casa eran muy curiosos.

En La Sebastiana no dejaban hacer fotos y aunque Fred intentó hacer alguna a escondidas, le pillaron y no pudimos llevarnos más recuerdo gráfico que la casa por fuera.

Nos fuimos de Valparaíso con pena, rumbo a Santiago, pero el buen sabor de boca que nos dejó la ciudad en donde cada imperfección se transformaba en arte no era comparable a nada. Valparaíso, ciudad donde los adultos siguen siendo niños 🙂

Algunas fotos más (ya sé que me he pasado):

 

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