A las puertas de los fiordos patagónicos, vistando Chiloé y Puerto Montt

Hicimos 1000 kilómetros y viajamos desde Santiago a Puerto Montt. Menos mal que ya estábamos curtidos en estos menesteres y teníamos el trasero hecho al asiento del autobús, porque fueron dieciocho horas de trayecto. Nos dormimos en la árida Santiago y nos despertamos en el verde Puerto Montt, muy similar a Galicia.

Tuvimos que hacer ese salto tan grande porque teníamos que embarcar en el cargo de Navimag al día siguiente. Nos hubiera gustado visitar Pucón y la región de los lagos, pero no fue posible porque sólo había un barco a la semana y era los viernes.

A lo que no renuncié fue a una fugaz visita a la isla de Chiloé. Desde que leí el libro El Cuaderno de Maya de Isabel Allende, me prometí a mí misma que tenía que visitar ese lugar que tan mágicamente había descrito esta autora chilena. Llegamos a las ocho de la mañana a Puerto Montt y a las ocho y media ya estábamos en un autobús rumbo a Ancud, un pueblecito al norte de la isla.

El viaje duró unas tres horas y tuvimos que hacer un pasaje en ferry. Llegamos a Ancud a media mañana y pudimos disfrutar de un paseo viendo palafitos, iglesias y casas de madera. La comida también fue memorable, en la plaza de abastos, comiendo pescado fresco.

Para bajar la comida fuimos a dar un paseo por el paseo marítimo y nos divertimos utilizando las máquinas para hacer ejercicios que el ayuntamiento había puesto a disposición de los ciudadanos. Si hay algo que echo de menos son las sesiones de body combat del gimnasio, así que me emocioné cantando la canción Eye of the Tiger de Rocky Balboa mientras “levantaba pesas” para recordar viejos tiempos con Ana y Arancha, o no tan viejos.  La gente me miraba un poco raro, pero ¡qué se le va a hacer! 🙂

Volvimos sobre las siete de la tarde a Puerto Montt y Mariela nos estaba esperando para recogernos. Mariela era nuestra couchsufer, una chilena la mar de salada, que nos iba a alojar durante una noche en su casa. Para los que no conozcan el principio del couchsurfing, echad un vistazo aquí.

Hicimos una cena pizzas+cervezas con Mariela y dos amigos suyos como si nos conociéramos de toda la vida. Casualmente ella trabajaba en el turismo, pero en el alternativo, ya que odia el turismo de masas. Nos contó que había visitado todo Perú, excepto el Machu Picchu. Nosotros le comentamos que mirando restropectivamente, la visita del Machu Picchu en sí mismo era de lo que menos nos había gustado, ya que nos habíamos sentido como el típico turista al que hay que sacarle los cuartos.

Al día siguiente Mariela, de camino a su trabajo,  nos dejó en un supermercado para que pudiéramos abastecernos de víveres y de vino para nuestra travesía de cuatro días.Una pena que no pudiéramos pasar más días en Puerto Montt y Chiloé, porque lo que vimos nos gustó mucho y Mariela fue encantadora con nosotros.

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