Islas Gilis, el paraíso en la Tierra

 Las islas Gilis han sido uno de mis destinos favoritos en Indonesia. Fue en Australia donde un chico alemán me habló de las tres islas Gilis por primera vez y me dijo que no podía irme de Indonesia sin haberlas visto. ¡Menos mal que le hicimos caso! Si no nos habríamos perdido un lugar magnífico.

Empecemos dando algunos datos sobre las Gilis. Hay tres islas: Gili Air, conocida por el surf, Gili Nemo, la más pequeña, y Gili Trawangan, la más grande, turística y desarrollada. Nosotros elegimos Gili Trawangan porque queríamos que este viaje fuera fácil, ya que necesitábamos un poco de descanso después de estar lidiando con niños durante un mes en la ONG IHF 🙂 Para llegar a Gili Trawangan teníamos dos opciones desde Padang Bai:

  • Tomar el barco lento desde Padang Bai hasta el sur de Lombok, lugo tomar un bus para ir hasta el oeste de Lombok, donde se puede tomar un barco local que hace el trayecto hasta las islas Gilis.

  • Tomar el barco rápido que une Padang Bai a las tres islas Gilis.

Al principio habíamos pensado en tomar el barco lento, pero en realidad nos dimos cuenta de que no merecía mucho la pena. Con el barco rápido están incluídos los transfers de ida y vuelta a la mayoría de las ciudades turísticas de Bali, como Kuta, Denpasar o Ubud. Además, teníamos un arma secreta: ¡Emelie! Consiguió negociar por nosotros los billetes del barco rápido con Ekajaya  por 450000 IDR (34.65EUR) ida y vuelta con transfer hasta Kuta. Conseguimos el precio de las personas que hablan Indonesio gracias a Emelie y la diferencia fue brutal. En la página web de Ekajaya el trayecto está a 1200000 IDR (92.40EUR), si vas directamente a su oficina hablando inglés consigues el trayecto a 600000IDR (46.20EUR), pero si vas directamente a su oficina hablando indonesio, entonces consigues el precio que pagaría un local, que es 450000IDR (34.65EUR) por la ida y vuelta a las Gilis más un transfer, aunque en realidad un local tomaría el barco lento.

Gracias al barco rápido, con “sólo” 1500 caballos de potencia, pudimos llegar a Gili Trawangan en una hora y media. El viaje no tuvo muchos sobresaltos, ya que el mar estaba bastante calmado. Según nos fuimos acercando, se nos iban abriendo más y más lo ojos por el espectáculo que estábamos viendo. Playas de arena blanca y el agua más turquesa y cristalina. ¿Habíamos llegado al Paraíso y no nos habíamos enterado?

Desembarcamos de una forma un poco “rústica”, pero eficaz. Los trabajadores de Ekajaya pusieron un banquito para que pudiéramos bajar del barco y así no tener que pagar la tasa portuaria de utilización del muelle. Sólo nos mojamos un poco los pies y el equipaje llegó a tierra sano y salvo 🙂

Al llegar a la isla, estaban los típicos jaleadores, pero menos agresivos que de costumbre. En realidad, ni si quiera eran jaleadores, ya que eran los propios dueños de los hostales. Nosotros queríamos algo barato, por lo que hicimos caso a los consejos de otros viajeros: nos fuimos a buscar a una de las calles que no estaba en primera línea de playa. Y ¡bingo! Encontramos un lugar estupendo, Permata Bungalows, por 150000 IDR (11.55EUR) la habitación, con desayuno y el mejor wifi de toda Indonesia. Fue por culpa de los dueños de Permata que me hice completamente adicta a los pancakes de plátano. Es lo que nos daban de desayuno y luego, cuando estaba por la calle, no podía resistirme a comprar otro porque estaban taaaaaan buenos. Mi segunda adicción en Indonesia, y no por culpa de los dueño de Permata, fueron los zumos de sandía, pero esto es harina de otro costal….

En cuanto instalamos todas nuestras cosas, Fred empezó a preguntar insistentemente que qué íbamos a hacer. ¿Qué se traía entre manos? Uuuuummmm… Resulta que había viento y desde el barco había visto una playa desde donde se podía entrar al agua con la cometa, así que necesitaba un alma caritativa que le ayudase con el material de kite. Como soy una buenísima persona (y no me echo flores), accedí a acompañarle e ¡incluso! a hacerle fotos. Me eché unas risas con él, porque yo le pedía que hiciera figuras, pero el muy cagoncete decía que no, que el coral estaba demasiado cerca de la superficie y que no quería “dañarlo”. Sí, sí… Lo mejor de todo es que Fred parecía una superestrella del kite o alguien famoso, porque todo el mundo se paraba en playa para verle. Incluso había indonesios que aplaudían cuando pasaba cerca de la playa. Supongo que era la primera vez que veían a alguien practicar este deporte, porque si no no me lo explico :p

Sin embargo, hay otros deportes más populares y conocidos en las islas Gilis. El submarinismo y el snorkeling son el deporte rey, pero deportes nuevos como el Stand Up Paddle u otros más corrientes como el kayak tienen cabida también. En las aguas cálidas de las Gilis hay miles de pececillos de colores, hay tiburones enanos, hay coral y tortugas que se dejan ver de vez en cuando. En las islas todo está diseñado por y para el submarinismo, así que es mucha la gente que se anima a probar.

 

En mi caso, no estoy nada a gusto debajo del agua, así que decidimos que lo mejor era hacer sólo snorkeling. Como ya traíamos un kit “de andar por casa”, sólo tuvimos que alquilar las gafas, el tubo y las aletas para una persona por 35000IDR (2.70EUR). Alquilamos también un par de bicicletas (35000 IDR (2.70EUR) por bici) para poder dar la vuelta a la isla y así pararnos a bucear donde quisiéramos. La idea de la bici fue buena, pero no contábamos con que un cuarto de la isla no tiene camino y sólo hay arena, así que tuvimos que empujar las bicis bajo el sol abrasador durante un buen rato.  Si no, hay otra forma muy guay de recorrer la isla, que es en carreta tirada por caballo. En las Gilis no hay motos ni coches, sólo bicis y caballos.

 

Tras trastear durante todo el día en la isla e ir a ver la puesta de sol con la bici, concluímos que los mejores sitios para bucear se encontraban justo en frente de los hoteles de la calle principal. En realidad, había una corriente que circulaba paralela a la orilla y que hacía que no fuera necesario nadar. Simplemente había que dejarse llevar por la corriente para ver todo el fondo marino y los peces y luego había que salir del agua y caminar por la playa hasta el punto de partida. ¡De vagos!

Lo que también me gusto mucho de las Gilis es que se acepta el turismo de todo tipo. Desde el mochilero jovencito que busca fiesta, pasando por familias con niños, hasta el turista que busca lujo. En las Gilis hay alojamiento, restaurantes y actividades para todos los bolsillos y lo mejor es que se respeta a todo el mundo. Se puede comer comida de calle y tener un restaurante super exclusivo quinientos metro más lejos. Por cierto, que sepais que aunque las Gilis sean un lugar muy turístico, la comida que se prepara en la calle no tiene en cuenta los gustos occidentales. Comimos unos satays y casi morimos en el intento. ¡ Nunca en mi vida me había picado tanto la boca y el esófago! ¿Quién necesita comida tan picante cuando fuera hay treinta y cinco grados? A mí que me lo expliquen.

Por último, me pareció todo un detalle que los responsables de desarrollo local y los negocios de las Gilis se preocuparan del medio ambiente. En las Gilis no hace falta que compres botellas de agua. Puedes rellenar tu propia botella en los distribuidores de las tiendas y el precio es 2000 IDR (0.15EUR) más barato. Utilizando las botellas reciclables de 10 litros de los distribuidores y tu propia botella se consume menos plástico y todo el mundo sale ganando 🙂 Todos deberíamos aprender de esta iniciativa.

 

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