Penang, la capital culinaria de Malasia

Penang es una isla situada en la costa noroeste de Malasia y su principal atractivo es la gastronomía y el mestizaje de varias culturas. Llegamos a Georgetown, la ciudad más grande de Penang, bajo el ardiente sol de mediodía. El ambiente era sofocante por el calor y el simple esfuerzo de desplazarnos a pie entre la estación de autobuses y nuestro hostal nos dejó completamente agotados. Bueno, a Fred no tanto, ya que tuvo el valor de ponerse a buscar una playa para hacer kitesurf. El viento soplaba y no quería peder la oportunidad de practicar kitesurf por todos los países por los que iba pasando. Yo me quedé pegada al ventilador, tomando una bebida bien fría, y mentalizándome sobre cómo iban a ser los próximos días. Mientras, Fred buscaba y buscaba una playa, pero en esta ocasión no hubo suerte. Sólo encontró rocas artificiales o playas privadas a las que había que acceder por la entrada de una casa. Además, el agua estaba muy sucia debido a la falta de depuración de las aguas residuales y después de la otitis de Kuta no tenía muchas ganas de volver a pasar por lo mismo. Se resignó y volvió al hostal, donde pasamos media tarde a la vera del ventilador esperando que la noche llegara para poder salir.

Cometa malaya

La principal característica de Penang es que en la isla cohabitan varias culturas, aunque tres son las mayoritarias: malayos, indios y chinos. Aunque todas las culturas se respetan, cada una vive en su propio barrio y cultiva sus propias tradiciones y gastronomía. Los chinos tienen sus templos, los malayos sus mezquitas y los indios practica el hindú. Se puede estar en la calle escuchando como el imán llama al rezo de los musulmanes y ver al mismo tiempo el rito budista de liberación de pájaros practicado por un malasio chino. Bastante impresionante, como digo…

Vendiendo comida en la calle

Malasios-indios en Penang

Dios indio muuuuuuy enfadado

Entrada de un templo chino

Empezamos nuestra visita acercándonos a la oficina de turismo. Allí tenían dos prospectos que nos interesaban mucho. El primero era el panfleto que recogía todos los platos típicos de Penang, con su correspondiente explicación, precio medio y qué restaurantes o chiringuitos servían dicho plato. El segundo folleto indicaba en un mapa de la ciudad dónde encontrar el arte de calle. Como lo uno era compatible con lo otro, fuimos alternando 🙂

Rico, rico… Que diria nuestro cocinero mas famoso

Cerdo en salsa al estilo chino

Los frescos murales o Street Art que había en Penang no eran tan orignales como los que habíamos encontrado en Valparaíso (Chile), probablemente porque sólo los había pintado un único artista. De todas formas, era una forma estupenda para conocer la ciudad. Además nos echamos unas risas con un grupo de turistas coreanos. Nosotros les echábamos fotos a escondidas y ellos nos hacían fotos con todo el descaro. Eso sí, la foto de las zapatillas de Godzilla no tuvo precio 🙂

Kungfu girl. Arancha y Anastasia me vinieron a la mente

Haciendo fotos chulas con el street art

Zapatillas molonas de Godzilla

Me gusta mas esta moto que la de Bali

Shhhhh, que no se entere nadie

Te las vas a cargar

La arquitectura de Georgetown no está muy adaptada al calor ni a los peatones. No había ni una sola acera y ni un solo árbol. En realidad, en toda la parte antigua de la ciudad había soportales y, probablemente, en su día optaron por este tipo de arquitectura para que la gente pudiera caminar a la sombra. Sin embargo, hoy día es imposible caminar por las arcadas, ya que sólo hay motos, objetos a la venta o verjas que impiden al viandante disfrutar de un poquito de sombra.

Un soportal despejado. Este era la excepcion.

A medio día comimos en un restaurante chino donde probamos cerdo y una especialidad de berenjenas, ambos con su buena dosis de pimiento picante, así que pudimos disfrutar de estos manjares mientras que se nos caían churretones de sudor por todo el cuerpo. Por la noche no fuimos muy lejos de nuestro hotel. A la puesta del sol, la calle principal empezaba a llenarse de puestos de comida de calle y era todo un espectáculo para la vista, el olfato y el gusto. Como cada puesto tenía su especialidad, Fred y yo nos dividimos. Yo acabé en un puesto donde la cocinera principal era una abuela cuya habilidad para cocer noodles sobrepasaba con creces al resto de cocineros de los puestos vecinos. La buena mujer tenía los brazos y las manos completamente destrozados por las quemaduras, pero parecía que ya no tenía mucho tacto porque agabarra las cazuelas calientes sin inmutarse. La señora tenía un equipo de trabajo y los platos se producían en cadena. Uno echa la salsa, otro los trozos de carne, otro las verduras, por último los noodles y ¡voilá! ¡Ya tenemos un plato del folleto de la oficina de turismo! Cuando llegó a la mesa, Fred me contó que se había encontrado con otro turista que iba probando todos los platos de los puestos e iba tachando de la lista los que ya había desgustado. Al menos en Asia las proporciones no son muy grandes… 🙂 Mi plato estaba muy bueno y como diría mi abuela, lo que no mata engorda, porque de higiene no iban muy sobrados. De hecho, los platos se lavaban en plena calle.

La abuela de los noodles

Seguimos visitando y probando platos. Uno de los días fuimos a ver el “Clan House” chino Khoo Kongsi, que no es más que la residencia de una familia adinerada china por la que han pasado varias generaciones. En realidad, no sólo había casas, sino que también había un templo y un edificio de ópera. Sólo se podían visitar estos dos edificios, ya que el resto estaba cerrado al público. El templo era muy lujoso, con sus estatuas, frescos, mobiliario y demás. Sin embargo, nos enteramos de que el templo que estábamos visitando no era más que una segunda versión. El templo inicial era mucho más fastuoso y se quemó el día de su inaguración. Como la familia Kongsi consideró que era una llamada de atención divina, hicieron la seguna versión de forma más modesta. ¡No quiero ni imaginar cómo era el primer templo!

Detalles del posamanos de la escalera

Buda sonriente 🙂

Buda triste 🙁

Quemando incienso para los espiritus

Pinturas chinas

Iluminando los murales

Parece que los chinos que se instalaron en Penang no tenían mesura a la hora de mostrar ostentación, porque la casa del comerciante chino Peranakan era algo fuera de lo normal. En esa casa había colecciones y más colecciones de porcelana, zapatos, muebles, tapices y un montón de cosas que estoy convencida que no utilizaron nunca.

Cama de lo mas sencillita

Fred posando

Banco chuli, pero incomodo y poco practico

Lampara china

Al atardecer nos fuimos a un barrio muy particular, llamado “Clan Jetty”. Este barrio fue construído por los primeros pobladores de Penang y no son más que casas cuyos cimientos son columnas que se asientas en el mar. El ambiente en este barrio era muy particular: calles de madera estrechas, casas con puertas abiertas donde se podía ver a sus dueños siesteando o haciendo punto, abuelas que parecían muy muy viejitas y, por supuesto, turistas. Me pareció uno de los sitios más chulis y originales de la isla.

Casas encima del rio

Tomando el fresco y charlando

Marta en el clan jetty

Uno de los días, paseándonos entre el barrio chino y el barrio indio, pudimos ver cómo un montón de fieles realizaban rituales budistas quemando todo lo que se encontraba en su camino: incienso, aceite, bambú…Fue un espectáculo un poco extraño ver a toda aquella gente saliendo del templo con barritas de incienso en las manos y rezando al aire. Lo más raro de todo fue ver que había un señor que se dedicaba a vender pájaros. Nos enteramos, que una de las formas de hacer méritos para alcanzar el nirvana es liberar pájaros o peces. Así el pájaro o el pez tiene una vida mucho más feliz y la persona que le ha dado la libertad ha hecho una acción buena que le ayudará a alcanzar un estado superior. Nos quedamos un poco descuadrados, porque ¿qué mérito tiene que alguien cace pájaros, los meta en una jaula y luego los venda para que otra persona los libere? En nuestra cabeza aquello no tenía mucho sentido. Nos fuimos haciendo conjeturas sobre el budismo, pero menos mal que pronto encontramos vídeos de Bollywood a todo volumen en mitad de la calle para olvidarnos del tema.

Haciendo fila para comprar inciensos y alcohol. En la foto podemos ver algunos pajaros enjaulados.

Mega inciensos

Quema que te quema…

Hicimos algunas visitas más en la ciudad, pero no voy a alargarmer para no aburrir. Pasamos por el museo de la ciudad donde se explicaba la historia de las culturas de la isla, fuimos al mercado donde pudimos ver a cowboys vendiendo carne en la calle a cuarenta grados, vimos coches con pegatinas VIP del drive-in del McDonalds o KFC, vimos el “Reagge hotel” donde no se permitía hacer a una reserva a gente de Asia o Medio-Oriente (¡viva el racismo!) y comimos mil y un platos en restaurantes y puestos de calle.

Yujuuuu!!!! Soy un VIP del McDonalds!

Yo no sé qué entienden por reggae en Penang, pero el estilo difiere del resto del mundo

Casi todos los taxis son asi en Georgetown

Venga esas castanyitas a 40 grados! Me las quitan de las manos!

Casa en la calle Love Lane, donde antiguamente vivian las amantes de los hombres de negocios de la ciudad

Hay gente que odia los carritos de comida de calle, pero nosotros no!

Mas tipico no se puede…

Mandamientos para saber si un monje es un impostor

Pareja de novios haciendo su reportaje de boda

Por último, resaltar que Fred se está haciendo más resistente y que ya consigue digerir todo tipo de comidas sin ponerse malo :). Resulta que en nuestro último día en la ciudad fuimos a cenar al mercado de noche, un sitio un tanto peculiar con sus puestos de comida de mil formas, la mesas a rebosar y una banda de música con tres cantantes. Había un plato en el folleto de la Oficina de Turismo que tentaba mucho a Fred, una receta que mezclaba huevo con ostras. La elección era un tanto arriesgada ya que ostras+huevos+cuarenta grados+comida de calle+falta de refrigeración+ platos fregados de cualquier forma hacía que el plato fuera una bomba de relojería. Yo baticinaba una salmonelosis como mínimo, pero Fred dijo que el mundo es de los valientes y lo pidió. Yo le miraba como si estuviera a punto de caer fulminado en cualquier momento, pero hubo suerte y no hubo que salir corriendo al hotel :). Por lo visto, la combinación estaba deliciosa.

Mercado nocturno y sus stands llamativos

Tortilla con ostras. Tanto ruido para tan pocas nueces.

En Geortown concluyó nuestro periplo malayo de diez días. Malasia nos había sorprendido mucho, para bien, y nos daba un poco de pena no poder pasar un poco más de tiempo conociendo otras partes del país. Ya era hora de volar a Bangkok y el avión de Airasia no esperaba por nadie :s

PD.- En Malasia pude enteder toda la pofundidad de la expresión “cayo malayo”. Las chicas deberían aprender un poco de sus vecinas tailandesas (por decirlo finamente).

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