Potosí y el Cerro Rico

 

En Potosí elegimos el hostal « La Vicuña » porque tenía muy buenas referencias con respecto a la visita de las minas en el Cerro Rico y esta era la actividad principal que queríamos hacer en esta ciudad. Nada más llegar nos inscribimos a la salida del día siguiente y nos fuimos a dar una vuelta. Nos dimos cuenta en seguida de que la ciudad estaba a 4000 metros por el frío que hacía y, una vez de vuelta en el hostal, tuvimos que meternos debajo de cuatro capas de mantas más el saco de dormir y tuvimos que arrimarse el uno al otro para poder dormir un poco calentitos.

Potosí está a las faldas del Cerro Rico, que es la montaña de donde se extrajo tanta plata durante la conquista española de Bolivia. Durante la explotación española, la pureza de la plata era del 90% y, se dice, que con toda la plata que extrajeron se podría haber construído un puente entre América y Europa. Durante los años 1500 Potosí fue la ciudad más grande del mundo, por delante de París o Londres, y durante este período conoció su época de mayor apogeo. El Cerro Rico es el símbolo de Bolivia y es uno de los elementos claves de su historia.

Cuenta la leyenda que el emperador Inca Huayna Capac escuchó una voz que le decía que no excavara la montaña porque el metal que contenía estaba destinado « a otros ». Años después, fue el inca Diego Huallapa quien descubrió la plata en el Cerro Rico. Diego era un pastor de llamas y un día se le escapó una. Empezó a buscarla y se le hizo de noche, por lo que encendió una fogata a las faldas del Cerro Rico. Con el calor del fuego, el suelo se derritió y plata en estado líquido empezó a manar del suelo. Por culpa de Diego los españoles se enteraron de la existencia del codiciado metal. A partir de ese momento, todas las esperanzas para sanear las deudas de la Corona española se depositaron en ese monte.


Durante la época colonial, los indígenas trabajaban las minas en unas condiciones terribles, por lo que murieron ocho millones de personas en cuarenta años. Como la mano de obra empezaba a escasear, los españoles trajeron esclavos africanos, pero estos morían por las duras condiciones de trabajo y sobre todo por el frío  Para no perder su « inversión », los españoles se llevaron a los esclavos africanos a la zona de Los Yungas, más tropical, para que cultivaran la planta de coca.

El Cerro Rico se ha explotado durante cuatrocientos años initerrumpidamente y actualmente hay seis niveles, hasta una profundidad de trescientos metros. La plata sólo se encuentra en niveles inferiores y su pureza no es muy buena. En realidad, el cerro es como un queso gruyere y, probablemente, algún día la mayoría de las secciones se caerán.

El cerro lo explotan, hoy día, siete cooperativas y trabajan unas 2700 personas en total dentro y fuera de la mina. La remuneración que obtienen depende exclusivamente de la producción obtenida y las ganancias se reparten proporcionalmente entre todos los cooperativistas según experiencia y tipo de puesto. Cuando un cooperativista muere o se jubila, alguien de su familia puede ocupar su puesto. Normalmente es el hijo mayor, pero si los hijos son demasiado jóvenes, entonces es su esposa. La repartición del cerro con respecto a las cooperativas es la siguiente: el primero que dinamita la beta es quien se la queda. Esto implica que no hay un orden en la creación de galerías, por lo que el mayor factor de mortalidad dentro de la mina son los derrumbes. Fuera de la mina, es la silicosis es la mayor causa de mortandad. El promedio de vida de un minero es de cuarenta y cinco años.

Antonio, minero durante veinticinco años en Potosí, ofició de guía en nuestra visita a la mina. Su historia como minero empezó a la edad de catorce años, siendo él el mayor de cinco hermanos. A sus diecinueve años su padre murió y, entre toda la familia, se decidió que él seria el último miembro en trabajar en la mina. Con su trabajo, pagó los estudios universitarios de todos sus hermanos.

El aspecto de Antonio, con casi cuarenta años, dejaba adivinar la dureza física que requiere trabajar en una mina ya que aparentaba muchos más. Pequeñito y con chepa, por caminar agachado en los túneles, además de tener sólo seis dientes por los efectos de masticar hoja de coca a diario. Al menos, el sentido del humor no le faltaba en ningún momento y nos hacía bromas y nos contaba chistes continuamente 🙂 Además, lo que más me impresionó fue que hablaba inglés muy bien gracias al contacto con los turistas. ¿Qué le podría haber deparado la vida a una persona así de inteligente si hubiera nacido en otro sitio ?

El grupo de la excursión estaba formado por dos chicos de Los Ángeles, un señor alemán de unos sesenta años, una chica brasileña y nosotros dos. Nos pusimos las ropas de faena que consistían en unos pantalones y camisa, las botas de seguridad, el casco y un cinturón que contenía una batería como la de los coches para asegurarnos luz durante todo el trayecto.

 

La visita empezó en el mercado de los mineros, donde compramos obsequios para las personas con las que íbamos a hablar en el tour. Antonio nos explicó en qué consistía el kit básico del día a día de un minero : hojas de coca, catalizador dulce, cigarrillos de menta, bebidas energéticas, alcohol de 80 grados y dinamita. De hecho, Potosí es el único sitio del mundo donde se puede comprar dinamita libremente sin ningún tipo de permiso. 

Además, Antonio nos dio un curso acelerado de cómo fabricar explosivos. Empezó tirándonos los cartuchos de dinamita para que los atrapásemos y todos nos ac*j*namos, pero ¡había truco !. El compuesto de los cartuchos era muy estable y nos lo demostró pasándole la llama de un mechero. Sólo poniéndole una mecha y un poco de pólvora en el interior se conseguía hacer un combinado explosivo. Nos explicó que treinta centímetros de mecha daban margen de un minuto para correr, por lo que así podían calcular más o menos la longitud de la misma.

Después de habernos surtido con regalos varios, empezamos la visita en la propia mina. La primera persona con la que pudimos charlar fue con doña Gracia, la « organizadora » de las mujeres. En la mina hay mucha superstición aún y se cree que si las mujeres entran a trabajar dentro de la montaña, entonces la Pachamama se pondrá envidiosa y ocurrirán accidentes. Por lo tanto, la mayoría de las mujeres trabajan fueran de la mina extrayendo y separando los metales de la piedra, como por ejemplo el zinc. Aunque estén fuera de la montaña, estas mujeres también están expuestas al polvo, por lo que la silicosis también les afecta. Esta señora empezó a trabajar en la mina porque su marido quedó ciego en un accidente y ella ocupó su puesto. Yo le pregunté que qué tipo de cobertura tenían las mujeres cuando se quedaban embarazadas y por respuesta obtuve que sólo la solidaridad femenina hacía que las embarazadas ocuparan puestos menos penosos. Unas compañeras cubrían a otras, pero seguían trabajando hasta casi dar a luz.

Llegados a la entrada de la mina pudimos ver las ofrendas hechas por los mineros para pedir a la Pachamama productividad en sus hallazgos : sangre de llama y hojas de coca. Empezamos a bajar y el ambiente empezó a cargarse de polvo. Las galerías salían hacia un lado y hacia otro y no había marcas para saber en qué punto estábamos, por lo que los mineros tienen que aprenderse de memoria su camino y tener un mapa mental de las galerías.

Nos cruzamos con dos mineros que subían a la superficie después de ocho horas de trabajo, completamente sudorosos y con cara de estar muy cansados. Los saludamos, apenas hablamos con ellos y les dimos parte de los regalos que habíamos comprado. Antonio nos explicó que los turnos solían durar ocho horas, pero que era muy fácil perder la noción del tiempo allí abajo y más cuando estás masticando hojas de coca constantemente para no sentir la fatiga. Nos contó que él perdió una vez la noción el tiempo y que estuvo trabajando casi dieciséis horas. Cuando miro el reloj vio que eran las seis, pero pensó que eran de la tarde cuando en realidad eran de la mañana. Su familia estaba muy preocupada pensando que había tenido un accidente y llamaron de madrugada al gerente de la cooperativa para notificar su ausencia. El gerente vio en las fichas que no había salido en el turno anterior, por lo que mandó a alguien a buscarle en la sección que se suponía que debía estar. Y allí se lo encontraron, ¡trabajando sin tener de ni idea de la hora que era en realidad !

Seguimos bajando al segundo nivel y allí nos encontramos con dos de los mineros con más experiencia de la cooperativa. Estaban trabajando en la extracción de zinc y Antonio nos animó a hacerles todas las preguntas que quisiéramos. Los mineros no perciben dinero directamente de las visitas, pero tienen un fondo en común. Yo les pregunté que si no les molestaba tener turistas allí , ya que estos tours son un poco voyeuristas, pero me dijeron que no. Me contestaron que los tours eran necesarios para que el mundo exterior conociera las condiciones en las que trabajan y que la gente pudiera tener consciencia del valor de su trabajo y su sacrificio. Además, me explicaron que los tours empezaron porque hace unos seis años el gobierno decidió clausurar todas las minas del Cerro Rico, por lo que se quedaron sin medios de ingreso y tuvieron que recurrir a esta idea para poder alimentar a sus familias.

En el tercer nivel tuvimos nuestra dosis de adrenalina. Cuando estaba gateando por una subida, oí cómo a cuatro metros de mí Antonio decía : ¡Parad ! Unos segundos después se escuchó una explosión tremenda : estaban dinamitando tres galerías más lejos. Con los pelos como escarpias y con ganas de salir a toda prisa de allí, Antonio nos dijo que nos tranquilizásemos,  que no era peligroso porque en esa sección la roca era estable y era improbable un derrumbe. Claaaaro, ¡¡como si hubiera mapas tridimensionales de la mina para calcular la carga de cada sección !!

Momentos después, Antonio nos explicó algunas « normas de seguridad ». Cuando se va a dinamitar, el minero se pone en la entrada de la galería y grita « guarda » si es una carga, « guarda, guarda » si son dos o «  guarda, guarda, guarda » si son tres o más. Así sus compañeros pueden calcular la potencia de la explosión. Nos encontramos en la entrada de la galería con el minero que había dinamitado y le dimos algunos regalos. Este minero estaba trabajando solo y que yo sepa las galerías pueden tener dos lados, ¿no ? ¿Quién estaba vigilando el otro lado entonces ? En fin, con estas « medidas de seguridad » no me extraña que haya muchos accidentes 🙁

En el cuarto nivel Antonio nos llevó a ver al Tío, que es una escenificación del diablo. En las creencias de los mineros, el mineral surge de la unión de la Pachamama con El Tío. El Tío es el protector de los mineros y cada viernes se realiza un ritual en el que se le ofrece hojas de coca, alcohol y cigarrillos. También se recitan oraciones en quechua, completamente a oscuras, durante estos rituales. Vistas las condiciones en las que trabajan, no me extraña que quieran creer en un ser superior que les protege de los accidentes… Nosotros también hicimos ofrendas, tal y como Antonio nos enseñó, y fue un momento muy íntimo.

Por último, Antonio se llevó a los chicos al quinto nivel para ver una veta de plata y para hablar con los mineros que trabajan casi a trescientos metros de profundidad. Estos mineros tardan dos horas en descender hasta el último nivel y dos horas y media en subir a la superficie, por lo que pasan la mitad de su tiempo laboral recorriendo túneles y galerías. La chica brasileña y yo nos quedamos a la entrada de la quinta galería, porque estábamos muy cansadas. Esperamos casi cuarenta y cinco minutos en la oscuridad y yo empecé a notar cómo la chica brasileña se iba agobiando por momentos. Para que no se estresara más, yo empecé a hablarle de todo y de nada, pero al mismo tiempo pensaba que si Antonio no volvía yo no sabría orientarme sola hasta la superficie. Decidí que yo no iba a entrar en modo de pánico también, por lo que seguí dándole conversación y como a los diez minutos Antonio asomó la cabeza por el agujerillo que llevaba al quinto nivel.Uf, ¡menos mal !

Ya habían pasado más de tres horas y media desde que habíamos entrado a la mina y por fin empezamos a subir. Yo estaba muy cansada por el esfuerzo físico de subir/bajar/gatear/trepar, muerta del frío, harta del polvo que había en todas partes, con dolor de cervicales por estar con el cuello agachado todo el rato y con bastante hambre. Antonio nos llevó por un atajo para subir un poco mas rápido y al llegar a la superficie el sol me cegó completamente. A pesar del dolor de ojos, estaba muy contenta de estar de nuevo respirando aire sin polvo y poder estar en un lugar abierto.

En el camino de vuelta al bus le pregunté a Antonio que por qué no explotaban el Cerro Rico, extraían la poca plata que quedaba y cerraban la mina. Su respuesta fue que el Cerro Rico no podía desaparecer porque era la identidad de Bolivia, y que si ese cerro desaparecía, entonces muchas cosas se iban a olvidar.

Le pregunté también que si España pagaba algún tipo de compensación a Bolivia por toda la plata que habíamos robado. Me dijo que no, que todo lo que habían conseguido fue que, hace unos seis años, el rey de España visitara Potosí y se diera un « abrazo de paz » con el alcalde del pueblo. Vergüenza me dio ser española.

Por último, le pregunté que cómo era posible que los indígenas se hubieran dejado doblegar y explotar de esa manera por los españoles. Antonio me explicó que la conquista de los españoles fue muy fácil gracias a una leyenda o profecía que circulaba entre los incas, entre otras cosas. Esta profecía decía que en algún momento el Dios Sol iba a bajar a la Tierra para ver los progresos y los avances que los incas habían hecho. Confundieron a Pizarro con el dios y, por eso, los españoles ganaron tan fácilmente la batalla de Cajamarca, pudiendo así capturar al emperador inca.

Nos montamos en el bus de vuelta y todo el mundo iba mas callado de lo normal. Quizá fuera por el cansancio o quizá fuera porque todos estábamos ensimismados pensando en lo que habíamos visto. Antonio nos dejó en el hostal y le dimos las gracias por todo. Antes de despedirse, Antonio sólo nos pidió que transmitiésemos al mundo lo que habíamos visto ese día.

Al día siguiente, con agujetas, fuimos a visitar la Casa de la Moneda. En este museo se explica cómo se fabricaban las monedas de plata que luego se enviaban a España, entre otras cosas. Para mí, lo mas revelador de la visita fue obtener la respuesta a una pregunta que me llevaba haciendo bastante tiempo : ¿cómo consiguieron comunicarse españoles e indígenas si cada uno tenían un idioma diferente ? La respuesta me la dio el guía : fue mediante cuadros que los españoles fueron imponiendo los rasgos dominante de su cultura a los indígenas. En este museo hay un cuadro muy representativo donde un artista hizo una fusión de las creencias incas y católicas. En este cuadro, se hace una simbiosis entre la Pachamama y la Virgen María, está la santa trinidad junto el sol y la luna, hay figuras eclesiásticas adorando al Cerro Rico y se pueden ver los filones de plata en él.

El guía nos explicó que había varios tipos de trabajos relacionados con la mina en la época : trabajar dentro de la mina, separar la plata en los ingenios con mercurio o trabajar en la casa de la moneda. Todos eran trabajos muy duros y acortaban la media de vida drásticamente.

El guía nos contó también varias cosas curiosas :

– En Potosí las iglesias de los españoles tenían sus puertas mirando hacia el Cerro Rico, mientras que las iglesias de los indígenas daban la espalda al cerro a modo de rechazo.
– El símbolo del dólar se creó partir del símbolo que se utilizaba en Potosí, añadiéndole a las barras un lazo con forma de S
– Hay cazadores de tesoros que buscan todavía las fragatas y barcos españoles que se hundieron con mucha plata. El último cazatesoros en encontrar uno fue estadounidense y USA se quedó con toda la plata. Del tesoro, sólo enviaron una moneda a Bolivia para que pudieran exponerla en este museo.
– Antiguamente, el estatus social se media por la plata que se poseía y había señoras que salían de casa con cuatro kilos de joyas fundidas en plata.
-En la actualidad, Bolivia no produce su propio dinero. Las monedas se acuñan en Francia y los billetes se imprimen en Canadá.


Y con este museo finalizamos la visita de Potosí para dirigirnos hacia Tupiza, el lejano oeste de Bolivia.

 

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