Mi Buenos Aires querido

Buenos Aires puso el punto y final a cuatro meses de periplos por Sudamérica. Con Buenos Aires me pasaba lo mismo que con Italia, era un lugar que había querido visitar desde pequeña. Yo creo que este deseo lo fomentó en parte el cine argentino, ya que películas como “Nueve reinas” o “El padre de la novia” me cautivaron desde la primera escena.

Esta vez nos alojamos en el microcentro, en dos hostales. Decidimos partir del primero porque no estábamos de acuerdo con su política de precios: si pagabas en pesos argentinos el precio de la habitación era más alto que si pagabas en dólares. Nos parecía mal que obligaran al turista a pagar en dólares y encima ellos se beneficiaran de la divisa, a un precio más bajo que el que habrían pagado en el mercado negro de divisas, pero lo peor es que nos tomaron por tontos diciéndonos que esta práctica era normal en toda Argentina. Lo único que consiguieron fue que pasáramos una noche y una mala opinión en hostelbookers.

Mi primer consejo para alguien que visite Buenos Aires es que compre en un kiosko la guía Guia-T (11-20ARS (2.80EUR)). Buenos Aires es enorme y la mayoría de los hostales sólo dan un mapa del centro, sin el transporte. Buenos Aires tiene cinco líneas de metro, pero lo más práctico para desplazarse es el autobús, porque hay unos seis mil colectivos que funcionan casi las veinticuatro horas. Cada línea es independiente y con un billete no se puede hacer transbordo, pero lo positivo es que probablemente, en cualquier punto de la ciudad, encontrarás un autobús que te lleve directamente a tu punto de destino.

Empezamos la visita de Buenos Aires en el Microcentro y Puerto Madero. En el Microcentro pudimos ver el Obelisco y la Casa Rosada en nuestro paseo hacia Puerto Madero. Puerto Madero es una de las zonas más modernas de Buenos Aires y se respira un ambientillo de oficina y restaurantes caros en los muelles del río. En Puerto Madero pudimos visitar la Fragata Sarmiento, que la mandó construir el presidente del mismo nombre. Su objetivo era ser un buque-escuela para formar a la juventud argentina. En total, se realizaron treinta y tres viajes a bordo de esta fragata y recorrió casi todo el mundo.

El día siguiente amaneció muy lluvioso y frío. Las calles estaban completamente desiertas y muchos de los comercios cerrados. No podíamos estar mucho tiempo en la calle sin calarnos hasta los huesos, así que visitamos el museo de Evita Perón. Antes de visitar el museo, en mi mente resonaban palabras como Peronismo, socialismo, Madonna, madres de la Plaza de Mayo. El museo me sirvió para aclarar la figura de Eva Duarte y su importancia para Argentina.

El drama en la historia de Evita empieza con su propia familia. El señor Juan Duarte era el padre de Evita, quien había fundado en provincias una familia ilegítima con Juana Ibarguren, la madre de Evita. El señor Duarte llevaba una doble vida y como disfrutaba de una posición bastante acomodada, podía mantener a las dos familias. La desgracia sobrevino cuando el señor Duarte tuvo un accidente de coche y murió. La familia legítima ni siquiera dejó a Evita y a su familia asistir al funeral de su padre. La familia de Evita quedó completamente desamparada y este acontecimiento la marcó profundamente.

La señora Ibarguren se mudó a otro pueblo y empezó a trabajar como costurera para poder sacar adelante a su familia. Evita iba allí al colegio y los maestros ya percibían sus dotes carismáticos. Le encantaba todo lo relacionado con el mundo del espectáculo y, por eso, a la edad de quince años decidió mudarse a Buenos Aires para emprender una carrera artística. No consiguió trabajar mucho como actriz, pero era bastante conocida como radiofonista.

Por aquellos años, un gran terremoto demolió la mayor parte del pueblo de San Juan y el general Perón, presidente de Argentina, diseñó una forma bastante original para recaudar fondos: se haría una competición a nivel nacional, otorgando reconocimiento a quien mayor cantidad consiguiera. Evita trabajó activamente en la recogida de donaciones y por eso estaba en la gala de condecoración de las actrices que más fondos habían recaudado en la colecta de solidaridad. Allí fue donde le presentaron a a Perón.

Al poco tiempo de conocerse, se casaron y Evita empezó a ejercer el papel de primera dama, algo que nunca se había hecho en la historia de Argentina, ya que las mujeres de los presidentes eran meros floreros. Su primera misión fue hacer una gira “diplomática” internacional para estudiar los sistemas de ayudas sociales en distintos países. En mi opinión, bastante coraje tuvo esta chica que siendo tan jovencita y con una educación que no se ajustaba a la magnitud de la tarea, pero parece ser que salió bastante airosa del encargo.

Poco después fundó la asociación Evita Perón. Estaba destinada a recoger a madres solteras para que no pasaran calamidades. Obviamente, el motivo de organizar centros de este tipo vino propiciada por su propia experiencia personal y la de su madre. De hecho, el museo de Eva Perón en Buenos Aires está instalado en uno de los antiguos centros de acogida.

Desde su fundación se organizaban todo tipo de actividades para tareas que no estaban cubiertas por el gobierno. Por ejemplo, se formaba a mujeres para que fueran enfermeras o se destinaba leche para todas las madres con hijos o se organizaban vacaciones en la costa para hijos de obreros, etc, etc.

Su fundación tenía un corte muy socialista y sus discursos eran bastante propagandísticos. La publicidad asociada a su fundación me recordaban bastante a los de un régimen dictatorial. Como es de preveer, la figura de Evita Perón era bastante polémica y, por un lado, los obreros la aclamaban y la consideraban una santa, pero por otro los ciudadanos pudientes la odiaban y la acusaban de influenciar la política de Perón.

Evita murió a los 33 años de un cáncer uterino. En el museo se podía ver el vídeo de su entierro, que lo hizo el mismo realizador que para el mariscal Foch en Francia. En el vídeo se podía ver cómo una marea inmensa de ciudadanos acompañaban al féretro. El cuerpo se expuso durante quince días y su destino final fue la sede de la CGT, donde Evita quería descansar.

Llegados a este punto del museo, hubo algunas cosas que no me quedaron del todo claras, como por ejemplo que el cuerpo de Evita estuviera expuesto en la CGT de contínuo o algunos poemas de sus hermanas hablando de daños en el cadáver. Esta confusión se vería aclarada en mi visita al cementerio de Recoletos, donde una excelente guía me explicaría el final del cuerpo de Evita con pelos y señales.

Por la tarde nos fuimos a visitar el barrio llamado Palermo, que es una zona de diseñadores y ambiente alternativo. Lo que más nos impresionó fue cómo en este barrio se aprovecha el espacio: hay locales que durante el día son tiendas y por la noche son discotecas. De hecho, podías tomarte una copichuela mientras echabas un ojo a trapos y zapatos. ¡Una idea genial! Aquí se hizo patente lo que en Aldea Luna nos habían contado: el Argentino tiene que ser imaginativo, porque para tener un negocio hay que levantarse muchas veces, después de que el gobierno y la administración te hayan puesto cien veces la zancadilla. Efectivamente en el barrio de Palermo esto quedaba patente. Los pequeños diseñadores no pagaban demasiado alquiler para poder exponer sus diseños y los dueños de los bares y pubs amortizaban el tiempo de desuso de sus locales durante la actividad principal.

Por la tarde-noche nos fuimos a la milonga La Rotonda. Las milongas son quedadas entre tangueron en sitios públicos. Hay de varios tipos (clásicas, sueltas, etc) y se pueden organizar en diversos lugares (bares, en plazas al aire libre, en asociaciones, etc). En La Rotonda había gente de todas las edades y estuvimos charlando con un habitual, que nos sugirió volver al día siguiente para dar clases de tango.

El día siguiente hicimos un tour por la ciudad con Jonh, un inglés que te explicaba la historia de Buenos Aires por una propina. Jonh llevaba viviendo en Buenos Aires unos cuatro años y se conocía la ciudad al dedillo, pero creo que la visita habría ganado mucho más con un verdadero Argentino, ya que heredaron la palabrería de los italianos.

Vimos el congreso, nos explicó sobre las madres de la Plaza de Mayo, nos contó que para la película de Madonna sobre Evita tuvieron que sobornar a algunos funcionarios para poder grabar en la Casa Rosada porque el pueblo se oponía y se manifestaba, nos habló de la época de opulencia y decrepitud de Buenos Aires, etc, etc.

Entre visita y visita dimos clases de tango con Alejandro Gee, un profesor magnífico y con una paciencia infinita (70USD (53.90EUR) la clase de hora y media). Como Fred y yo nunca habíamos bailado tango, empezó enseñándonos la postura de pase. Es un poco raro, porque hay que estar en equilibrio, ni muy hacia delante ni muy hacia atrás, unidos por un punto en el pecho que nunca debe separarse. El hombre tiene que dar las instrucciones con ese nexo de unión y la mujer tiene que saber interpretarlas, por su puesto, sin hablar. Es super difícil adivinar hacia donde se va a mover tu pareja y hay que estar a la escucha constante de su cuerpo y el tuyo propio, sin perder la postura encima. La mujer pasa el 80% del tiempo caminando hacia atrás y os aseguro que no es nada fácil. Yo sufrí bastante con estas clases, porque como sabéis la mayoría, yo no soy mucho de contacto físico y si hay algo que tiene el tango ¡es contacto! Menos mal que Alejandro era super profesional, porque creo que no hubiera sido capaz de bailar tan pegada con cualquier persona.

Alejandro nos explicó los entresijos de las milongas, como por ejemplo, que es la mujer que decide con quien baila y con quien no. En las milongas hay tres zonas: espacio para los caballeros, espacio para las damas y espacio para las parejas. Los caballeros deben hacer un ligero moviento de cabeza mirando a la señora a la que quieren sacar a bailar. Si la señora está interesada, entonces sonríe ligeramente, si no lo está, se hace la loca y mira para otro lado. La mujer nunca puede invitar a bailar a un hombre. Un poco machista, ¿no?

Al cabo de tres clases de hora y media parecía que Fred y yo habíamos conseguido compenetrarnos, pero lo único que hacíamos ¡era caminar juntos! Definitamente, el tango era más difícil de lo que parecía a primera vista.

Seguimos visitando sitios importantes de Buenos Aires, como el cementerio de Recoleta. Fue el primer cementerio de Buenos Aires y se inaguró 380 años después de la fundación de la ciudad. Antes de tener cementerio, los cadáveres se enterraban en los campos santos alrededor de las iglesias, o si se trataba de una personalidad, dentro de la iglesia mismo. El cementerio de Recoleta era al principio católico únicamente, pero luego se permitieron el resto de religiones, por lo que se pueden encontrar tumbas de distintos estilos. Las tumbas son propiedades, no concesiones por un cierto periodo de tiempo, por lo que se heredan de una generación a otra.

Hay muchísimos personajes importantes enterrados en ese cementerio (generales, presidentes, escritores, médicos), pero la tumba que más visita recibe y la que siempre tiene flores frescas es la de Evita Perón. En esta ocasión, Alicia, nuestra guía, nos explicó la historia del cuerpo de Evita.

A la muerte de Evita, Perón mandó llamar a un médico español para que trabajara en la conservación del cuerpo de la difunta. Este médico trabajó durante año y medio en el cuerpo, utilizando técnicas con parafina y otros materiales, asegurando así su conservación. El cuerpo de Evita quedó expuesto en la sede de la CGT para que todo el mundo que quisiera fuera a visitarlo. Mientras tanto, hubo un golpe de estado militar para derrocar a Perón, quien tuvo que exiliarse.

Se convocaron elecciones y Aramburu fue escogido como presidente. El gobierno de Aramburu, antiperonista a muerte, decidió que el cadáver de Evita debía desaparecer de circulación, porque corrían el riesgo de que el pueblo la ensalzara y la convirtiera en una causa santa. Así que una noche, asaltaron la sede de la CGT y robaron el cadáver de Evita. El cuerpo estuvo transitando por los rincones más sórdidos de Buenos Aires y, cuenta la leyenda, que uno de los encargados de custodiar el cuerpo en su casa asesinó a su propia mujer, embarazada, porque esta se levantó al servicio en mitad de la noche y el militar pensó que era alguien que irrumpía en su casa para llevarse el cadáver de Evita, así que disparó y la asesinó.

El gobierno de Aramburu decidió que no era buena idea tener a Evita en el territorio nacional, porque era como una patata caliente, que lo mejor era sacarla del país. El cuerpo viajó por Suiza, Francia, España y acabó en el cementerio Maggiore de Milán, bajo el nombre de Maria Maggis de Magistris.

Mientras, Perón estaba exiliado en Madrid y los peronistas seguían reclamando el cuerpo de Evita en Argentina. Un grupo de la resistencia secuestró a Aramburu y lo asesinó. Empezaron las negociaciones para intercambiar el cuerpo de Aramburu por el de Evita y el resultado fue que el cuerpo de Evita llegó a Madrid. Allí lo custodiaron Perón y su nueva mujer, Isabelita, una bailarina.

Tras el asesinato de Aramburu se volvieron a convocar elecciones. Perón volvió a presentarse como candidato y ganó las elecciones, pero falleció al poco tiempo. Recogió el testigo su mujer, Isabelita, quien no estaba preparada para gobernar el país.

Isabelita contruyó una tumba en la residencia presidencial para que los restos de Perón descansaran allí. Luego repatrió el cuerpo de Evita y ambos descansaron juntos.

El gobierno de turno, decidió en 1976, que el cuerpo de Evita debía descansar en el panteón de la familia Duarte, en el cementerio de La Recoleta. Y allí se encuentra, separada de Perón, que está en el cementerio de Olivos.

Cuando la guía terminó esta historia, teníamos todos los ojos como platos. ¡Menuda locura de historia! Alicia nos aconsejó que no intentáramos entender la historia de Argentina, que la aceptáramos y punto, porque si no nos íbamos a volver locos.

Y hablando de figuras emblemáticas argentinas, no podíamos irnos de Buenos Aires sin visitar el museo de Carlos Gardel, el símbolo por antonomasia del tango. El tango nació en los barrios populares de Buenos Aires y se bailaba entre hombres para lucirse delante de las mujeres y demostrar su hombría. Era un baile de las clases bajas hasta que algunos emigrantes lo llevarón a París y allí lo dotaron de letra e hicieron algunos cambios en la música. El tango volvió a Argentina completamente transformado y pasó a ser el baile que se identificaba con los porteños.

El museo de Carlos Gardel está ubicado en la casa en la que él residía con su madre. Era una familia de origen modesto, pero Carlos empezó a hacerse famoso como cantante en las salas de fiesta. De ahí, el cine llamó a su puerta. Hizo muchísimas películas y se convirtió en un icono de su época. Como toda leyenda que se precie, Carlos Gardel murió muy joven. Su muerte fue tan dramática como la de Evita: un accidente de avión en Cali, Colombia. Se decretó luto nacional y el cuerpo de Gardel partió en gira por toda sudamérica, con lo que tardó seis meses en llegar a Buenos Aires.

Una de las supersticiones de los porteños fumadores que quieren dejar de fumar, es que van al cementerio donde está enterrado Carlos Gardel y ponen su último cigarrillo en la estatua de Carlos. Así, Carlos fuma por ellos y les da fuerzas para dejarlo.  De locos….

Podría estar hablando de Buenos Aires infinitamente, porque la ciudad y la gente dio mucho de sí, pero este post ya es lo suficientemente largo así. Visitamos La Boca, visitamos Palermo, fuimos a una milonga muy elegante con música en directo con Cyrille y Sandrine, vimos manifestaciones y bailamos al ritmo de las batucadas que los barrenderos tocaban mientras se manifestaban, vimos como los porteños repasaban de arriba a abajo a sus compatriotas sin ningún tipo de reparo, escuchamos conversaciones de móvil que parecían culebrones, oímos canciones de tango que salían de apartamentos con ventanas abiertas, nos reímos cuando escuchábamos a los argentinos despotricar de la remierda del gobierno, etc, etc…

Buenos Aires es impresionante. La ciudad es un desastre, pero el ambiente que se respira es único y no lo había vivido en ninguna otra ciudad. Hubo dos cosas que nos perdimos :

  • La primera fue ver un partido de fútbol en La Bombonera. La liga se había acabado el fin de semana anterior a nuestra llegada, así que nos quedamos sin ver el ambiente que el deporte rey produce.

  • La segunda fue hacer una visita a un parque temático único en el mundo: Tierra Santa. Resulta que en uno de tantos viajes en autobús, vimos una película argentina ambientada en un parque temático católico, cual Eurodisney. Los desfiles simulaban pasajes de La Biblia, las atracciones eran también de temática religiosa y, por supuesto, podías encontrar por el parque a un Jesús cargando la cruz. Nosotros pensamos que había sido una locura del guionista, pero cuando llegamos a Buenos Aires nos enteramos ¡que el parque existía de verdad! Como no somos casi frikis, quisimos ir a verlo, pero sólo abría los fines de semanas, por lo que nos quedamos con las ganas.

     

Cinco días que dieron para mucho en Buenos Aires, pero había llegado la hora de volver a casa para pasar las Navidades con nuestras familias. Estaba todo planeado al milímetro: saldríamos el 21 de diciembre para pasar 10 días en casa y continuar luego nuestro viaje hacia las antípodas.

Llegó el día de nuestro vuelo y tomamos un autobús público para llegar al aeropuerto. Salimos con tiempo porque el autobús tardaba unas dos horas, ya que recorría Buenos Aires de arriba a abajo. Llegamos al aeropuerto unas dos horas y media antes de la salida del vuelo, cuando vimos que nuestro vuelo no se anunciaba en las pantallas del aeropuerto. Fuimos al mostrador de TAM y nos dijeron que nuestro vuelo salía del otro aeropuerto, que se encontraba en la zona opuesta de la ciudad. Fred no se había preocupado de mirar absolutamente nada, pero yo estaba confundida porque había visto el nombre del aeropuerto en el que nos encontrábamos en mi email. Nos aconsejaron tomar un taxi para intentar llegar a tiempo, ya que si no íbamos a perder el vuelo.

Teníamos dos horas y cuarto por delante, montamos en un taxi y cuando le dijimos a dónde íbamos y la hora de nuestro vuelo, nos miró y nos dijo: Voy a intentar hacer lo posible, pero que sepais que va a ser muy complicado. Y efectivamente así fue. Tardamos dos horas de un aeropuerto a otro, perdimos el vuelo y si no fuera poco, nos tocó aguantar la charleta del taxista que fue surrealista por momentos.

Llegamos al mostrador de TAM justo cuando se suponía que nuestro vuelo tenía que estar despegando, sin tarjeta de embarque y con mochilas para facturar. Nos tomaron los datos y nos dijeron que había habido un cambio de aeropuerto que nos habían notificado allá por el cuatro de julio (nosotros habíamos comprado los billetes en marzo). La chica del mostrador empezó a buscar soluciones, pero ninguna satisfactoria para no perder el vuelo transoceánico. Al final nos ofrecía ir a Milan o a Zurich, bastante poco práctico con los vuelos llenos en época navideña y pasando sólo diez días en casa.

Y ahí vinos a vernos la buena estrella. Otro pasajero llegó al mostrador con otro problema y empezaron a atenderle a él. Durante el rato que la señorita del mostrador le atendía, alguien anuló dos billetes para Sao Paolo para el día siguiente. Así pudimos conseguir el Buenos Aires- Sao Paolo que nos hacía falta para enlazar con el Sao Paolo-Madrid. Tuvimos una suerte impresionante, porque no nos cobraron absolutamente nada y pudimos viajar casi como teníamos previsto, pero con un día de retraso.

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