Donde la vista se pierde en los inmensos campos de té: Cameron Highlands.

Dejamos atrás con pena la jungla, ya que no habíamos aprovechado la estancia al máximo, pero Cameron Highlands resultó ser un respiro, en el sentido literal. Cameron Highlands es la zona más fresca de todo Malasia, un poco montañosa, aunque sólo está a 1400 metros, pero es más que suficiente para perder diez grados con respecto a Kula Lumpur o Taman Negara y poder encontrar un soplo de aire fresco o dormir arropado. Cameron Highlands era la zona de asueto de los colonos Británicos y pasaban sus vacaciones allí para escapar el oprimente calor del resto de la península. Parece que las cosas no han cambiado mucho con el paso del tiempo, ya que durante nuestra estancia había toda una colonia de turistas europeos deleitándose del buen clima y tomando fuerzas para seguir visitando el resto de Malasia.

Verde que te quiero verde

Nuestro alojamiento fue el hotel Height Mentiggis en Tanah Rata, un poco caro, pero merecía la pena. Nada más llegar pedimos en el hotel la dirección de un médico y nos aconsejaron ir a un consultorio que no estaba muy lejos. La maldita otitis me seguía dando guerra y yo estaba visitando todos los médicos habidos y por haber de Malasia. Ya había tenido el placer de conocer a uno en Kuala Lumpur y ahor iba a conocer a otro en Cameron Highlands. Esta vez el médico no era indio, si no musulmán. Hablaba un inglés estupendo, yo creo que porque había hecho estancias o estudios en Cambridge según pudimos ver en sus diplomas colgados en la pared. Le expliqué mi problema, el diagnóstico del otro médico y la medicación que había estado tomando. Bueno, no pude darle el nombre de los medicamentos que había tomado porque no aparecía en las bolsitas que me había dado el otro médico, pero le enseñé la fotos que había hecho de las pastillas. ¡En esta vida hay que ser una chica avispada 🙂 ! Refunfuñó algo por lo bajini contra su colega de profesión por no darme los prospectos de los medicamentos y me dijo que los antibióticos que había estado tomando eran un poco flojos, así que iba a recetarme uno fuerte a ver si acabábamos ya de una vez con el problema. Fue como mano de santo. A los dos días no me dolía nada y adios fiebre. ¡Viva las drogas legales!

Orquidea silvestre y a mi se me mueren todas en casa 🙁

Como ya estaba sana como una manzana, contratamos una excursión con el hotel (50MYR (12.00EUR) por persona) para ir a ver los enclaves típicos de la zona: Mossy forest, las plantaciones de té y la visita de la fábrica de té. Pasó un minibús a recogernos y en él encontramos una tropa de jovencitos europeos que no pasaban de los veintiuno. Fue un poco raro, porque todos estaban recorriendo el sudeste asiático al igual que nosotros, pero no sé si fue la diferencia de edad o que ellos eran un poco niños de papá que la cosa no cuajó mucho con ellos. Cada vez que veo gente así me pregunto cómo hacen ellos, ya que yo a esa edad no tenía ni un duro y nunca se me habría ocurrido irme a un viaje así a costa de mis padres. En fin…

Empezamos el día con un paseíto vespertino en la Mossy Forest, o bosque del moho(o quizá sea del musgo) en español, aunque queda menos glamuroso. Nuestro guía no era muy simpático y parecía estar de mal humor, quizá por tener que aguantar a una panda de niñatos, pero controlaba de botánica una barbaridad. En algunos momentos tuve la impresión de que probablemente fuera biólogo. Nos explicó muchísmos detalles sobre la flora de la zona y sobre cómo se había formado el Mossy Forest. Por ejemplo, nos habló de una planta carnívora que servía para guardar el equilibro del ecosistema del Mossy Forest. Esta flor, llamada en el jergón popular “taza de mono”, generaba un líquido azucarado en su interior, permitiendo a los insectos entrar a beberlo. Si el insecto sólo bebía un poco, podía volver a salir sin problema, pero si bebía demasiado, caía “borracho” al interior de planta y era digerido por la misma. El problema es que esta flor tardaba mucho tiempo en desarrollarse y que otros guías poco respetuosos con el medio ambiente habían cortado demasiadas, por lo que en la actualidad era cada vez más difícil poder encontrarla. Es por eso, que la agencia Cameron Secrets Travel & Tours había decidido organizar su propio itinerario, donde nadie más tenía acceso, y se encargaban de respetar el medio ambiente.

Detalles

Orquideas en pleno campito

Taza de mono con agua dentro

El guía nos enseñó por lo menos una docena de orquídeas silvestres de todos los tamaños y colores y poco a poco nos fuimos adentrando en el Mossy Forest. El sitio era increíble, probablemente como me imaginaba el bosque del Señor de los Anillos cuando leía los libros, pero lo más impresionante de todo era el suelo. ¡Era como caminar sobre una alfombra mullidita! Años y años de hojas caídas, residuos orgánicos naturales y que el hombre nunca hubiera metido mano en ese entorno, había dado lugar a ese suelo, donde era una pura delicia caminar. Estaba húmedo sin ser barro y los árboles parecían taaaan viejos. Además no se oía ni un ruido del exterior, sólo pájaros y algún que otro animalillo.

Entrando al Mossy Forest

Ambiente mistico y sitio unico

El destino siguiente fueron las plantaciones de té. El guía nos subió a lo alto de una montaña para que tuviéramos una panorámica de los campos. Fue impresionante, porque allá donde la vista se perdía seguía habiendo campos de té. El té se introdujo en Malasia gracias a los birmanos, ya que algún comerciante chino malayo había oído que el pueblo birmano hacía infusiones con unas hojas y esta servía como bebida energética. Esa infusión no era más que el té como lo conocemos hoy día.

Arbustos de té completamente podados

Menudas vistas!

El árbol del té suele desarrollarse como cualquier otro árbol, pero lo que nosotros estábamos viendo eran arbustos. Cada tres años, se podaban los árboles hasta conseguir arbustos de unos ochenta centímetros. De esta forma se conseguían hojas más tiernas y la tarea de recolección era mucho más fácil. El guía nos explicó que el té de buena calidad es aquel que proviene de hojas jóvenes y tiernas, ya que contiene más teína que las hojas más viejas. Esto es también en parte por cómo procesa la propia planta el oxígeno.Nos hizo probar tres hojas diferentes y el gusto era totalmente distinto en cada una de ellas.

Por último hicimos la visita de una fábrica de té, donde se explicaba todo el procesado del mismo. Los pasos eran los siguientes:

  • Se extienden todas las hojas en una plataforma horizontal y se les aplica aire para quitar parte de la humedad y hacer que las hojas se queden flácidas

  • Luego se pasan las hojas por un rodillo para que la hoja libere un jugo y se rompan todas las células

  • Después se deja fermentar durante un par de horas. Es en este momento que se va a desarrollar el sabor y el aroma del té.

  • Por último se seca a 1000 grados centígrados las masa fermentada durante media hora. Esto da lugar a que las hojas tengan la tonalidad marrón que todos conocemos. ¡ Y el té ya está listo para ser empaquetado!

Maquina para cortar las hojas y recolectarlas

Sacando el jugo a las hojas para fermentarlas luego

Y el resultado final es este!

Antes de llegar a Cameron Highlands ya habíamos oído que en la zona se podía encontrar la flor más grande del mundo: la Raflessia. Dicen que es una flor, pero más bien es un parásito, y puede llegar a medir 106 centímetros de diámetro. El olor que emana de esta flor parece ser nauseabundo y sólo florece durante cinco días, luego muere. No hay temporada para la Raflessia y su floración depende de los insectos que transportan el parásito, por lo que puede crecer en cualquier sitio.

Al llegar a Cameron Highlands, nos dijeron que una Raflessia acababa de morir, pero que los guías especializados ya estaban buscando otra. En cuanto tuvieran noticias montarían una excursión, pero pasaron un par de días y nada de nada. Por suerte, la noche antes de decidir si nos íbamos o no, nos dijeron que habían encontrado una. ¡Íbamos a ver la flor más grande del mundo! (o eso creíamos). Contratamos una excursión con la agencia Kang por 35 MYR (8.40EUR) y quedamos que pasarían a la mañana siguiente a las nueve menos cuarto por nuestro hotel.

Nos levantamos por la mañana y a la hora acordada esperamos en nuestro hotel. Diez minutos, quince, veinte…. ¡Parecía que tardaban!, aunque seguro que tardaban tanto porque tenían que recoger a mucha gente. Veinticinco minutos, treinta… Pedimos a nuestro recepcionista que llamara a la agencia para saber qué pasaba. Que no nos preocupásemos, que iban a pasar a por nostros. Treinta y cinco minutos, cuarenta, cuarenta y cinco, una hora…. Bueno, ya estaba claro que nadie iba a recogernos y que nos habíamos quedado sin excursión. ¡Menudo mosqueo y menuda mala leche! Fuimos a la agencia y les pedimos explicaciones. Por lo visto el chófer nos había olvidad y ya estaba en la selva, por lo que no podía dar la vuelta y venir a buscarnos. Le explicamos que habíamos llamado hacía media hora y que si se estaban quedando con nosotros… En fin, pedimos que nos devolvieran el dinero. Nos lo delvovieron, pero no sin que antes la tía impresentable de la agencia sugiriera que cambiásemos el tour para el día siguiente. Claaaaro, claaaaro…

Nos quedamos sin Raflessia, así que improvisamos una caminata por uno de los circuitos cercanos al pueblo. No diré que fue feo, pero no como la Raflessia :(. Compensamos con un Banana Leaf, un plato indio que se sirve en una hoja de plátano y que está compuesto por varios guisos.

Haciendo terrazas para poder cultivar

Colores impresionantes

El tractor nos dedica una sonrisa

Mas flores de colores espectaculares

Al día siguiente pusimos rumbo a nuestro último destino en Malasia, la isla de Penang.

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