Chachapoyas, Amazonas, pero en altitud

Tomamos un autobús de noche desde Trujillo, un poco infierno la verdad, ya que llegó a destino a las 5.30 de la mañana, pero no había otra opción. Nos bajamos todos del autobús y, como de costumbre, todos los guiris nos dirigimos hacia la Plaza de Armas. Allí estaba nuestro hotel, Kuélap hotel, donde por suerte nos dejaron subir a la habitación. No pudimos tomar una ducha ya que el baño compartido olía infernalmente mal y mejor esperar a que la señora de la limpieza pasara. La verdad es que este hotel, recomendado por la guía Lonely Planet, dejaba mucho que desear: baños sucios, pintura de hace 10 años, colchones en forma de U. Al final decidimos que lo mejor era salir de allí para buscar un Tour y empezar a organizar las visitas que queríamos hacer.

En la Plaza de Armas de Chachapoyas había varias agencias. Entré a preguntar precio a varias y todas eran parecidas. Al final nos decantamos por la agencia Raymillacta Travel, ya que conseguimos negociar un poco el precio por contratar dos tours con ellos: 60 soles por persona para Kuelap y Gocta.

 

Así que allí estábamos, las 8.30 de la mañana, sin haber pegado casi ojo y listos para embarcarnos en una excursión hacia Kuélap, con tres horas de coche por delante por carreteras sin asfaltar. ¿A quién le da envidia ahora? 😉

Éramos doce personas en total en el grupo, casi todos peruanos menos nosotros dos y otro chico alemán. Una vez llegados a Kuélap teníamos una pequeña caminata de 20 minutos cuesta arriba para llegar a la fortaleza. ¡Ay qué sorpresa al ver que a 3100 metros te falta el aliento con el mínimo esfuerzo! De todas formas la guia lo organizó muy bien, ya que mientras descansábamos un poco, ella nos iba contando cosas.

Kuélap es una fortaleza, construída con piedra por los Chachapoyas, alrededor del 900 DC. Los Chachapoyas eran todo unos estrategas, ya que por ejemplo, para defenderse habían construido 3 entradas en la fortaleza muy singulares: en subida, al principio las entradas eran muy anchas y poco a poco se iban estrechando hasta dejar sólo el espacio para una persona. Además, la entrada numero dos era muy útil en caso de invasión, ya que conducía hacia un acantilado y así podían deshacerse de sus enemigos. Aún con todas estas precauciones no pudieron librarse de la invasión de los todopoderosos Incas. Esto se sabe porque los Chachapoyanos construían de forma circular y en Kuélap se han encontrado dos edificios con forma rectangular, típico de los Incas.

 

 

Mientras la guía nos explicaba todo esto y muchas otras cosas, el grupo se desmadraba. Estos peruanos son peores que los niños y muy indisciplinados. En especial había uno que nos tenia fritos con las fotos. Cada vez que quería una foto había que tomar tres: una serio para la familia, otra de guaperas para el Facebook y otra en modo locura para sus amigos. ¡Todo un espectáculo! La guía intentaba meterlos prisa, pero era imposible que avanzaran e incluso luego se quejaban de que era tarde e iban a perder su autobús. Yo estuve echándome unas risas en inglés con el chico alemán, porque yo creo que con ese grupo ¡se hubiera podido hacer una tesis de antropología!

 

Todo este esfuerzo se vio recompensado por la tarde con los mejores donuts o donas, como los llaman ellos, de la Panificadora San José. Unos donuts, que nada tienen que envidiar a los del Dunkin’Donuts, cubiertos de chocolate y rellenos de crema y nata. Esto fue lo más cercano que hemos tenido a un festín, ya que aquí la alimentación no es que sea muy variada, casi cada día, desde nuestra llegada, hemos comido carne, patatas y arroz.

Al día siguiente pusimos rumbo a la catarata de Gocta, la tercera más alta del mundo con 771 metros, aunque esta clasificación no está clara del todo. Nuestro guía, Telesforo Santillana, nos contó toda la historia sobre Gocta.

Hace muchos años, una mujer del pueblo de Cocachimba estaba revisando los bolsillos del pantalón de su marido para lavarlo. En ellos encontró pendientes y colgantes de oro y la mujer, suponiendo que su marido estaba viendo a otra, decidió seguirle al día siguiente. A la mañana siguiente, su marido tomó el camino que lleva a la catarata de Gocta y la mujer le fue siguiendo en la distancia. Ya cerca de la catarata, la mujer vio a su marido con una mujer poco corriente: de la cintura para arriba tenía cuerpo de humana, pero de cintura para abajo tenía cuerpo de pez. La mujer nunca había visto un ser como este, por lo que se acercó a la catarata para verla con más detalle, pero antes de llegar su marido y ese extraño ser habían desaparecido. Nunca más se volvió a ver a su marido en el pueblo.

Esta leyenda pasó de generación en generación y la gente del pueblo evitaba ir a esta catarata por miedo a la sirena, hasta la llegada de un alemán casado con una Chachapoyana. Este alemán se presentó en la casa de Telesforo pidiéndole que le guiara hasta allí. Al principio Telesforo tenía sus reservas, pero al final accedió a llevarle. Tras finalizar la visita, el Alemán le dijo que tendría noticias suyas a la semana siguiente y que vendría con más gente.

Efectivamente, la segunda visita del Alemán se produjo y, esta vez, venía acompañado de un reputado periodista, su mujer y unos técnicos de Lima. El Alemán le dijo que iban a medir la catarata y Telesforo se empezó a agobiar, porque ya se veía subiendo hasta el inicio de la catarata con una cuerda y tirándola hacia abajo para así conocer su altura. Cuando Telesforo vio que el Alemán tenía un aparato, que lo toqueteaba y que le decía que la catarata media 771 metros, ¡no se lo podia creer! ¿Qué era ese extraño aparato? Telesforo nunca habia oído hablar del GPS y ese día, muy pacientemente, el Alemán le explicó cómo funcionaba :).

A la semana siguiente, Telesforo recibió correo en su casa: en las páginas centrales de una revista vio un artículo que decía que Gocta era la tercera catarata más alta del mundo. A partir de entonces otras visitas se sucedieron: primero unos argentinos, luego unos ingleses y hasta hoy.

Gracias al Alemán, Cocachimba se situó en el mapa de turismo de Perú. A día de hoy, 25 personas del pueblo han sido capacitadas como guías y notables mejoras se han realizado en el pueblo. Además de hacer la caminata a pie, también se pueden utilizar caballos para las personas que no están en buena condicion física.

Por mi parte aconsejo esta visita a todo el mundo. Es una caminata de tres horas de subida y dos horas de bajada. Al principio sólo se ven los campos de cultivo de Cocachimba, pero poco a poco nos vamos internando en un bosque tropical en el que se pueden ver lianas, palmeras y otros árboles. No vimos ningún animal, ya que era tarde y además habia una “Choni” con el teléfono móvil a todo volumen escupiendo canciones de salsa. Por lo visto, si se va pronto, se puede ver el oso con anteojos, el gallito cantor, monitos e incluso hablaban de un oso grande (cosa que pongo en duda). La catarata, a dos niveles, se ve desde Cocachimba, pero es mucho mas espectacular cuando estás cerca. Además, la catarata acaba en una especie de poza y aunque el sitio está muy protegido, siempre sopla viento. Telesforo nos explicó que, a veces, se formaban tornados allí dentro.

Lo peor de la visita fue ver cómo los Peruanos no se preocupan lo más mínimo de mantener limpio el sitio, bueno, este y todos. Hubo un grupo que comió al pie de la catarata y, cuando se fueron, todo quedó lleno de desperdicios, papeles, envases, etc. Telesforo nos contó que ha habido una concienciación muy grande en Cocachimba sobre la limpieza del pueblo y la catarata para atraer mas turistas, pero que por desgracia, los guías deben subir dos veces por semana a limpiar la catarata porque los visitantes dejan sus desperdicios allí.

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One Response to “Chachapoyas, Amazonas, pero en altitud”

  1. Yenny Pinto says:

    Me gustô mucho lo que cuentas de este lugar, excepto, claro, lo de la basura que dejan los visitantes peruanos. Lo mismo pasa en Vietman.

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