Vicos, el Perú profundo

 

Teníamos cita con Pedro, nuestro guía durante los próximos tres días, delante de la agencia Respons a las 7.30 de la mañana. Reconocerlo fue muy fácil: ¡tenía el sombrero típico de Vicos!

Después de un combi, un taxi colectivo y veinte minutos de caminata  llegamos a nuestro alojamiento rural en Vicos. La casa tenía varias habitaciones sin luz eléctrica (¡viva las velas!), un comedor con electricidad, un baño y una cocina fuera de la casa. La cocina no se parecía ni por asomo a nuestro concepto de cocina:  eran tres muros y un techo adosados a la fachada principal con varias piedras en el interior para poder poner las cazuelas y preparar la comida con fuego de leña.

La actividad del primer día fue hacer pan. Fred nunca lo había hecho antes y yo tenía vagos recuerdos de haber hecho una vez un pan incomestible en el colegio. La novedad es que en Vicos no se utiliza un máquina de hacer pan (je je je) si no un verdadero horno de leña. El fuego se prepara en un momento con algunas ramas de eucalipto y Fred se queda asombrado con la facilidad con la que Pedro enciende el fuego (tomamos buena nota para nuestra próxima barbacoa en Beaudouc). Una vez listo todo, ya sólo queda esperar a que el horno se caliente y que la madera se convierta en brasas. En paralelo se fue preparando la masa del pan. Esta parte no es muy complicada. Sólo hace falta harina, agua, sal y levadura, pero hay que amasarlo todo bien para que los ingredientes se mezclen.

A media tarde el colegio se termina y otras mujeres de la familia vienen a visitarnos. Con ellas vino Erika, una niña de unos siete años a la que Fred intenta enseñarle el slackline. La niña se queda encantada con este juguete nuevo, pero no tanto la madre, que tiene miedo de que la niña se haga daño.

Casi cuando el horno está listo, empezamos a dar forma al pan. Algunos en forma de bola, Erika nos enseña cómo hacerlos en forma de flor, Fred hace espigas… aunque al haber tanta masa casi que no nos da tiempo a hacer muchas florituras. Mientras tanto, Pedro se cuelga de un árbol para cortar ramas y así hacer tres escobas con ellas. Las escobas servirán para barrer las brasas hacia un lado del horno y también para tapar la entrada del horno y así conservar mejor el calor. Los panes salen doraditos y casi en modo industrial, porque hacemos cuatro tandas. Como en el milagro de Jesús con los panes y los peces, se reparte pan a todos los vecinos.

Por la “noche” nos acostamos a la hora de las gallinas, después de haber comido una menestra de verduras con guisantes, coliflor, zanahorias y por supuesto patatas. Fausta tarda casi más de una hora en preparar la menestra en su cocina, pero el resultado es estupendo: todo está delicioso. Durante la cena llega Julio, el marido de Fausta, que trabaja como cocinero en la mina. Para llegar hasta su casa ha tardado cuatro horas caminando, pero por supuesto, esto no lo hace todos los días: trabaja durante quince días y luego descansa cinco. Nos explica que en esa zona hay mucha gente que trabaja en la mina, ya que es un trabajo muy bien remunerado y además toda la familia está cubierta por el seguro médico. Algunos de los vecinos de Vicos van a trabajar durante uno o dos años a  la mina para pagarse una casa o agrandar la que ya tienen.

Julio nos cuenta durante la cena un viaje que hizo al norte de Italia, invitado a una conferencia para intercambiar usos y costumbres con otros habitantes de pueblos pequeños del mundo entero. ¡Sorprendentemente es la primera persona que conozco a la que no le gusta la cocina italiana! Según él ¡no había suficientes patatas en las composiciones italianas!  Hay que decir que el elemento fundamental en una comida de Vicos es la patata. Lo bueno es que tienen hasta 50 variedades locales de patatas para poder variar.

Hablamos un poco con Pedro sobre la agricultura en Francia  y la forma de  cultivo extensiva que se practica. Pedro nos dice, obviamente, que prefiere la forma de cultivar que tienen en Vicos. Resumen del día: mucha charla, algunos puntos muertos  y descanso.

El segundo día es un poco más cansado. El programa del día es un paseo por la montaña. Nos levantamos a las seis de la mañana, hora y media después que todo el mundo, y Pedro llega para el desayuno que consiste una sopa, huevo frito y patatas fritas. Por el camino Pedro nos explica sobre plantas autóctonas y otras que se han introducido y que no pertenecen al ecosistema natural, como por ejemplo el eucalipto. Al igual que en Extremadura, los eucaliptos se plantaron para obtener madera de forma rápida, pero poco a poco los van quitando porque el eucalipto perjudica mucho al suelo (lo hace más ácido) y no permite cultivar nada debajo de él.

Cuanto más subíamos a la montaña, más viento había. En la cima de la montaña se puede admirar dos valles o quebradas, como los llaman ellos. Estos valles son muy estrechos debido a la altura de las montañas y parecen más un cañón que un valle. En la cima también hay una gruta con algunas pinturas rupestres y es ahí donde comemos. Pedro saca la tartera y comemos arroz y patatas fríos. Nosotros dos empezamos a tener frío, pero Pedro parece no imutarse ¡y eso que lleva sandalias!.

No pudimos seguir subiendo la montaña debido al viento, pero en el descenso Pedro nos muestra cómo utiliza su honda para espantar al ganado o los pájaros que no deben estar donde están. Nosotros también intentamos utilizar la honda, pero tirar la piedra donde uno quiere y con la velocidad adecuada es bastante difícil. Tras muchos intentos, casi un accidente con una piedra disparada hacia atrás y unas cuantas risas, conseguimos hacer que la piedra salga hacia adelante más o menos.

De vuelta al pueblo nos enteramos que al día siguiente se casa una hija de Julio, que tuvo con otra señora que no es su actual esposa.  Nos contaron muchas cosas sobre los preparativos de la boda. El mayor peso económico de la boda recae sobre la familia del novio y en particular en el padrino ya que tienen que dar de comer a muchos invitados durante un día y medio. La familia de la novia sólo ofrece el primer desayuno, es decir, el que hay justo antes de la misa. Lo raro de esta boda es que, por parte de la novia, prepararon comida su madre y la actual esposa de Julio: parece que en este pueblo no hay muchas rencillas con las amantes. Fausta, su hija y las vecinas estuvieron pelando patatas todo el día hasta casi alcanzar los 500 kilos. Además de las patatas con aji, también cocinaron ternera y cuy (conejillos de indias), que se supone que es el manjar más preciado. Nosotros estuvimos ayudando un poco en la cocina, pero como estábamos cansados nos fuimos a dormir pronto.

Al día siguiente bajamos a la casa de Julio para desayunar un tazón  llenos de patatas y una pata de picante de cuy. Mientras esperamos a que nos lo sirvan, nos damos una vuelta para ver los animales domésticos. En unas jaulas había unos conejos muy monos, pero un poco extraños. Fred me confirma que esos animalitos son los cuyes o conejillos de indias. ¡Desde luego que no me puedo comer eso! Además de ser muy bonitos son de la familia de los roedores y por supuesto es como comerse una especie de hámster. Le di mi trozo de carne a Fred, que la comió como si nada… Bueno, en realidad se quejó un poco de que la carne de este animal es muy cara y hay poca chicha.

Después del desayuno empezamos a ver cómo se desarrolla una boda en Vicos:

  • Llegada del padrino de la boda y su familia desde Lima. El padrino era un antiguo jefe del novio para el que había trabajado durante diez años junto con sus hermanos. No tiene relación de sangre con la familia, pero es el que afloja la pasta (raro ¿no?). Fred y yo nos echamos unas risas porque parece que el padrino y  su familia, de gran ciudad, parecen estar mucho más a disgusto que nosotros entre pollos y cerdos.
  • Llegada de la orquesta con el novio. Unos veinticuatro músicos que no tocan mal del todo.
  • Todo el mundo come lo que han preparado Fausta, sus hijas y sus vecinas.
  • Los novios montan en el coche y van hasta la iglesia.
  • El resto de los invitados bajan a pie hasta la iglesia acompañados por la orquesta.

Nosotros bajamos con todo el cortejo, pero nos abstuvimos de entrar en la iglesia. Por lo visto nos perdimos la entrega de regalos, que se hace a la salida de la iglesia, donde todo el mundo da enseres para la casa y otras cosas en mitad de la plaza del pueblo.

Volvimos a subir a nuestro alojamiento y allí nos estaban esperando Pedro, su hija y Fausta para empezar a preparar  la pachamanca. No teníamos muy claro si la pachamanca era un animal, un ritual o un plato. Pachamanca significa “tierra” y “cacerolas”, y resulto ser una combinación de ritual y plato típico.

Los pasos para hacer pachamanca son los siguientes:

  • Cavar un agujero en el suelo, hacer una especie de “cuevita” con piedras y prender el fuego.
  • Dejar que la madera se consuma hasta hacer brasas y asegurarse de que las piedras están lo suficientemente calientes.
  • Destruir la cuevita para que las piedras queden en contacto con las brasas y colocar encima de las piedras un montón de patatas de distinta variedades.
  • Poner luego la carne y las habas encima de las patatas. La carne está macerada y recubierta con hojas de plátanos.
  •  Cubrir todo esto con un montón de hojas de plátano, poner un protector de plástico por encima y luego cubrirlo con tierra.
  • Esperar unos cuarenta minutos y desenterrar toda la comida

Mientras esperábamos durante la cocción de los alimentos, dos músicos del pueblo vinieron para tocar música tradicional y pudimos probar la chicha morada, una bebida hecha con maíz negro. Los músicos suelen tocar mientras que se abre la pachamanca y en el intermedio que hay en mitad de la comida.

Después de la comida llega el momento de la presentación de la artesanía y los bailes. Fausta baila con Fred y yo con Pedro. El ritmo no es difícil de seguir, pero nos morimos de la risa porque nos encontramos muy ridículos bailando así.

Antes de las despedidas, Pedro nos da las gracias en nombre de su asociación, Cuyaquihuay, y en nombre de Vicos. La vuelta hacia Huaraz es en colectivo y combi y esa misma noche nos vamos hacia Paracas.

 

Ambiente en Vicos resumido en cuatro minutos.

 

Conclusión personal sobre la experiencia.

Fred y yo teníamos miedo de que el dinero invertido en esta actividad (460 soles por persona para una estancia de tres días) “se perdiera” y no llegara a las familias a las que estaba destinado, como pasa con muchas ONGs. En este caso, la asociación Respons sólo se queda con un 20% del pago en concepto de servicios prestados debido al marketing. El resto del dinero se distribuye entre la familia de acogida, el guía, los músicos y los artesanos, además de donar un 10% del total a una asociación que abastece al pueblo de Vicos con todo tipo de material para el colegio, hospital, etc. De esto estamos más que seguros, porque de hecho, pagamos la mitad en mano al guía y nos hizo un recibo.

En Vicos sólo hay ocho familias que trabajan en este proyecto y que han necesitado capacitarse durante tres años. Al principio había más familias, pero no demostraron tener la constancia suficiente para participar en este proyecto. En los cursos de capacitación les han enseñado cómo organizarse, nociones de economía, cómo tratar a los turistas, etc.

Estas ocho familias decidieron participar en este proyecto para tener un complemento en su exigua economía. En Vicos son pobres, pero aunque no pasan hambre, no disponen de mucho dinero para poder financiar los estudios de sus hijos, por ejemplo.

Desde el punto de vista personal, esta experiencia me dejó un poco devastada.

  • Lo primero, por la falta de comodidades y la dureza a lo hora de vivir en este pueblo. Lo peor de todo no  es que la vida sea dura, si no que parecen que se han acostumbrado a utilizar sólo la fuerza física y no utilizan la cabeza para intentar vivir un poco mejor. Por ejemplo, ver cómo abuelas cargaban con kilos de madera en la espalda en vez de fabricar algún carrito o artefacto con ruedas para poder estar más cómodas.
  • Lo segundo, el círculo vicioso en el que viven. Al no disponer de dinero, muchos de sus hijos se quedan trabajando en el campo o en la mina en vez de estudiar, lo que implica que tampoco tendrán dinero para la educación de sus hijos.
  • Lo tercero, el hermetismo de este pueblo hacia el mundo exterior. En muchas casas no hay electricidad, por lo que no hay ni tele, ni internet ni nada. Esto hace que muchos niños no tengan ningún tipo de estimulación, más que las que sus padres les dan, y en algunos casos podemos decir que son ningunas. Además, su idioma natal y el que utilizan a diario es el quechua y encontramos a gente que tenían serias dificultades para hablar español.
  • Lo cuarto, la situación económica general del país con respecto a pueblos como este y muy particular con respecto a la minería. Mucha gente de estos pueblos no tiene más remedio que trabajar en la minería para mantener a sus familias. El gobierno tiene hechas concesiones a empresas extranjeras para la explotación minera y Perú sólo se queda con un tercio de los beneficios. ¡Vamos, que se quedan con las migajas! Parece que al gobierno esto no le preocupa mucho, pero están comprometiendo el futuro de sus hijos porque están vendiendo sus materias primas.

Lo positivo de la visita fue ver cómo hay gente que todavía se preocupa por mantener la biodiversidad. El pueblo de Vicos se había llevado un premio por seguir cultivando unas 200 especies de patatas distintas. También ver cómo la calidad de vida de estas familias ha aumentado gracias al turismo y poder ver cómo tienen proyectos de futuro.

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