La etapa siguiente en nuestro viaje fue el lago Titicaca. Este lago, que es el más alto del mundo, pertenece a Perú y a Bolivia.
El lado peruano no tiene muy buena fama ya que Puno, dicen , no es muy bonito y las islas flotantes de Uros se han convertido en un Disneylandia. La islas flotantes están hechas con el mismo material que las barcas de Totora y sus habitantes deben hacerse islas nuevas cada cierto tiempo porque la paja se pudre. Estas islas sólo viven del turismo, por lo que sus habitantes hacen un asalto y derribo al turista para venderle cosas a la fuerza.
En el lado boliviano se encuentra Copacabana, que es un poco mejor que Puno, y la Isla del Sol con bastante buena fama.
Elegimos ir directamente de Cusco (Perú) a Copacabana (Bolivia) y, para ello, contratamos el servicio de la compañía de autobús TourPerú. Nada más llegar a la estación de autobuses ya nos encontramos con la primera sorpresa : se suponía que una pieza del autobús se había roto y por ello nos habían comprado un pasaje con la compañía Transzela para el segmento Cusco-Puno. El autobús de Tranzela estaba en buena condiciones, pero el conductor pisaba al acelerador con ganas. Esto, además de ser peligroso, hacía imposible conciliar el sueño.
Llegamos a Puno y tuvimos que esperar dos horas en la estación para el cambio de autobús. Esta vez, la jugarreta fue que habíamos pagado todo el trayecto en asiento reclinable y el autobús para el trayecto Puno-Copacabana era con asiento normal. Tampoco es que fuera muy grave, ya que la duración del trayecto era de tres horas.
En el trayecto vimos cómo es el amanecer en el lago Titicaca. Realmente no parece un lago, si no un mar tranquilo, por lo grande que es. En algunos sitios no se ve la orilla del lado opuesto.
Antes de pasar la frontera, tercera jugarreta de TourPerú : te dicen que van a parar en una casa de cambio porque luego no hay para cambiar en la frontera y que cambies todo tu dinero ahí. ¡Mentira ! La casa de cambio de TourPerú era la más cara del mundo : pagaban 30 céntimos menos por cada sol cambiado. ¡Un robo ! Menos mal que ya nos habíamos informado por internet y habíamos leído que muchas compañías de autobús hacen esto para llevarse comisión, pero que en efecto había casa de cambio en la frontera y con mejores condiciones.
Para pasar la frontera hay que bajar del autobús y conseguir dos tampones peruanos : uno de la policía judicial y otro de los servicios de inmigración para sellar la salida de país. Luego hay que cruzar la frontera a pie y hacer cola en la oficina de inmigración boliviana. Nosotros pedimos un visado turístico para dos meses, pero todo lo que conseguimos fue 30 días. El oficial nos dijo que en la oficina de inmigración de La Paz nos podían alargar el visado gratuitamente.
Una vez hechas todas las formalidades administrativas, nos montamos en el autobús para dirigirnos hacia Copacabana, a una distancia de una media hora. En este trayecto, pudimos escuchar sobre algunas ilegalidades que se practican por parte de guías peruanos. Un grupo de turistas había contratado en Puno un paquete con una agencia para visitar Copacabana y La Paz, en Bolivia. El guía peruano no podía trabajar legalmente en Bolivia a no ser de pedir un visado de trabajo y pagar 20 dólares por día, lo que hace reducir considerablemente las ganancias por esta actividad. La triquiñuela que hacen es que un guía boliviano de otra agencia turística viene a buscarlos al puesto de control y dice que realmente él es el guía y que el guía peruano es en realidad sólo el que acompaña al grupo, pero que también va a hacer turismo. El guía peruano pasa la frontera con un visado turístico sin costo, y supongo que una vez llegados a Copacabana el guía boliviano desaparece previo pago de una comisión, aunque esto no lo pude comprobar.
Copacabana no se se parece en nada a su homóloga brasileña. Hay una playa efectivamente, pero llena de basura y con un olor asqueroso porque los desagües de la cuidad van a parar ahí. Desde luego, el panorama no es tan idílico como el de la ciudad brasileña, pero la vista al lago es bonita de todas formas.
Llegamos al hotel Bash and Crash la Perla del Lago donde habíamos reservado en una habitación compartida por 55 bolivianos por persona. El hotel era bonito y estaba limpio, pero el personal no era muy amable. Había un chico para todo y luego dos señoras en la recepción que atendían a los huéspedes malhumoradas porque les interrumpían sus conversaciones en el Facebook.
Nos acomodamos en la habitación y al encender la ducha vimos que el agua caliente no funcionaba. Fred bajó para ver qué pasaba y la recepcionista llamó a voces a Víctor, el chico que todo lo hacía. Tras cinco minutos sin respuesta, se levantó, dejó su conversación en el Facebook y abrió una llave de paso que estaba a 10 metros. Para preguntarnos si la ducha ya funcionaba, se puso a dar voces en el hall diciendo « Amigo, amigo, ¿funciona ya la ducha ? ». Todo eso porque no quería subir dos pisos de escaleras. ¡Esto es personal que da buena imagen al establecimiento y lo demás son tonterías !
Después de una ducha caliente, nos dispusimos a visitar Copacabana. Hay una catedral bastante bonita donde, su especialidad, es bendecir coches. Leímos que había una fiesta muy grande donde venía gente de toda Bolivia con sus coches nuevos completamente decorados para que fueran bendecidos y así poder evitar accidentes. Yo creo que algunas clases de seguridad en la autoescuela sería mucho mas efectivo, pero bueno, allá cada cual.
Estuvimos informándonos sobre cómo llegar a la Isla del Sol y nos dieron varias opciones :
- Caminar durante cinco horas hasta el cabo más cercano a la Isla del Sol y luego tomar un barco de remos
- Tomar un barco a motor desde Copacabana, pero el problema son los horarios : salidas a las 8h30 y 13h30 para la parte sur de la isla con vuelta a las 13h30 desde la parte norte. Con estos horarios o caminas muy rápido o tienes que pasar la noche en la isla.
- Alquilar un velero e ir por tu cuenta, pero esta opción era un poco cara porque el alquiler del velero era a la hora.
Al final optamos por el barco a motor desde Copacabana con salida a las 13h30, pernocte en la parte sur y vuelta al día siguiente a las 13h30 desde la parte norte. El barco era un poco lento y tardó unas dos horas y media en llegar. Al menos tuvimos animación, ya que una chica y un chico se pusieron a tocar la guitarra y a cantar para amenizarnos el trayecto.
La llegada a la isla es un poco deprimente porque hay un montón de niños de unos 9-10 años trabajando como jaleadores. Conocían todas las frases estandard para captar a los gringos e incluso proponían cargar nuestra mochila sin tener que pagar propina. Como digo, es deprimente porque esos niños deberían estar jugando o estudiando, pero no trabajando. Para no alimentar más esta situación injusta, decidimos pasar de ellos y buscar por nuestra cuenta un hostal que teníamos anotado de otros viajeros.
La primera parte de la visita consiste en subir por las escaleras incas, rodeadas de unos jardines muy bonitos. Las escaleras incas acaban en una fuente que es la única forma de abastecimiento de agua en la parte sur. Seguimos caminando un poco y las vistas eran espectaculares : se veía toda la Cordillera Real nevada.
Las vistas eran estupendas en esta isla, pero los habitantes no eran muy simpáticos. Es como que aceptaban a los turistas, pero no iban a hacer nada por relacionarse con ellos o hacerlos sentir a gusto. Era exactamente lo mismo que con la recepcionista del hotel, parecía que molestábamos.
El dueño del hotel donde nos alojamos nos explicó que el agua se subía en mula y que por eso la habitación con baño privado era mucho más cara ya que se gastaba más agua. No entendíamos muy bien por qué se gasta más agua en un baño privado que en uno compartido, hasta que vimos el baño compartido: el wáter no tenía sifón, por lo que el olor no era muy agradable y disuadía a los usuarios de tomar una ducha. Decidimos que podíamos pasarnos sin una ducha helada durante un día y medio, por lo que cogimos la habitación con baño compartido que, además, tenía mejores vistas.
La sorpresa fue que se estaba celebrando una boda en el pueblo y, por lo tanto, todo el mundo estaba de celebración. Vimos cajas y cajas de cerveza, todos estaban borrachos como cubas y además había un dj pinchando música y haciendo unos comentarios que eran lo peor : « Venga esas cholitas guapas y solteras, palomitas blancas y sin mancha, que salgan a bailar al centro ». ¿Palomitas blancas y sin mancha ? WTF
Por la boda, todos los restaurantes del pueblo estaban cerrados o los que estaban abiertos no tenían cocinera. Pregunté a un señor si había alguna familia en el pueblo que tuviera restaurante y que no se llevara bien con la familia de la boda, pero no apreció mucho mi broma. Al final encontramos el único restaurante que servía cena y todos los gringos nos concentramos allí. Lo malo es que sólo había una señora que hacía de cocinera y camarera, por lo que tardamos casi dos horas en tener la comida en la mesa desde que pedimos. Por un momento, nos planteamos entrar en la cocina y ayudar a la señora, pero casi no hablaba español por lo que desistimos.
Al día siguiente puse el despertador a las seis de la mañana para hacer la foto de rigor : el amanecer en la Cordillera Real. Yo puse el despertador, pero fue Fred quien se levantó a hacer la foto, porque hacia un frío de perros. Alguna foto quedó bien, pero las legañas no dejaban hacer fotos como es debido:). Por suerte, pudimos volver a dormirnos 🙂
El camino que atraviesa la Isla del Sol de sur a norte se llama « el eterno camino sagrado del sol ». Efectivamente, lo de eterno nos quedó muy claro : el paisaje era siempre el mismo y había que subir y bajar unas seis colinas que parecen idénticas. El paisaje era tan repetitivo que decíamos que habíamos entrado en un bucle infinito y que no teníamos escapatoria. Menos mal que el camino llegó a su fin y visitamos las ruinas incas de la parte norte. Fred me comentó que qué considerados eran en la Isla del Sol, que habían construído una mesa de picnic para los turistas, a lo que yo le contesté, que no era una mesa de picnic sino ¡una mesa ceremonial inca !
La ruta se acaba en la playa de la parte norte, que es bastante bonita, y Fred decidió que tenía que bañarse unos 15 minutos antes de que saliera el barco. Se metió y se salió sin nadar, porque el agua estaba bastante fresquita 🙂
La vuelta fue igual que la ida, en el mismo barco, sólo que desde el norte tardó tres horas y media. El capitán del barco tuvo el detalle de pasar por delante de las islas flotantes que están cerca de Copacabana, pero eran islas flotantes falsas. Habían puesto una estructura metálica y la habían cubierto con la paja de totora. Además no eran ni casas, eran un restaurante y una cafetería. Un poco decepcionante si se compara con las de Uros, supongo.
Al día siguiente, antes de coger el autobús para La Paz, visitamos el observatorio inca. A mí no me gustó mucho porque sólo eran piedras alineadas con el primer haz del sol durante los solsticios. Lo bueno, es que había una vista panorámica de Copacabana, el lago y la Isla del Sol.
Al bajar del observatorio nos encontramos con un desfile de colegiales en honor a la llegada de la primavera. Cada curso representaba una danza típica boliviana: unos la de los mineros, otros la de los pastores de llamas, otros la de los lecheros, etc. Los niños no parecían muy contentos y estaban cansados después de tantas horas de pie, pero los padres parecían muy orgullosos y contrataban los servicios de unos fotógrafos profesionales para inmortalizar el momento.
A medio día cogimos el autobús para La Paz y realizamos un trayecto de unas tres horas. Por el camino, tuvimos que pasar en barco una parte del lago : pasajeros por un lado y autobús por otro. Menos mal que también hay normas de seguridad por estos parajes, porque no me hubiera gustado nada cruzar el estrecho dentro del autobús.