Habíamos tomado un autobús desde Yangon hasta Kalaw, para poder hacer el trekking que unía este último pueblo con el lago Inlé. En la estación de autobuses de Yangon nos cruzamos con un par de españoles, Pedro y Patricia, que también estaban de turisteo por Birmania. Patricia era de Asturias y había estado trabajando como cooperante durante un tiempo en Camboya y Pedro era de Madrid y había decidido irse de vacaciones a Myanmar sólo un par de semanas antes, por lo que no tenía el viaje muy preparado. Estuvimos charlando un rato con ellos, Patricia contándonos cosas sobre Camboya y Pedro dándonos consejos para Laos.
Entramos en el autobús y nos dimos cuenta de que nadie sabía muy bien a qué hora íbamos a llegar a Kalaw, así que preguntamos. Unos decían que siete horas, otros que once y otros que dieciseis. Iba a estar complicado saberlo entonces, así que ya nos avisaría el del autobús. Intentamos dormir un poco, pero la cosa estaba complicada debido a las estrecheces del autobús, que estaba diseñado para el tamaño medio de un asiático. Al final llegamos a Kalaw sobre las tres de la mañana (10 horas de viaje) y nosotros ¡no teníamos hotel! Menos mal que Pedro había hecho una reserva y fuimos con él. Acabamos compartiendo una habitación de triple por 10USD (7.70EUR) la noche en el hostal Golden Lily. Por la mañana Pedro se fue directo a hacer el trekking de tres días, casi sin haber dormido, pero él tenía prisa porque no tenía muchos días de vacaciones. Nosotros nos podíamos permitir gandulear durante un día y comparar las opciones de trekking con las distintas agencias.
Los dueños del Golden Lily se pusieron un poco pesados con el trekking y ni si quiera nos dejaron desayunar tranquilos. Nos dieron la plasta diciéndonos que no íbamos encontrar un trekking más barato que el suyo (10000MMK (7.90EUR) por persona y por día) , pero no fueron muy explícitos con los detalles de la organización, el itinerario o las comidas. Como no nos gusta que nos agobien y que intenten que tomemos decisiones presionándonos, decidimos irnos al hostal de al lado, el Golden Kalaw Inn, que era parecido al Golden Lily en cuanto prestaciones, pero el personal era más simpático. Fui allí que conocimos a Cora y Damien, una pareja de irlandeses, y les propusimos hacer el trekking todos juntos.
Estuvimos comparando agencias y al final la cosa estaba entre Trekking A1 y Sam´s Family. El itinerario, las prestaciones y los precios eran parecidos, pero al final ganó Sam porque nos vendió mucho mejor el trekking y porque nos dijo que había otra pareja que había pasado a hablar con él y que estaban interesados. Sobre las cinco, fuimos todos a su restaurante y allí nos encontramos con Kevin y Jennifer, una pareja de americanos asiáticos. Sam volvió a explicarnos el itinerario, el nombre de las tribus por donde íbamos a pasar, en qué pueblo y con qué familia íbamos a dormir y cuánto íbamos a caminar cada día. El primer día caminaríamos durante siete horas por un bosque de pinos y unas plantaciones de té, el segundo andaríamos ocho horas y pasaríamos por los campos de cultivo y el tercero caminaríamos sólo cinco horas hasta llegar al lago. El precio era 34000 MMK (26.85EUR) por persona para tres días, incluyendo el transporte de la mochila hasta Nyang Shwe y el billete para el barco en el lago. Todo el mundo estaba de acuerdo, ¡así que ya teníamos grupo! Todo estaba arreglado, sólo hacía falta comprar algunas provisiones y estar listos a las ocho del día siguiente.
Sam nos presentó a nuestro guías, una jovencita y un jovencito de unos diecinueve años. Habían trabajado con Sam durante un año y su inglés era muy bueno. Ambos iban a hacer de guías y cocineros y eran capaces de hacer de intérpretes entre el idioma de las tribus y el inglés.
Pusimos rumbo al primer pueblo y antes nuestros ojos iban desfilando bosques de pinos y tierra de color rojizo. De ahí pasamos por los campos de té y acabamos tomando el almuerzo en casa de uno de los vecinos de un pueblo. Nuestros guías prepararon la comida en su cocina con un fuego de leña. Las condiciones eran mejores que las que habíamos visto en Perú, pero la casa no tardó en llenarse de humo. Pudimos entretenernos con algunos de los niños mientras que preparaban la comida y estuvimos observando la austera decoración de la casa. Tomamos las comida al estilo de Myanmar, todos sentados en el suelo alrededor de una mesa redonda. La comida estaba deliciosa y era bastante copiosa, por lo que no nos quedó más remedio que echarnos una siesta en las esterillas. Además había empezado a llover con ganas, así que había que esperar a que escampara. Al levantarme de la siesta tuve que ir al baño y ahí me ocurrió una de mis mayores desgracias: se me cayeron las gafas de sol al wáter tipo turco y se deslizaron hasta al agujero donde acaban todos los deshechos fisiológicos. ¡Una escena al más puro estilo Slum Dog Millionaire! Los que me conococen saben de mi problema para encontrar gafas que me estén bien, ya que tengo una cara muy pequeña y es difícil dar con un par de gafas que se ajusten a mi cara. Así que saí del cuartucho que era el baño y me puse a investigar si podía recuperar las gafas. Me di cuenta de que el precio a pagar era demasiado alto, así que allí reposarán mis gafas durante toda la eternidad. La bronca que me echó Fred fue contudente, por no tener cuidado con mis cosas, ¡como si él no hubiera perdido ni sé cuántos pares de gafas haciendo kite!
Por la tarde pasamos por una estación de tren en plena ebullición.
Seguimos caminando y sobre las seis llegamos al pueblo donde íbamos a pernoctar. Habíamos caminados veinticuatro kilómetros y estábamos todos bastante cansados. La primera sopresa fue que para ducharnos o lavarnos tuvimos que ir a la fuente del pueblo y lavarnos ante la vista de todo el mundo como buenamente pudimos. Yo me habría quedado en sujetador y bragas sin ningún tipo de poblemas, pero allí la desnudez no está bien vista. Lo que no me explico es por qué las chicas se duchan en la fuente con un sarong y los chicos en calzoncillos, cuando sería mucho más fácil tener unos cubitos e ir tranquilamente a tu casa a asearte. En fin… Acabamos lavándonos y dando el espectáculo a todo el pueblo y para cuando acabamos la cena ya estaba lista. Todo estaba muy bueno y acabamos bastante llenos. La segunda sorpresa llegó a la hora de dormir. De pronto vi que el dueño de la casa y nuestro guía empezaban a extender mantas sobre las esterillas. Yo no sabía para qué lo estaban haciendo hasta que me di cuenta de que ¡íbamos a dormir en el suelo! ¡Habíamos caminado veinticuatro kilómetros e íbamos a dormir en el suelo! No me lo podía creer, pero me lo lo tomé con humor y pensé que, incluso, a lo mejor era bueno para la espalda. La conclusión del experimento es que:
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Da igual cuántas mantas pongas en el suelo. Va a estar duro de todas formas
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Dormir en el suelo no es cómodo en ninguna posición, pero la cosa se hace más llevadera si cambias cada poco y das vueltas sobre ti mismo.
Por la mañana me levanté mejor de lo que yo esperaba y tras un desayuno delicioso empezamos a caminar de nuevo. El segundo día era por los campos de cultivo, donde pudimos que ver que todo el mundo trabajaba, incluído niños. Se seguía utilizando los bueyes y el arado para trabajar la tierra y las mujeres vestían un pañuelo de colores vistosos en la cabeza. Nos cruzamos con una panda de chiquillos que se volvieron locos cuando Fred empezó a hacerles fotos. Se morían de las risas cuando veían sus caras en la pantalla de la cámara y pedían más y más, poniendo caras imposibles para impresionarnos. De hecho, el que salió más impresionado de esta situación fue Fred, ya que vio a uno de los niños jugando con un pájaro muerto, y este no tardó mucho en venir a su lado y restregárselo por el brazo 🙂
Al día siguiente nos encontramos gente de lo más interesante por el camino :). Gracias a nuestros guías pudimos entablar conversacion con ellos.
La segunda noche nos acogió una familia de lo más simpática, una pareja de cuarentones (aunque parecía que tenían más años), con sus tres hijas en edad casadera. Nuestro guía sirvió de interpréte y los dueños de la casa nos hicieron un interrogatorio policial (para bien) sobre quiénes eran las parejas, dónde nos habíamos conocido, dónde vivíamos, cuánto tiempo llevábamos juntos, que si estábamos casados, etc, etc. Como había que devolvérsela, nosotros preguntamos lo mismo y muchas cosas más sobre su día a día y forma de subsistencia. Sobre las diez de la noche nos fuimos a dormir, lo que era tardísimo dado que ellos se levantaban a las cuatro de la mañana de normal.
El último día fue el que menos hubo que andar y sobre la una de la tarde ya estábamos en la orilla del lago listos para tomar la barca que nos llevaría a Nyang Shwe. Fui muy chuli el paseo de una hora, ya que empezamos navegando por los canales del pueblo donde pudimos ver los huertos y jardines flotantes y luego navegamos por mitad del lago. La pena es que era muy tarde y no pudimos ver a los pescadores que reman con un pie mientras utilizan las manos para extender las redes.
Nyaung Shwe no estaba al pie del lago propiamente, si no en el interior de un canal de 5 kilómetros, pero no teníamos otra opción porque allí se encontraban todos los hostales baratos del Lago Inle. Nos alojamos con Damien y Cora en el hostal Queen Inn, por 20 USD (15.40EUR) la habitación doble. Las habitaciones no eran nada del otro mundo, pero lo mejor era el desayuno y sus pancakes de plátano y que a media mañana y a media tarde regalaban zumos de fruta buenísimos. Vagueamos durante un día para recuperarnos de los sesenta kilómetros que habíamos andado los tres últimos días y visitamos el templo del pueblo, donde Fred mostró lo que había aprendido sobre las ofrendas a Buda haciendo todo el ritual (las señoras de la puerta nos “obligaron” a comprar las flores de la ofrenda y no hubo forma de quitárselas de encima).
Aprovechamos el primer día en el lago Inle para alquilar unas bicicletas (1500MMK (1.18EUR) por bici) e irnos a las termas que estaban a unos 10 kilómetros.En las termas nos encontramos con otros cinco turistas, normal que no econtrásemos a ningún local dado el precio (8USD (6.16EUR) por persona). Había tres piscinas muy lujosas, pero en una no se podía poner ni un pie dentro por lo caliente que estaba el agua.
Lo mejor de las termas fue el paseo en bici hasta allí, ya que vimos escenas muy típicas de la vida diaria. Búfalos bañándose con niños, gente sembrando, camionetas llenas de gente… Hubo algún turista que se atrevió a montar algún búfalo en el río y todo 🙂
Al día siguiente dimos una vuelta en barca por el lago (15000MMK (11.85EUR) por barca). Empezamos viendo el arte que tenían los pescadores remando con una pierna y manteniendo el equilibrio para pescar. Luego vimos los jardines y huertas flotantes con sus berenjenas y tomates tostándose al sol. Después el guía nos llevó a un taller donde un montón de mujeres tejían telas, algunas con el hilo que sale de la planta del loto. La siguiente visita fue una fábrica de tabaco local, donde los puritos sabían a rayos y centellas. Luego aterrizamos en un monasterio donde había cuatro Budas que necesitaban un lifting con urgencia porque eran unas bolas redondas por la cantidad de hojas de oro que la gente les había pegado encima. Había una leyenda relacionada con esos Budas. Resulta que había cinco Budas en ese monasterio y cuando estalló la segunda guerra mundial decidieron evacuar a los Budas a un lugar seguro (de locos). Los montaron en un barco y el barco se hundió y tan sólo pudieron rescatar cuatro de los cinco Budas. Estuvieron buscando al quinto, pero nunca lo encontraron. Cuenta la leyenda, que cuando volvieron al monasterio una vez pasada la guerra, el quinto Buda estaba allí y que la estatua había llegado sola. A nosotros nos daba la risa escuchando ese tipo de “milagros”, pero hay que ser respetuosos con las creencias de los demás por muy ridículas que nos parezcan. Por supuesto era mejor decir que se había producido un milagro que pensar que alguien había encontrado el Buda por casualidad y que lo había dejado de nuevo en el monasterio. La última visita fue el monasterio de los gatos saltarines de hulahop, pero los gatos ya no saltan porque al nuevo prior del monasterio no le gustan los gatos y por tanto no los entrena.
En cuanto a comida, el lago Inle no fue excepcional. Es raro que en un sitio productor de frutas y verduras la comida no esté buena, pero el arroz frito estaba bañado en grasa al igual que los noodles y los currys. La excepción fue la noche que fuimos a cenar con las otras parejas del trekking un restaurante recomendado por la Lonely Planet, donde todo estaba buenísimo.
Nuestro siguiente destino era Bagan, pero antes había que sufrir un poquito en el autobús.