Para llegar a Bagan, uno de los destinos estrella de Myanmar, hay que sufrir. Es como el dicho que dice “Para estar bella, hay que sufrir”, pues en este caso es lo mismito. ¿ Y por qué hay que sufrir? Pues porque si estás en el lago Inle y tomas el autobús que lleva a Bagan, vas a vomitar hasta la primera papilla en una de las muchas curvas que hay en el camino. Si unes las curvas a que el conductor se cree estar en un circuito de fórmula uno dando acelerones y frenazos, la vomitera está asegurada. Al menos conseguimos llegar, con mal cuerpo, pero llegamos 🙂
¿Y qué tiene Bagan de especial que todo el mundo quiere ir? Pues una llanura con más de 4000 templos y unos amaneceres y atardeceres increíbles.Hay templos para todos los gustos: grandes, pequeños, restaurados, otros que se caen a cachos, cada uno con un Buda distinto, de ladrillo, pintados en blanco y oro, etc, etc.
Visitar Bagan en temporada baja tiene mérito, ya que en la región se superan los cuarenta grados centígrados durante el día. Si partimos de la base que la mejor forma de visitar los templos es en bicicleta (1500 MMK (1.18EUR) por día) o en calesa de caballos, la sudada es inevitable y serás consciente de que hay partes de tu cuerpo que tú ni siquiera sabías que podían sudar. Lo mejor en estos casos es adaptarse al ritmo español, es decir, hacer vida muy temprano y muy tarde y hacer lo mínimo durante las horas de más calor. Así que nuestro ritmo era el siguiente: levantarse a las seis de la mañana, a las siete ya estábamos pedaleando para visitar hasta las once, vuelta al hostal para ducha y comida, siesta, salir a las cinco para seguir visitando y ver la puesta de sol y de vuelta al hostal sobre las siete para la cena. Este ritmo nos evitó una deshidratación y acabar completamente cangrejos como otros turistas, que los pobres tenían unas quemaduras del sol que dolían solo mirarlas. También nos permitió disfrutar de la lectura del libro “Burmese days”, donde George Orwell describía la vida en Birmania durante la época de colonialismo inglés. Aunque en el libro se intenta reflejar la realidad del año 1934, nos dimos cuenta de que había muchas cosas que no habían cambiado ni un ápice con respecto a la realidad que nosotros estábamos viviendo en el país.
No sé ni cuántos templos visitamos, quizá treinta, pero todos tenían la misma arquitectura interior. Había pasillos que trazaban una especie de cruz y había cuatro habitaciones que albergaban los Budas de mayor tamaño. A veces había frescos en los muros y otras veces murciélagos en los techos. Algunos templos estaban muy concurridos y en otros no había nadie. En algunos se podía subir a la planta superior , estos eran los mejores porque permitían ver la inmesidad de la llanura y la cantidad de templos que nos rodeaban.
Aunque Bagan era muy bonito, también hubo una parte que no nos gustó, que era que toda la economía del pueblo estaba basada en el turismo. Para empezar hubo que pagar una entrada de 10USD (7.70EUR) por cabeza para poder entrar al pueblo. Para seguir, al ser temporada baja y al haber cuatro turistas, todos los vendedores se pegaban a nosotros como lapas (y esto no es lo normal en Myanmar). Hasta tenían entrenados a los niños para hacer las fras preguntas estúpidas de contacto (Hello, how are you? where do you come from?) para luego intentar venderte una postal, un souvenir, un Buda, etc. ¡Ays de qué mala leche me pone ver trabajar a los niños y que no estén en el colegio! También era imposible escapar de los vendedores de artesanía, que estaban apostados en todos y cada uno de los templos. Nosotros entrábamos de puntillas por la puerta de atrás para que nos vieran, pero en el momento que nos pillaban, ya no teníamos escapatoria y nos tocaba aguantar la charleta de que su padre/abuelo/tío era un artista y que los que veíamos allí era único y que deberíamos comprarlo y llevarlo como regalo a nuestras familias. Había que decirle unas veinte veces que “no, gracias” y al final podíamos irnos. No os creais que siempre podíamos hacernos los duros y no comprar nada, ¡no! Nos llevamos para casa una tela con un impreso de arena para hacer un cojín…
Otra de las delicias de Bagán fue su cocina, porque a diferencia del lago Inle, aquí todo estaba bueníííísimo. Comimos verduras, curries, zumos y crepes divinos. Yo creo que nos quedamos en Bagan un día más por la comida :), pero dos días y medio fueron más que suficientes y había que continuar. Próximo destino Mandalay, una de las antiguas capitales de Myanmar.
PD.- Para no pagar los 10USD (7.70EUR) de entrada a Bagan hay un truqui que vimos ejecutar a otro turista en el autobús. Otro turista, en el hostal del lago Inle, le había dado a este chico el ticket que él ya había utilizado hacía unos días. El turista que había en nuestro autobús le dijo a la señora que controlaba los tickets que su entrada databa de la semana anterior porque ya había estado en Bagan y que le había gustado tanto que quería repetir. La cosa coló…