Para llegar a Paracas tuvimos que coger dos autobuses. El primero desde Huaraz hasta Lima con la empresa Linea y llegada a Lima a las 6.30 y el segundo con la empresa Oltursa y llegada a Paracas a las 10.45.
Creo que no lo he comentado en entradas anteriores, pero si hay una cosa que es un rollo en Perú, es que no hay estaciones de autobuses. Cada compañía tiene su propio terminal y, la mayoría de las veces, ni si quiera están en el mismo barrio. Como podeis imaginar, esto no es nada práctico para enlazar varias compañías ni para pedir precios, ya que no todos los recorridos se pueden visualizar en sus páginas web.
Volviendo al tema que nos concierne… La llegada a Paracas fue como de costumbre, agobiante por los jaleadores. Todos te quieren llevar a su hotel y quieren venderte sus tours ¡ antes de poner un pie fuera del autobús! Son como moscas c*j*n*ras y te hartan a preguntas. Yo he optado por ser muy borde y contestar lo menos posible y Fred ni habla.
Nos instalamos en el hostal Backpackers House Soler, 35 Soles la habitación doble. El hostal está más o menos bien: baños limpios, aunque sin papel higiénico, agua caliente, colchones no muy firmes, cocina, wifi y zona de lavandería.
Paracas no es muy grande, sólo tiene tres calles de un kilómetro, más o menos, y paralelas al mar. Estuvimos pidiendo precios para ir a Islas Ballestas y hacer sandboarding. Al final nos decantamos por el tour que nos habían ofrecido en el hostal por 30 soles por persona para ir a Isla Ballestas y decidimos que ya veríamos al día siguiente en Ica para el sandboarding porque nada nos convencía.
Pasamos la tarde lavando toda nuestra ropa al estilo tradicional: jabón en mano, cepillo en mano y restriega que te restriega contra la piedra del lavadero. Para no ser profesionales, la ropa nos quedo bastante decente 🙂 De hecho, en este pueblo no había ni lavanderas ni lavandería.
También aprovechamos la cocina del hostal y nos dimos un «festín»: nos hicimos una simple pasta con tomate. ¡Por fin variamos del arroz con pollo y patatas! Luego estuvimos descansando y haciendo nada.
A la mañana siguiente el despertador sonó pronto, ya que el barco hacia las islas salía a las ocho de la mañana. Cuando llegamos, ¡menuda algarabía había alrededor del puerto! Por lo menos había unos quinientos turistas esperando para embarcar. No sabíamos muy bien de dónde había salido tanta gente.
Esperamos pacientemente para embarcar y, una vez dentro de la lancha, pusimos rumbo a las islas. Lo primero que vimos fue «El Candelabro». Es una figura dibujada en la arena de las dunas y nadie sabe muy bien quién lo hizo y para qué sirve. Unos dicen que es una señal para navegantes, otros que está relacionado con las líneas de Nazca, otros que es una señal que indica un tesoro escondido, etc. La teoría de Fred y mía es que alguien del pueblo va a dibujarlo todas las noches para tener una atracción más para turistas 🙂
Bueno, cambiando de tema, lo que más me gustó de las Islas Ballestas fueron los animales, obviamente. Había pelícanos, lobos marinos, pingüinos, piqueros peruanos, delfines, etc. Es impresionante ver cómo los pájaros han hecho de estas islas sus casas y ver la playa «de la maternidad», donde los leones marinos vienen a parir a sus crías.
Otra de las peculiaridades de estas islas es el guano, forma fina de decir «mierda de pájaro». El guano es un fertilizante muy potente y sirvió como producto de exportación de Perú. De hecho, el guano se utilizó para cancelar la deuda externa que Perú mantenía con Chile por una guerra. Hoy día, la población de aves ha disminuido por epidemias y por el fenómeno del Niño, por lo que el guano ya sólo se utiliza para los campos peruanos.
Después de esta fantástica visita, tomamos un bus para ir a Ica. Ica es otra ciudad sin más: tráfico caótico, todos los taxistas preguntándote que si quieres tomar su taxi, la plaza de armas, gente vendiendo fruta con un megáfono… ¡Lo normal en estos sitios!:) Estuvimos dando vueltas por varias agencias y comparando precios. Conseguimos el sandboarding por cuarenta soles por persona durante dos horas con movilidad incluida en la agencia «Las cataratas del Iguazu» en la Plaza de Armas.
Comimos tranquilamente y luego tomamos el taxi que la agencia nos había puesto con otra pareja de peruanos. De Ica fuimos a la Huacachina, que es el oasis donde están las dunas, y fuimos a la agencia del touroperador «Ciro Adventures», que estaba relacionado con el touroperador de Ica . ¡Y ahí fue donde empezó el desastre! Yo no sé si es porque pagamos 5 soles menos que en el resto de agencias o fue fruto de la casualidad, pero desde luego que no pienso recomendar ninguno de los dos touroperadores a nadie. Todos los grupos empezaron a salir alrededor de las cuatro, la hora establecida, y nuestro grupo, de unas veinticinco personas, estuvo esperando alrededor de media hora. Nos tocó en un bugguie con un conductor que tenia pinta de niñato y, efectivamente, mis sospechas se cumplieron: dio tal acelerón con el bugguie en frío, que el tubo de escape se rompió. Todos tuvimos que bajar del coche, esperar a otro y volver a acomodarnos. Mi mala leche iba en aumento por segundos porque esta actividad era el regalo de cumpleaños de Fred.
Conseguimos salir del pueblo y ya por fin empezó lo bueno. Primero tomamos algunas fotos en las dunas.
Luego, menudo subidón de adrenalina: subir a toda velocidad por una duna y no saber lo que hay al otro lado. Cuando ves que medio coche está en el aire y que debajo sólo hay una pendiente impresionante ¡te dan escalofríos! Creo que es lo más cercano que estaré nunca del Paris-Dakar.
Luego fuimos a hacer el descenso de las dunas con las tablas de sandboard. En nuestro grupo sólo Fred y un chico uruguayo se atrevieron a hacerlo al estilo tradicional, es decir, de pie. El resto nos pusimos tumbados en la tabla y yo creo que es mucho más impresionante porque se coge más velocidad. En la primera duna me lo pensé, porque la pendiente es muy grande, pero cuando vi que el resto se tiraban y que no pasaba nada, me hice la valiente. El error que cometí fue gritar, porque se me llenó la boca de arena y luego no hubo forma de que se fuera…
Tras el descenso de las dunas fuimos a tomar unos fotos a un oasis y luego de vuelta a la Huacachina.
Me quejé en la agencia por la falta de puntualidad con respecto a los horarios y los problemas, pero de poco sirvuó porque el jefe no se dignó en aparecer….
Tras una vuelta rápida en taxi a Ica, tomamos el autobús de noche hacia Arequipa, con arena incluída en el pelo y las orejas 🙂