El volcán Agung

Cada mañana en Buitan nos levantábamos con vistas al volcán Agung. Bueno, en realidad, sólo las mañanas que nos levántabamos temprano, porque las nubes no tardaban mucho en cubrir la cima del volcán.

 

El volcán Agung es el punto más alto de la isla de Bali. Mide 3031 metros y tiene un cráter de 700 metros de diámetro. El volcán está activo y la última erupción registrada fue en el año 1964. Esto no es un inconveniente para que cada día locales y turistas escalen a la cima para deleitarse con un magnífico paisaje a la salida del sol.

Habíamos leído comentarios de otros viajeros diciendo que la subida al volcán Agung merecía mucho la pena, pero que era muy difícil y cansada. Como los comentarios siempre son un poco relativos, decidimos echarle un vistazo al perfil del trekking. ¡Vale! 1500 metros de desnivel casi en línea recta con un poco de escalada no era un camino de rosas, pero seguro que lo podíamos hacer, aunque nos llevase más tiempo de lo normal. Hablamos un poco de esta actividad al resto de voluntarios de la ONG, quienes se apuntaron a venir con nosotros en seguida.

Habíamos leído que hacía falta un guía, ya que el trekking era de noche (empezaba a las dos de la mañana) y no estaba muy bien señalizado. Hicimos lo que hacemos siempre: pedir precios en varios sitios. Emelie cogió el teléfono y llamó al menos a tres guías para negociar precios y ver condiciones. Cuando teníamos una oferta, llamaba a los otros guías para decirles dicha oferta y ver si podían bajar el precio o subir las prestaciones. Así varias veces y al final conseguimos hacer trato con Wayan para subir la cara sur (la fácil) y cuya prestación incluía dos guías, linternas, transporte y desayuno por 250.000 IDR (0.00EUR) por persona.

El chófer pasó a recogernos por el centro a las doce y media de la noche. Estábamos todos en un estado raro. Algunos de nosotros nos habíamos echado una mini-siesta, otros no, otros se habían inflado a tomar café, otros preferían no tomarlo, algunos habían cenado, otros no… ¿Cómo te preparas para una excursión que empieza a las doce de la noche y que sabes que no va a acabar hasta las doce la mañana del día siguiente? Ya no estábamos para arrepentimientos ni vueltas a atrás, así que iba a haber que subir sí o sí.

Wayan venía acompañado del segundo guía, que no era otro que su hermana. Se notaba la experiencia de Wayan a la legua, porque una de sus exigencias fue que si éramos seis integrantes en el grupo, entonces era necesario tener dos guías. Y razón no le faltó, ya que hubo un momento en el que hubo que dividir el grupo en dos.

Hubo presentaciones, ingesta de plátanos y chequeo del material . Todo estaba listo y ya podíamos empezar a caminar. Empezamos subiendo los incontables escalones del templo Pura Pasar Agung, en cuya base hicimos una parada técnica para que Wayan y su hermana pidieran a los espíritus que nos protegieran en la ascensión. Rezo, ofrenda de incienso y flores hechos, completamente protegidos y con buen aura y karma, empezamos la ascensión de verdad.

En realidad no había ningún camino y el concepto de zigzag parece que no ha llegado a Bali todavía. Subíamos casi en línea recta por el “camino” que los torrentes de agua habían trazado en la época de lluvias. Había ramas de árboles caídas, trozos de tierra que se desplomaban bajo nuestro peso, alguna sangijuela que otra y trozos en los que nuestros pies no cabían en paralelo. Lo positivo de todo esto eran las vistas cuando nos parábamos a descansar. Pudimos ver cómo es Bali de noche y nos dimos cuenta de que, en realidad, Bali no está tan masificada como dicen. La mayor parte de la gente vive en Denpasar y Kuta, pero el resto de la isla está casi a oscuras. Gracias a esto, disfrutamos del espectáculo de las estrellas, con alguna estrella fugaz incluída.

 

Pensaba que una vez pasada la zona boscosa la caminata mejoraría, pero ¡no! Luego pasamos a la zona de rocas, donde caminábamos sobre lava solidificada. Había trozos sonde había que subir ayudándose de las manos y poniendo los pies en unas posiciones determinadas. Estuviños así durante una hora y al final estábamos exhaustos, pero conseguimos llegar a la cima antes de las seis de la mañana, justo cuando empezaba el amanecer.

 El espectáculo era uno de los más bonitos que he visto en mi vida. El sol empezó a iluminar las islas de Lomok y Gilis y el cráter era más que impresionante. La verdad es que daba un poco de miedo acercarse, porque la caída podía ser mortal. El volcán nos agasajó con unas bonitas y olorosas fumarolas de azufre y los colores del cráter fueron cambiando con la luz del amanecer.

 

Desayunamos los pisen goreng que la mujer de Wayan había preparado para nuestro desayuno junto con un té y estuvimos charlando con otro excursionista y guía, además de tomar fotos, durante casi una hora. Después de esto lo peor estaba por llegar: ¡la bajada!

 

Todo lo que habíamos subido había que volver a bajarlo de golpe. Las rodillas iban más que machacadas y los cuádriceps soportaban todo el peso del cuerpo. Hacíamos algún descanso de vez en cuando, pero no era suficiente para relajar las piernas.

Por el camino nos encontramos con monos, no muy simpáticos. Wayan nos advirtió que no nos parásemos y que siguiésemos caminando, porque si no los monos podían considerarlo como una incitación y empezar a atacarnos. Yo cogí una piedra y Wayan me sugirió que la dejara, porque si tiraba una piedra a un mono, este daría el grito de alarma y todos los monos vendrían a socorrer el mono que estaba siendo atacado. ¡Y yo que pensaba que los monos funcionaban como las vacas! Ays…

Seguimos bajando y yo estaba cada vez más cansada. Tenía tembleque en las piernas y de vez en cuando me fallaban, pero al menos tenía un bastón. Wayan se portó de maravilla conmigo y me ayudó un montón bajando en las zonas más abruptas. Al menos esto me permitió charlar un rato con él y saber más de su vida.

 Tardamos más en bajar que en subir. Cuatro horas a la subida y cinco de bajada. Una vergüenza si lo comparamos con el récord de un señor francés, que tardó dos horas y media en subir y bajar, corriendo, claro. Al final tuvimos lluvia, barro, caídas por resbalones, pero al menos todos llegamos sanos y salvos al coche.

Estábamos todos en un estado catatónico, así que decidimos acabar el día, o mejor dicho la noche, en las tumbonas de la White Sand Beach tomando cocos y comiendo marisco. Se necesita una recompensa después de tanto esfuerzo 🙂

Nota: Otra opción de trekking en Bali es el monte Batur. Es una caminata fácil, bien señalizada, con vistas bonitas, pero no tan espectaculares como las del monte Agung. Antes de decidirnos por el volcán Agung, estuvimos leyendo en Tripadvisor sobre el circuito del Monte Batur y muchos viajeros habían descrito en sus comentarios problemas con una “mafia local” cuando habían intentado hacer el trekking sin guías. Por lo visto, ciertas personas locales llegan a las manos con turistas que se niegan a contratar un guía porque saben que no es necesario. No es que haya sido un caso aislado, si no que más de un turista comenta sobre experiencias desagradables con este tipo de personas. Si alguien se decanta por el trekking del Monte Batur, que le eche un vistazo a Tripadvisor para saber cómo ha evolucionado este tema.

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