Potosí y el Cerro Rico

 

En Potosí elegimos el hostal « La Vicuña » porque tenía muy buenas referencias con respecto a la visita de las minas en el Cerro Rico y esta era la actividad principal que queríamos hacer en esta ciudad. Nada más llegar nos inscribimos a la salida del día siguiente y nos fuimos a dar una vuelta. Nos dimos cuenta en seguida de que la ciudad estaba a 4000 metros por el frío que hacía y, una vez de vuelta en el hostal, tuvimos que meternos debajo de cuatro capas de mantas más el saco de dormir y tuvimos que arrimarse el uno al otro para poder dormir un poco calentitos.

Potosí está a las faldas del Cerro Rico, que es la montaña de donde se extrajo tanta plata durante la conquista española de Bolivia. Durante la explotación española, la pureza de la plata era del 90% y, se dice, que con toda la plata que extrajeron se podría haber construído un puente entre América y Europa. Durante los años 1500 Potosí fue la ciudad más grande del mundo, por delante de París o Londres, y durante este período conoció su época de mayor apogeo. El Cerro Rico es el símbolo de Bolivia y es uno de los elementos claves de su historia.

Cuenta la leyenda que el emperador Inca Huayna Capac escuchó una voz que le decía que no excavara la montaña porque el metal que contenía estaba destinado « a otros ». Años después, fue el inca Diego Huallapa quien descubrió la plata en el Cerro Rico. Diego era un pastor de llamas y un día se le escapó una. Empezó a buscarla y se le hizo de noche, por lo que encendió una fogata a las faldas del Cerro Rico. Con el calor del fuego, el suelo se derritió y plata en estado líquido empezó a manar del suelo. Por culpa de Diego los españoles se enteraron de la existencia del codiciado metal. A partir de ese momento, todas las esperanzas para sanear las deudas de la Corona española se depositaron en ese monte.


Durante la época colonial, los indígenas trabajaban las minas en unas condiciones terribles, por lo que murieron ocho millones de personas en cuarenta años. Como la mano de obra empezaba a escasear, los españoles trajeron esclavos africanos, pero estos morían por las duras condiciones de trabajo y sobre todo por el frío  Para no perder su « inversión », los españoles se llevaron a los esclavos africanos a la zona de Los Yungas, más tropical, para que cultivaran la planta de coca.

El Cerro Rico se ha explotado durante cuatrocientos años initerrumpidamente y actualmente hay seis niveles, hasta una profundidad de trescientos metros. La plata sólo se encuentra en niveles inferiores y su pureza no es muy buena. En realidad, el cerro es como un queso gruyere y, probablemente, algún día la mayoría de las secciones se caerán.

El cerro lo explotan, hoy día, siete cooperativas y trabajan unas 2700 personas en total dentro y fuera de la mina. La remuneración que obtienen depende exclusivamente de la producción obtenida y las ganancias se reparten proporcionalmente entre todos los cooperativistas según experiencia y tipo de puesto. Cuando un cooperativista muere o se jubila, alguien de su familia puede ocupar su puesto. Normalmente es el hijo mayor, pero si los hijos son demasiado jóvenes, entonces es su esposa. La repartición del cerro con respecto a las cooperativas es la siguiente: el primero que dinamita la beta es quien se la queda. Esto implica que no hay un orden en la creación de galerías, por lo que el mayor factor de mortalidad dentro de la mina son los derrumbes. Fuera de la mina, es la silicosis es la mayor causa de mortandad. El promedio de vida de un minero es de cuarenta y cinco años.

Antonio, minero durante veinticinco años en Potosí, ofició de guía en nuestra visita a la mina. Su historia como minero empezó a la edad de catorce años, siendo él el mayor de cinco hermanos. A sus diecinueve años su padre murió y, entre toda la familia, se decidió que él seria el último miembro en trabajar en la mina. Con su trabajo, pagó los estudios universitarios de todos sus hermanos.

El aspecto de Antonio, con casi cuarenta años, dejaba adivinar la dureza física que requiere trabajar en una mina ya que aparentaba muchos más. Pequeñito y con chepa, por caminar agachado en los túneles, además de tener sólo seis dientes por los efectos de masticar hoja de coca a diario. Al menos, el sentido del humor no le faltaba en ningún momento y nos hacía bromas y nos contaba chistes continuamente 🙂 Además, lo que más me impresionó fue que hablaba inglés muy bien gracias al contacto con los turistas. ¿Qué le podría haber deparado la vida a una persona así de inteligente si hubiera nacido en otro sitio ?

El grupo de la excursión estaba formado por dos chicos de Los Ángeles, un señor alemán de unos sesenta años, una chica brasileña y nosotros dos. Nos pusimos las ropas de faena que consistían en unos pantalones y camisa, las botas de seguridad, el casco y un cinturón que contenía una batería como la de los coches para asegurarnos luz durante todo el trayecto.

 

La visita empezó en el mercado de los mineros, donde compramos obsequios para las personas con las que íbamos a hablar en el tour. Antonio nos explicó en qué consistía el kit básico del día a día de un minero : hojas de coca, catalizador dulce, cigarrillos de menta, bebidas energéticas, alcohol de 80 grados y dinamita. De hecho, Potosí es el único sitio del mundo donde se puede comprar dinamita libremente sin ningún tipo de permiso. 

Además, Antonio nos dio un curso acelerado de cómo fabricar explosivos. Empezó tirándonos los cartuchos de dinamita para que los atrapásemos y todos nos ac*j*namos, pero ¡había truco !. El compuesto de los cartuchos era muy estable y nos lo demostró pasándole la llama de un mechero. Sólo poniéndole una mecha y un poco de pólvora en el interior se conseguía hacer un combinado explosivo. Nos explicó que treinta centímetros de mecha daban margen de un minuto para correr, por lo que así podían calcular más o menos la longitud de la misma.

Después de habernos surtido con regalos varios, empezamos la visita en la propia mina. La primera persona con la que pudimos charlar fue con doña Gracia, la « organizadora » de las mujeres. En la mina hay mucha superstición aún y se cree que si las mujeres entran a trabajar dentro de la montaña, entonces la Pachamama se pondrá envidiosa y ocurrirán accidentes. Por lo tanto, la mayoría de las mujeres trabajan fueran de la mina extrayendo y separando los metales de la piedra, como por ejemplo el zinc. Aunque estén fuera de la montaña, estas mujeres también están expuestas al polvo, por lo que la silicosis también les afecta. Esta señora empezó a trabajar en la mina porque su marido quedó ciego en un accidente y ella ocupó su puesto. Yo le pregunté que qué tipo de cobertura tenían las mujeres cuando se quedaban embarazadas y por respuesta obtuve que sólo la solidaridad femenina hacía que las embarazadas ocuparan puestos menos penosos. Unas compañeras cubrían a otras, pero seguían trabajando hasta casi dar a luz.

Llegados a la entrada de la mina pudimos ver las ofrendas hechas por los mineros para pedir a la Pachamama productividad en sus hallazgos : sangre de llama y hojas de coca. Empezamos a bajar y el ambiente empezó a cargarse de polvo. Las galerías salían hacia un lado y hacia otro y no había marcas para saber en qué punto estábamos, por lo que los mineros tienen que aprenderse de memoria su camino y tener un mapa mental de las galerías.

Nos cruzamos con dos mineros que subían a la superficie después de ocho horas de trabajo, completamente sudorosos y con cara de estar muy cansados. Los saludamos, apenas hablamos con ellos y les dimos parte de los regalos que habíamos comprado. Antonio nos explicó que los turnos solían durar ocho horas, pero que era muy fácil perder la noción del tiempo allí abajo y más cuando estás masticando hojas de coca constantemente para no sentir la fatiga. Nos contó que él perdió una vez la noción el tiempo y que estuvo trabajando casi dieciséis horas. Cuando miro el reloj vio que eran las seis, pero pensó que eran de la tarde cuando en realidad eran de la mañana. Su familia estaba muy preocupada pensando que había tenido un accidente y llamaron de madrugada al gerente de la cooperativa para notificar su ausencia. El gerente vio en las fichas que no había salido en el turno anterior, por lo que mandó a alguien a buscarle en la sección que se suponía que debía estar. Y allí se lo encontraron, ¡trabajando sin tener de ni idea de la hora que era en realidad !

Seguimos bajando al segundo nivel y allí nos encontramos con dos de los mineros con más experiencia de la cooperativa. Estaban trabajando en la extracción de zinc y Antonio nos animó a hacerles todas las preguntas que quisiéramos. Los mineros no perciben dinero directamente de las visitas, pero tienen un fondo en común. Yo les pregunté que si no les molestaba tener turistas allí , ya que estos tours son un poco voyeuristas, pero me dijeron que no. Me contestaron que los tours eran necesarios para que el mundo exterior conociera las condiciones en las que trabajan y que la gente pudiera tener consciencia del valor de su trabajo y su sacrificio. Además, me explicaron que los tours empezaron porque hace unos seis años el gobierno decidió clausurar todas las minas del Cerro Rico, por lo que se quedaron sin medios de ingreso y tuvieron que recurrir a esta idea para poder alimentar a sus familias.

En el tercer nivel tuvimos nuestra dosis de adrenalina. Cuando estaba gateando por una subida, oí cómo a cuatro metros de mí Antonio decía : ¡Parad ! Unos segundos después se escuchó una explosión tremenda : estaban dinamitando tres galerías más lejos. Con los pelos como escarpias y con ganas de salir a toda prisa de allí, Antonio nos dijo que nos tranquilizásemos,  que no era peligroso porque en esa sección la roca era estable y era improbable un derrumbe. Claaaaro, ¡¡como si hubiera mapas tridimensionales de la mina para calcular la carga de cada sección !!

Momentos después, Antonio nos explicó algunas « normas de seguridad ». Cuando se va a dinamitar, el minero se pone en la entrada de la galería y grita « guarda » si es una carga, « guarda, guarda » si son dos o «  guarda, guarda, guarda » si son tres o más. Así sus compañeros pueden calcular la potencia de la explosión. Nos encontramos en la entrada de la galería con el minero que había dinamitado y le dimos algunos regalos. Este minero estaba trabajando solo y que yo sepa las galerías pueden tener dos lados, ¿no ? ¿Quién estaba vigilando el otro lado entonces ? En fin, con estas « medidas de seguridad » no me extraña que haya muchos accidentes 🙁

En el cuarto nivel Antonio nos llevó a ver al Tío, que es una escenificación del diablo. En las creencias de los mineros, el mineral surge de la unión de la Pachamama con El Tío. El Tío es el protector de los mineros y cada viernes se realiza un ritual en el que se le ofrece hojas de coca, alcohol y cigarrillos. También se recitan oraciones en quechua, completamente a oscuras, durante estos rituales. Vistas las condiciones en las que trabajan, no me extraña que quieran creer en un ser superior que les protege de los accidentes… Nosotros también hicimos ofrendas, tal y como Antonio nos enseñó, y fue un momento muy íntimo.

Por último, Antonio se llevó a los chicos al quinto nivel para ver una veta de plata y para hablar con los mineros que trabajan casi a trescientos metros de profundidad. Estos mineros tardan dos horas en descender hasta el último nivel y dos horas y media en subir a la superficie, por lo que pasan la mitad de su tiempo laboral recorriendo túneles y galerías. La chica brasileña y yo nos quedamos a la entrada de la quinta galería, porque estábamos muy cansadas. Esperamos casi cuarenta y cinco minutos en la oscuridad y yo empecé a notar cómo la chica brasileña se iba agobiando por momentos. Para que no se estresara más, yo empecé a hablarle de todo y de nada, pero al mismo tiempo pensaba que si Antonio no volvía yo no sabría orientarme sola hasta la superficie. Decidí que yo no iba a entrar en modo de pánico también, por lo que seguí dándole conversación y como a los diez minutos Antonio asomó la cabeza por el agujerillo que llevaba al quinto nivel.Uf, ¡menos mal !

Ya habían pasado más de tres horas y media desde que habíamos entrado a la mina y por fin empezamos a subir. Yo estaba muy cansada por el esfuerzo físico de subir/bajar/gatear/trepar, muerta del frío, harta del polvo que había en todas partes, con dolor de cervicales por estar con el cuello agachado todo el rato y con bastante hambre. Antonio nos llevó por un atajo para subir un poco mas rápido y al llegar a la superficie el sol me cegó completamente. A pesar del dolor de ojos, estaba muy contenta de estar de nuevo respirando aire sin polvo y poder estar en un lugar abierto.

En el camino de vuelta al bus le pregunté a Antonio que por qué no explotaban el Cerro Rico, extraían la poca plata que quedaba y cerraban la mina. Su respuesta fue que el Cerro Rico no podía desaparecer porque era la identidad de Bolivia, y que si ese cerro desaparecía, entonces muchas cosas se iban a olvidar.

Le pregunté también que si España pagaba algún tipo de compensación a Bolivia por toda la plata que habíamos robado. Me dijo que no, que todo lo que habían conseguido fue que, hace unos seis años, el rey de España visitara Potosí y se diera un « abrazo de paz » con el alcalde del pueblo. Vergüenza me dio ser española.

Por último, le pregunté que cómo era posible que los indígenas se hubieran dejado doblegar y explotar de esa manera por los españoles. Antonio me explicó que la conquista de los españoles fue muy fácil gracias a una leyenda o profecía que circulaba entre los incas, entre otras cosas. Esta profecía decía que en algún momento el Dios Sol iba a bajar a la Tierra para ver los progresos y los avances que los incas habían hecho. Confundieron a Pizarro con el dios y, por eso, los españoles ganaron tan fácilmente la batalla de Cajamarca, pudiendo así capturar al emperador inca.

Nos montamos en el bus de vuelta y todo el mundo iba mas callado de lo normal. Quizá fuera por el cansancio o quizá fuera porque todos estábamos ensimismados pensando en lo que habíamos visto. Antonio nos dejó en el hostal y le dimos las gracias por todo. Antes de despedirse, Antonio sólo nos pidió que transmitiésemos al mundo lo que habíamos visto ese día.

Al día siguiente, con agujetas, fuimos a visitar la Casa de la Moneda. En este museo se explica cómo se fabricaban las monedas de plata que luego se enviaban a España, entre otras cosas. Para mí, lo mas revelador de la visita fue obtener la respuesta a una pregunta que me llevaba haciendo bastante tiempo : ¿cómo consiguieron comunicarse españoles e indígenas si cada uno tenían un idioma diferente ? La respuesta me la dio el guía : fue mediante cuadros que los españoles fueron imponiendo los rasgos dominante de su cultura a los indígenas. En este museo hay un cuadro muy representativo donde un artista hizo una fusión de las creencias incas y católicas. En este cuadro, se hace una simbiosis entre la Pachamama y la Virgen María, está la santa trinidad junto el sol y la luna, hay figuras eclesiásticas adorando al Cerro Rico y se pueden ver los filones de plata en él.

El guía nos explicó que había varios tipos de trabajos relacionados con la mina en la época : trabajar dentro de la mina, separar la plata en los ingenios con mercurio o trabajar en la casa de la moneda. Todos eran trabajos muy duros y acortaban la media de vida drásticamente.

El guía nos contó también varias cosas curiosas :

– En Potosí las iglesias de los españoles tenían sus puertas mirando hacia el Cerro Rico, mientras que las iglesias de los indígenas daban la espalda al cerro a modo de rechazo.
– El símbolo del dólar se creó partir del símbolo que se utilizaba en Potosí, añadiéndole a las barras un lazo con forma de S
– Hay cazadores de tesoros que buscan todavía las fragatas y barcos españoles que se hundieron con mucha plata. El último cazatesoros en encontrar uno fue estadounidense y USA se quedó con toda la plata. Del tesoro, sólo enviaron una moneda a Bolivia para que pudieran exponerla en este museo.
– Antiguamente, el estatus social se media por la plata que se poseía y había señoras que salían de casa con cuatro kilos de joyas fundidas en plata.
-En la actualidad, Bolivia no produce su propio dinero. Las monedas se acuñan en Francia y los billetes se imprimen en Canadá.


Y con este museo finalizamos la visita de Potosí para dirigirnos hacia Tupiza, el lejano oeste de Bolivia.

 

Sucre, la capital constitucional de Bolivia

En la Casa de la Libertad de Sucre es donde nació Bolivia. Este edificio fue primero una universidad jesuita, la mejor de todo el continente sudamericano durante la colonización española, luego un parlamento y por último un museo. Durante la visita guiada del museo, nos explicaron toda la historia de cómo Bolivia se formó como país.

La guerra de la independencia de América del Sur ya había empezado y Simón Bolívar y Sucre habían ganado varias batallas. Un conjunto de eruditos bolivianos (abogados, doctores, figuras eclesiásticas, etc) se juntaron para debatir cómo querían reaccionar a la independencia. En el transcurso del debate se presentaron varias opciones :

– Seguir anexionados al Alto Perú, el Perú actual
– Anexionarse al Bajo Perú, la Argentina y Chile actuales
– Ser completamente independientes y que la región de Charcas (la actual Bolivia) se convirtiera en un país.

Tras mucho debatir, decidieron que lo mejor era convertirse en un país independiente, ya que si se anexionaban a cualquiera de los otros dos territorios habría un país muy grande y podría tener el mismo afán colonialista que habían tenido los españoles.

Para ganarse el favor de los dos generales que estaban luchando por la independencia de Sudamérica y para asegurarse de que estuvieran a favor de su causa, decidieron que el país se llamaría Bolívar, por Simón Bolívar, y la capital sería Sucre, por el mariscal Antonio José Sucre. Parece ser que esta forma de hacer la pelota les funcionó :).

En el museo también hay pinturas al óleo de todos los presidentes y presidentas que han gobernado Bolivia. Los ha habido mejores y peores, pero creo que todos los bolivianos están de acuerdo con que el más nefasto fue Mariano Melgarejo, que regaló a Brasil una parte muy grande del territorio boliviano por un caballo blanco.

En Sucre también visitamos el museo textil indígena, donde se mostraban tejidos antiguos y actuales del pueblo Jal’q, con la particularidad de que el tejido tiene el mismo dibujo por las dos caras. El museo está muy bien, pero le falta explicar detalladamente cómo es la técnica que se utiliza para tejer. Estuvimos observando a una señora que estaba tejiendo en vivo y en directo, pero no nos quedó claro cómo conseguía hacer dibujos tan elaborados.

Nuestra última visita en Sucre fue el museo del folclore, donde se podía ver una colección de máscaras que daban mucho miedo y que además estaban dispuestas en salas casi en penumbra. Fred se rió de mi, porque de normal, yo veo los museos mas rápido que él, pero esta vez le esperaba para no quedarme sola en una sala con todas las máscaras.

En Sucre, nos alojamos en el hostal Dolce Vita, regentado por un exiliado francés de Vosges. El hostal estaba muy bien y yo lo definiría dentro de la categoría « mochilero de lujo ». Además, había muchos huéspedes de larga duración, porque Sucre es un sitio muy conocido por dar buenos cursos de español para extranjeros.

Lo mejor de todo Sucre, sin dudarlo ni un momento, fue el festín que nos pegamos en El Huerto, el mejor restaurante de todo el viaje. Se nos caían las lágrimas al poder comer ensalada sin miedo a ponernos malos, aceite de oliva, vinagre balsámico, queso parmesano, un bistec con salsa roquefort y ternera servida con verduras flameadas al coñac . Además, todo ello en un marco excepcional : un jardín soleado con sombrillas y un servicio de lo mejorcito. Un sitio digno de Monsieur Pascal Pigallio 🙂 

Algunas fotos más de Sucre:

 

Sucre, une ville que ne manque pas de sel

Sucre, c’est un peu le cœur spirituel de la Bolivie. C’est là où, une fois les espagnols vaincus, l’assemblée constituante a décidée que la Bolivie ne sera ni « l’Alto-Pérou » ni une partie de l’Argentine, mais un état indépendant. Le témoignage matériel de cet instant est la « Casa de la Libertad », Maison de la Liberté en français. C’est une ancienne université jésuite, la meilleure du continent au temps de la colonisation espagnole, qui est devenue ensuite parlement, puis enfin musée. Les photos y sont autorisées, mais il faut payer un second billet pour l’appareil photo. C’est vraiment agaçant dans les musée boliviens, soit les photos sont payantes, soit elles sont tout simplement interdites, je suppose à cause du flash que nombre de photographes ne savent pas désactiver.

 

Nous apprenons entre autres que la Bolivie s’appelle ainsi en hommage à Simon Bolivar, le libérateur des colonies espagnoles, et la ville de Sucre en hommage au maréchal Antonio José de Sucre.

Nous visiterons également le musée des textiles indigènes, où sont présentés des tissus anciens et contemporains de la communauté Jalq’a, qui ont la particularité d’avoir le même dessin sur les deux faces. La seule chose qui manque au musée est une explication de la technique de tissage, que je n’arriverai pas à comprendre, même en regardant une tisserande à l’ouvrage.

Notre dernière visite sera le musée de folklore, tout petit mais avec une collection de masques qui donnent la chair de poule d’autant plus qu’ils sont présentés dans la pénombre. Marta qui d’habitude visite les musées à un tout autre rythme que le mien, cette fois-ci m’attend avant de pénétrer dans la salle suivante.

Nous résidons dans l’hôtel la Dolce Vita, tenu par un sympathique français des Vosges. C’est du style « routard de luxe » et j’y croise de nombreux compatriotes. Le plan initial était d’aller au « Ricon del Gringo » moins cher et avec une excellente note sur hostelworld.com, mais en raison des nombreux étudiants qui apprennent l’espagnol à Sucre il était complet.

Une fois n’est pas coutume, nous ne ferons ni trek ni excursion à Sucre.Cependant on nous a recommandé le trek communautaire dans la cordillère de los Frailles.

Du coup nous pouvons nous permettre de manger dans le meilleur restaurant de la ville, pour le prix d’une pizzeria en France (70 Bs, moins de 8€). Le restaurant s’appelle « El Huerto » (le Potager) et on est servi dans un joli jardin. Pour la première fois depuis 2 mois nous dégustons de l’huile d’olive, du vinaigre balsamique, du parmesan de bonne qualité et des crudités que l’on peut manger sans craindre de tomber malade.Et encore ce n’est que l’entrée. En plat Marta commandera un filet de bœuf au roquefort et moi des longes de bœuf cuisinées avec des petits légumes et du cognac. Le meilleur restaurant de Bolivie selon nous.

La prochaine étape est Potosi, 4100m, et ses mines d’argent.

 

Cochabamba y los dinosaurios de Torotoro

 

Después de pasar unos días estupendos en La Paz decidimos ir a Cochabamba. Lo primero que tuvimos que hacer fue elegir una compañía de autobús que nos llevara hasta allí, tarea complicada cuando la guía Lonely Planet no recomienda nada y hay autobuses que dan mucho miedo. Decidimos que lo mejor era no fiarse del aspecto externo del bus, sino mirar el estado de las ruedas : es más caro el mantenimiento general de un bus que hacerle chapa y pintura para que parezca más nuevo. Y allí estábamos como dos tontos, con un cartón en mano, midiendo la profundidad del dibujo de las ruedas. Seguro que más de un chófer debió pensar : ¿qué están haciendo estos gringos que parecen medio locos ? La conclusión de nuestro experimento fue que había un par de compañías que tenían los neumáticos en buen estado (Transcopacabana y Bolívar), otra que los tenía bastante pasables (El Dorado), otra con los neumáticos casi lisos (Cosmos) y del resto mejor no hablar. En Bolivia no hay ninguna compañía de lujo como en Perú y esto es debido a que el gobierno ha limitado el precio máximo del billete por trayecto. Las mejores compañías venden al precio máximo casi siempre, excepto en el último momento para completar el autobús. Al final nos decantamos por Bolívar, con asiento semicama y 45 bolivianos por persona.

Lo divertido y novedoso de este trayecto es que en el autobús de montaron vendedores de periódicos, vendedores de bocadillos y refrescos, mendigos, vendedores de crucigramas, cantantes y músicos, vendedores de gelatina y patatas fritas, en definitiva, una fauna y flora digna de verse. En particular, hubo un mendigo un tanto pesado, que se acabó enfadando porque nadie le quería comprar unas agendas del 2012 carísimas. Este mendigo echó un sermón a todo el autobús, con pasaje de la biblia incluído. También hubo una pareja de chicos que cantaban y tocaban la flauta tradicional boliviana. El chico de la flauta lo hacía bien, pero es que cantaba era horrible, así que la gente les dio dinero para que se fueran pronto. ¡Buena táctica la suya!

Siete horas más tarde, con el culo un poco dormido y con bastante más calorcito, llegamos a Cochabamba. Nos fuimos directos al hostal Gina’s, muy céntrico y limpio, aunque un poco caro (140 bolivianos la habitación con baño compartido). Al lado del hostal estaba la plaza Colón, con sus bugambillas inmensas (no como la mía) y sus jardines coloridos recordándonos que la primavera ya estaba llegando.

Esa noche Fred cenó una de las especialidades gastronómicas de Cochabamba, el lomo borracho. Es lomo con patatas fritas, cebolla, tomate y un huevo frito, todo ello sumergido en una salsa un poco picante hecha con vino. Yo preferí sólo un consomé ligero para compensar los excesos de La Paz y ¡menos mal que tomé esta decisión!, porque el despertar del día siguiente de Fred fue un tanto accidentado. Por culpa lomo, Fred estuvo malo durante siete días, haciéndole perder 7 kilos. Tras viajar un poco por Bolivia, nos hemos dado cuenta de que es mejor evitar la carne y el pescado, porque no siguen las normas de la cadena de frío. De hecho, Bolivia y diarrea son un dúo indisociable e inevitable. Da igual a quién preguntes, porque todos los turistas han pasado por ahí sin excepción. Mi teoría es que yo soy un poco más resistente que Fred a los gérmenes y bacterias por el simple hecho de que me muerdo las uñas : pongo las manos en cualquier sitio y luego me las llevo a la boca. ¿Quién decía que morderse las uñas está mal?

Una diarrea no es un motivo por el que quedarse en casa, así que al día siguiente nos fuimos a visitar la estatua del Cristo que protege la ciudad. Mide 33 metros y 33 centímetros, 33 centrímetros mas que el Cristo de Río de Janerio, y esto es porque los Cochabambinos dicen que Cristo vivió 33 años y un poquito. Para subir al Cristo tomamos el teleférico, porque por lo visto subir a pie es un poco peligroso ya que te pueden asaltar.

Dando un vuelta por la ciudad hubo algo que nos llamó mucho la atención : había una gran cantidad de negocios cerrados con una pegatina enorme en la puerta. Nos acercamos para ver de qué se trataba y estaban cerrados porque Hacienda los había denunciado por no emitir facturas o por no dar el ticket de compra o por no pagar los impuestos locales. Era una primera advertencia y, de media, Hacienda les cerraba el negocio durante cuatro o cinco días. Una medida de presión como otra cualquiera, pero al menos era visible en toda la ciudad que los funcionarios hacían su trabajo.

También nos encontramos por toda la ciudad unos grafittis haciendo referencia a la carretera de los Tipnis. Por lo visto, hay partidarios de construir una carretera que atraviese el parque nacional de Tipnis en mitad de la selva (Isiboro-Sécure Indigenous Territory and National Park), pero también muchísimos detractores. No hace mucho, hubo una marcha de protesta de 500 kilómetros hasta La Paz, que acabó con pelotazos y gases lacrimógenos.

Después de visitar un poco toda la cuidad, nos decidimos a ir al parque nacional de Torotoro. No es muy turístico y además estábamos en temporada baja, por lo que no pudimos encontrar a nadie para formar grupo. Contratamos la excursión de dos días con la agencia Bolivia Cultura por 950 bolivianos por persona.

Al día siguiente llegamos a las ocho de la mañana delante de la agencia y nuestro guía, Javier, ya nos estaba esperando. Para llegar a Torotoro tuvimos que hacer un viaje de cinco horas por una carretera un poco extraña : no era de asfalto ni tampoco de tierra, si no que la habían construido con piedras. Es un poco mas cómoda que la carretera de tierra porque hay menos polvo, pero uno no se libra del traqueteo del 4×4. Por el camino paramos en nuestra primera « gasolinera » de gas y rellenamos la bombona del 4×4.

En Torotoro no había restaurantes y tampoco muchos hosteles. De hecho, Javier nos explicó que en el pueblo son como el perro del hortelano : ni comen ni dejan comer. En el pueblo no quieren que gente del exterior (Cochabamba) se lleve los beneficios del turismo, pero al mismo tiempo, la gente del pueblo no es capaz de organizarse para proveer un servicio de calidad. Las agencias de Cochabamba están atadas de pies y manos, porque tienen que llevarse bien con los del pueblo, pero al mismo tiempo les gustaría tener sus propios alojamientos y restaurantes para poder dar un servicio en condiciones al cliente.

El ayuntamiento construyó un comedor social con ocho cocinas a modo de restaurante. En cada turno trabajaban cocineras diferentes, para distribuir equitativamente los beneficios, pero lo malo de esto es que no se esfuerzan mucho en el servicio y tampoco se esmeran a la hora de cocinar para atraer más clientes a su stands. Una vez más, se demuestra aquí que el socialismo puro no es lo ideal y no hace que la gente progrese. 

Las vistas desde Torotoro son impresionantes y se podría considerar el paraíso de los geólogos : en cada montaña se pueden ver los pliegues de las placas tectónicas y la formación de las mismas por niveles.

La tarde del primer día la disfrutamos con la compañía de Julieta, nuestra guía local, y visitamos la caverna de  Umajalanta con formaciones de estalagmitas y estalagtitas. Fue muy divertido y en los 132 metros que descendimos tuvimos que reptar, arrastarse, saltar, resbalar y hacer todo tipo de monerías. No pudimos ver los peces ciegos, porque el agua del lago estaba muy turbia por las lluvias del día anterior, pero fue bonito de todas formas.

 Al día siguiente visitamos con Julieta lo más importante de Torotoro : las huellas petrificadas de los dinosaurios. Se podían ver perfectamente las huellas de los velociráptor, de cuadrúpedos como los diplodocus o dinosaurios con alas. Durante la explicación de Julieta me sentía como una niña a la que le están contando un cuento 🙂

Después de las huellas fuimos a visitar el cañón de Torotoro, que es bastante impresionante por su verticalidad. La gente del pueblo ha trabajado mucho para atraer el turismo y, entre otras cosas, construyeron entre todos una escalinata de piedra para poder hacer « cómodamente » los quinientos metros de desnivel que unen la cima del cañón con El Vergel. En El Vergel, uno se puede bañar e incluso darse masajes con los chorros de agua naturales que caen de la cascada.

Después de El Vergel, seguimos caminando por el cauce del río y visitamos unas pinturas rupestres, que representaban la luna, el sol y las montañas de alrededor del río. Por último, tomamos la comida en el comedor de Torotoro y pusimos rumbo a Cochabamba de nuevo.

Al día siguiente, dado que Fred tenía todavía diarrea, fuimos de visita al hospital privado que Javier nos había recomendado, el Hospital Belga. Nos tocó esperar un poco, pero la doctora fue muy competente. Después de un chequeo y de hacer las preguntas de rutina, nos mandó al laboratorio para hacer un análisis parasitario que estuvo listo en una hora. La conclusión es que no había parásitos, pero que la carne debía contener algo que había arrasado la flora intestinal de Fred. Nos dio unas recetas y nos fuimos a la farmacia. 

En la farmacia tuvimos dos sorpresas. La primera fue que los medicamentos eran casi tan caros como la consulta médica. Si comparábamos su precio con un sueldo medio boliviano, se podía decir que eran muy caros. Esto es, quizá, porque los medicamentos valen lo mismo en todo el mundo. La segunda es que los bolivianos son mas inteligentes que los europeos con respecto a los abusos de la industria farmacéutica. Como la posología del medicamento indicaba que había que hacer dos tomas durante tres días, seis píldoras, y que la caja era de cinco píldoras, la farmacéutica abrió una segunda caja y cortó sólo el envase de una pastilla. Encantados de la vida nos quedamos pensando que no íbamos a tener que tirar medicamentos carísimos a la basura, sólo porque a los señores de la industria farmacéutica les compensa económicamente 🙂 

Los medicamentos hicieron su efecto rápidamente, pero como Fred estaba todavía un poco debilucho, nos quedamos un día mas en Cochabamba y visitamos el Palacio Portales. Esta casa fue construída por un megalómano bolivano, Simón I. Patino, que se hizo rico con las minas y la venta de mercurio. Vivió durante mucho tiempo en Europa, por lo que la casa es una mezcla de arquitectura italiana, francesa y árabe. Lo malo es que no se podían tomar fotos dentro de la casa, pero al menos, de las afueras y de los jardines sí. Había frescos con angelitos como en las iglesias florentinas, mesas barrocas talladas en Francia, una habitación con mosaicos en azulejos y una fuente.  Fue un poco raro estar en Bolivia, viendo una casa que vista desde el exterior podría haber estado perfectamente en Niza.

Con Fred ya medio recuperado, decidimos que ya era hora de viajar a Sucre, la capital constitucional de Bolivia. El viaje de Cochabamba a Sucre casi termina mal por haber vivido la situación más surrealista del mundo entero. Resulta que cogimos los billetes de autobús con la compañía Transcopacabana con salida a las 20h30. Sobre las 20h00 estábamos delante del autobús con nuestras maletas esperando para que alguien las marcara, las metiera en el maletero y partir para Sucre. Pasaron cinco minutos, diez, quince , veinte…. Ya empezamos a mosquearnos, sobre todo porque veíamos a gente subiendo al autobús con sus maletas. Todo era un caos porque no había nadie de la compañía que controlase y había gente que subía y que bajaba porque se habían confundido de autobús. Le dije a Fred que iba a subir al autobús a comprobar que nadie cogía nuestros asientos, porque habían vendido billetes de demás y habían puesto un segundo autobús con asientos no reclinables y que no quería encontrarme en un asiento normal habiendo pagado uno semicama. Yo subí al autobús y él se quedó con las dos mochilas para meterlas en el maletero del autobús. Mientras que yo estaba dentro del autobús esperando, pasó una señora pasando lista de los pasajeros y yo le dije que faltaba Fred, que estaba esperando para meter las maletas. Me dijo que vale y el autobús arrancó y echó a andar. Yo le dije a la señora que faltaba un pasajero y me dijo que no me preocupara, que en un momento volvíamos a recogerle. Yo miraba por la ventana y veía a Fred corriendo detrás del autobús con las dos mochilas de casi treinta kilos y no entendía nada. Fred me explicó luego que le dijeron que tenía que pesar las mochilas, pero que había un caos total donde las básculas y que el autobús no le esperó, por lo que tuvo que salir corriendo. De hecho, no era el único que corría detrás del autobús. Yo, toda mosqueada, me levanté y fui hasta donde estaba el chófer para decirle que faltaba un pasajero. El conductor que no paraba el bus y me decía que era ya muy tarde y que no era su culpa si la gente no estaba a la hora. Me puse a chillarle como una loca diciéndole de todo, porque llevábamos esperando casi cuarenta y cinco minutos para que alguien de la compañía metiera las maletas. El chófer paró al final, Fred pudo subir y el conductor sólo decía : «  Que alguien haga callar a esta loca ». Lo surrealista de la situación, es que el conductor no quería parar el autobús por Fred porque era ya muy tarde, pero se paró en mitad de la carretera porque una señora le hizo seña para montar un paquete. La cosa no terminó ahí, porque en la primera parada, le dijeron a Fred que teníamos que pagar por las maletas. Como nos hicimos los locos, el tío empezó a hablar en inglés como los indios, y seguimos pasando de él porque sabíamos que ese dinero iba a ir directamente a su bolsillo. En definitiva, « nunca mais » con Transcopacabana.

Cochabamba, les cochabambinos et les dinos

Il est temps de quitter la Paz. Nous choisissons d’aller à Cochabamba, porte d’entrée sur les plateaux du centre. Première étape : choisir la compagnie de bus. Mais contrairement au Pérou, il n’y a pas de compagnies de bus recommandées sur le Lonely Planet et nous ne trouvons pas grand chose sur internet. Nous avons donc l’idée suivante : regarder l’état des bus, et en particulier des pneu. En effet, ça coûte moins cher de laver un bus qui va paraître neuf que changer les pneu. Armé d’un morceau de carton, je mesure donc la profondeur des sculpture des pneus. Deux compagnies ont l’air d’avoir des bus en bon état : Bolivar et Copacabana, suivit de près par El Dorado. Cosmos a des pneu quasiment lisses et le reste je n’en parle même pas. Le prix varie peu d’une compagnie à l’autre : en effet, les autorités boliviennes imposent un prix-plafond pour chaque trajet. Du coup les meilleurs compagnies proposent toujours ce prix-plafond, sauf en dernière minute lorsqu’il s’agit de remplir le bus juste avant le départ. Finalement nous choisissons Bolivar et le trajet en siège inclinable coûte 90Bs.

Tout au long du trajet nous aurons des mendiants, artistes et marchants qui montent dans le bus. Une dizaine au total. Certaines fois c’est pratique lorsqu’ils vendent quelque chose à grignoter, mais l’un d’entre eux est particulièrement pénible : il essaye de faire culpabiliser à fond les passagers qui ne donnent pas et se met même à lire un passage de la bible.

Sept heures de bus plus tard, nous voilà arrivés à Cochabamba. Au passage nous avons perdu 2000m d’altitude et gagné une dizaine de degrés. Nous prenons une chambre à l’hôtel Gina’s, très bien tenu quoiqu’un peu cher, situé à deux pas de la charmante place Colon, centre du centre ville. Sur cette place on a un aperçu de la végétation locale : les bougainvilliers sont de véritables arbres, et pas des arbustes comme en Europe, et on y voit un ravissant arbre à feuilles violettes.

La ville est réputée pour sa gastronomie, nous allons donc au restaurant Savarin, que l’on choisit car il est rempli de locaux. Je commande un « Lomo borracho » (bœuf soûl), échine de bœuf baignant dans une sauce au vin épicée accompagnée d’un œuf et de frites. Étant donné tout ce qu’on a mangé à La Paz, Marta préfère reposer son estomac et commande un consommé. Bien que délicieux, ce plat me sera fatal car le lendemain sera le premier jour d’une semaine de tourista qui me fera perdre 7kg.

Le lendemain, nous décidons d’aller voir la statue du christ qui surplombe la ville, et qui mesure juste 33cm de plus que le christ de Rio de Janeiro.

En sortant de l’hôtel nous voyons un sceau sur la boutique d’à côté. Elle a été fermé 3 jours par le service des impôts en guise d’avertissement pour « non émission de factures ». Et en se promenant dans la ville, nous verrons de nombreux autres commerces dans le même cas. Apparemment nous somme tombé sur la semaine des contrôles fiscaux.

Pour monter voir la statue, il faut prendre le téléphérique, le chemin piéton étant réputé dangereux. Avec 30 degrés, la cabine est une vrai fournaise, c’est pas tout à fait la même ambiance qu’à Isola 2000.

Nous déjeunons dans le restaurant « Casa de Campo » (Maison de Campagne). Les prix sont élevés, mais la cuisine est excellente et les portions pourraient satisfaire l’appétit de 2 ou 3 personnes. Heureusement que je commande une demi-portion qui est en fait est l’équivalent d’une grosse portion pour une personne. Marta elle commande a son tour un « Lomo Borracho » qui malheureusement ne se décline pas en demi-portion. Nous nous demandons si les habitués commandent un plat pour deux, mais les cochabambinos sont fidèles à leur réputation : ils commandent bien un plat par personne et finissent leur assiette !

En se promenant dans les rues de la ville, nous remarquons de nombreux graffitis parlant d’une route et de « Tipnis ». Renseignements pris, il s’agit d’un projet de route traversant la réserve naturelle et parque national de Tipnis  (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure), et qui apparemment rencontre de nombreux opposants (cf article). Une marche de protestation de 500km jusqu’à La Paz a été accueillie par des coups de matraque et des bombes lacrymogènes.

Nous nous renseignons sur les visites au parc national qui entoure le village de Torotoro. Il n’est pas trop touristique, c’est pourquoi nous ne trouvons pas de groupe auquel s’insérer et nous devons donc réserver le tour pour nous deux seulement et le prix s’en ressent, 1900 Bs pour deux.

Le lendemain nous arrivons à 8h devant l’agence « Bolivia Cultura » où nous attends Javier, notre chauffeur. La route est un intermédiaire entre les routes péruviennes et européennes : au lieu d’être une piste c’est une route pavée avec des galets. Ça vibre un peu mais au moins ça évite la poussière omniprésente aux alentours des pistes en terre. Et c’est moins cher que l’asphalte, du moins en Bolivie où la main d’œuvre est bon marché. J’imagine le travail pour poser à la main les 48 millions de galets des 160 km de la route (calcul personnel pour estimer le nombre de galets). Le 4×4 marche au gaz et peine à la montée, mais 5h plus tard nous arrivons à Torotoro pour le déjeuner.

Pas de restaurants dans le village, mais un grand « comedor », construit par la mairie, entouré de 8 cuisines. Le principe : on commande dans une des cuisines et on s’installe où on veut dans le comedor. Mais c’est en principe car là, une seule cuisine est ouverte. Javier nous explique que toute la nourriture est importée de Cochabamba. Nous nous demandons du coup de quoi vivent les habitants.

La vue depuis le village est impressionnante : on peut visualiser les plis formés par la tectonique des plaques.

L’après-midi, nous visitons une grotte, avec Julieta une guide locale. Il faut savoir qu’en Bolivie, afin de maintenir l’emploi dans les communautés, il est obligatoire de recourir à un guide local dans tous les parcs naturels. La visite est ludique avec de nombreuses contorsions pour se glisser dans les conduits de la grotte. Nous voyons moult stalactites et stalagmites, c’est presque aussi joli que la grotte de la Balme.

Le lendemain, nous voyons l’attraction principale de Torotoro : les empruntes qu’on laissé les dinosaures dans de la glaise solidifiée. Julietta nous décrit les dinosaures correspondants, mais ça manque de dessins pour illustrer.

Ensuite nous visitons le canyon de Torotoro : beaucoup moins profond que celui de Colca, mais très encaissé.

Nous y descendons via un chemin en pierres construit par les habitants pour développer le tourisme. Au fond du canyon se trouve une cascade verdoyante au pied de laquelle on peut se baigner.

A la sortie du canyon, nous verrons les peintures rupestres représentant la lune, le soleil et les montagnes alentours.

Nous rentrons le soir à Cochabamba en prenant en passager une femme et ses trois enfants, car les bus passent rarement à Torotoro.

Le lendemain, puisque ma diarrhée persiste et que je continue à perdre un kilo par jour, nous allons, sous les conseils de Javier, à « l’hôpital Belge ». L’attente y est longue, mais les médecins compétents. Nous y passerons toute la journée pour une analyse parasitaire et deux consultations. Au final j’en aurai pour plus cher de médicaments que d’honoraires : le médecin coûte deux fois moins cher qu’en France (en prenant en compte que ça doit être un des plus chers de Bolivie), mais le prix des médicaments est partout le même dans le monde. Mais les boliviens sont plus malins que les français : la posologie du médicament étant de deux prises par jour pendant 3 jours, soit 6 gélules, l’industrie pharmaceutique a fait des boîtes de 5, histoire de vendre deux boites et de jeter les 4 gélules de la seconde. La pharmacienne me donne une boîte de 5, découpe une gélule sur une autre boîte et me voilà avec pile mes 6 gélules. J’en ai les larmes aux yeux.

Les médicaments, un anti-diarhéique et des spores de bactéries (celles qui permettent la digestion), font effet en 24h. Je peux recommencer à prendre du poids.

Le lendemain, après avoir visité la maison du mégalomane Patiño, appelée Palais Portales, nous pouvons partir pour Sucre, capitale constitutionnelle de la Bolivie.

Nous choisissons la compagnie Copacabana, qui d’après mes mesures a des roues en bon état. Le départ est prévu pour 20h30 et nous arrivons à 20h devant le bus avec nos bagages. Nous voyons tout le monde monter dans le bus avec ses bagages. Étrange. Mais il n’y a personne de la compagnie pour nous renseigner ni pour contrôler qui monte dans le bus. D’ailleurs nous voyons ressortir des passagers qui s’étaient trompé de bus. Marta monte dans le bus vérifier que personne ne prend nos places pendant que j’attends dehors avec les bagages. A 20h50 se présente le chauffeur et me dit qu’il faut aller faire peser les valises 100m plus loin. Pendant ce temps dans le bus monte une employée qui vérifie les noms des passagers. Marta lui dit que je suis en train de faire peser les bagages. Quant à moi, j’arrive devant les balances où il règne la plus totale désorganisation, me retourne et voit le bus qui commence à partir. Je cours avec 30kg de sacs à dos dans les mains et me plante devant le bus qui ralenti. Je me met sur le bord de la route pensant que le bus va s’arrêter et m’ouvrir la porte, mais il continue ! Je ne peux pas l’entendre mais pendant ce temps Marta est en train de gueuler sur le chauffeur pour qu’il s’arrête. Je ne suis pas le seul à courir derrière le bus, un autre passager aussi chargé que moi cours aussi. Descend du bus en marche un autre employé qui, le bus toujours en marche ouvre une trappe du bus et y met un de nos sacs. 500 mètres plus loin, nous arrivons enfin à un feu rouge où nous pouvons monter avec nos bagages. Je trouve Marta en train d’engueuler le chauffeur et je gueule aussi à mon tour. L’autre passager ne dit rien. Il faut savoir qu’en Bolivie et au Pérou, les gens ne crient presque jamais.

Vingt minutes de trajet plus tard nous le bus s’arrête « Pause pour dîner ». Le problème c’est qu’on nous ne dit pas combien de temps le bus s’arrête, je garde donc d’un œil le chauffeur et de l’autre la soute où est mon sac à dos car on charge encore des marchandises dans le bus. L’employé qui a mis mon sac à dos dans la soute me dit qu’il faut payer 20Bs pour mes bagages. Comme je ne lui répond pas il me dit en anglais « pay » (payer). Je lui demande, en espagnol, si c’est le seul mot d’anglais qu’il connaît et pars. Je vérifie sur mon ticket et on a bien droit à 20kg de bagages chacun donc pas moyen de payer. D’ailleurs 10h plus tard à Sucre, on ne me demandera rien. Bref j’ai pris le bus en Bolivie.

La Paz y la lucha libre de cholitas

La llegada a La Paz por El Alto es impresionante, ya que se pueden ver todos los edificios que componen la ciudad. La Paz se fundó en el fondo de un valle y poco a poco ha ido creciendo hasta poblar todas las faldas de las montañas que la rodean. En La Paz viven unos dos millones de personas, pero parece que fuera mucho más. A Fred le cambió la cara completamente al ver dónde nos íbamos a meter, porque a él no le gustan nada las ciudades grandes. Sólo atinaba a murmurar “me estoy agobiando, me estoy agobiando”.

Esta vez nos alojamos en casa de la familia de Lili, que es boliviana y trabaja con mi familia, y quien muy amablemente se había ofrecido a darnos cobijo :). Su hermana, Jannet, y su futuro marido, Christian, fueron a recogernos a la estación de autobuses. Otra vez más hubo problemas con los taxis, porque aunque era Cristian quien los paraba, le pedían cuatro veces el precio normal por ir con gringos. Cuatro taxis hubo que parar al menos hasta conseguir el precio normal por la carrera.

Llegamos a la casa de la familia en el barrio Vino Tinto y las vistas eran espectaculares. Se podía ver desde su salón casi toda la ciudad. Su casa es humilde, pero acogedora, y tenían todo lo que nosotros podíamos necesitar: una cama y una ducha caliente. Nos contaron que estaban en régimen de tancretico, que es una forma especial de alquiler donde no se pierde dinero. Se le entrega al dueño de la casa unos 10.000 dólares en dinero contante y sonante para poder alquilar la casa durante un año, por ejemplo.Al finalizar el año de alquiler, el dueño devuelve los 10.000 dólares a los inquilinos. En realidad, las dos partes salen beneficiadas: el inquilino no tira a la basura el dinero del alquiler y el casero no tiene que pedir dinero al banco para hacer inversiones que generarán más dinero.

Esa noche estuvimos charlando mientras cenábamos y luego nos fuimos a dormir.

Jannet nos contó muchas cosas sobre la historia reciente de Bolivia que nos dejaron alucinados. Por ejemplo, que hace siete años aproximadamente, había francotiradores en las calles de La Paz. Resulta que el presidente anterior a Evo Morales, Eduardo Muñoz, capitalizó casi todos los recursos del país, con el añadido de que la inflación estaba por las nubes. Por ejemplo, en aquella época un huevo costaba 2 bolivianos mientras que hoy cuesta medio. En una de tantas, el precio del gas empezó a subir y el descontento de la población empezó a manifestarse con bloqueos y revueltas. El gobierno intentó contener las revueltas mediante el ejército, pero esto hizo que más gente saliera a la calle. No sólo la gente de La Paz estaba manifestándose, si no que mas y mas gente de otras ciudades venían a La Paz. El ejército empezó a apostarse en El Alto y disparaban a todo aquello que se movía. La gente tuvo que permanecer en sus casas encerrados y los alimentos empezaron a escasear. Por ejemplo, Christian recuerda las recetas imposibles de su madre aquellos días mezclando lo poco que tenía en la despensa. Además, había cortes en las carreteras y era imposible abastecer a los comercios de La Paz. Hubo enfrentamientos también entre la policía y el ejército, porque la policía se puso de parte de la población, y varios policías murieron en las reyertas. El presidente y varios ministros se encerraron en el palacio presidencial y de ahí fueron al Banco Central de Bolivia. Salieron del banco con maletines y bolsas llenas de dinero de todos los bolivianos. De La Paz viajaron a Santa Cruz y de ahí se escaparon hacia Estados Unidos. Ese presidente, que colaboró durante su mandato con Estados Unidos, vive ahora en algún sitio de USA y nunca ha sido extraditado a Bolivia para ajusticiarlo.

 

También nos contó Jannet cómo Evo Morales llegó a ser presidente. Evo era un cocalero y vivía en la provincia de Oruro. Poco a poco fue siendo conocido por otros cocaleros porque reivindicaba mejores condiciones laborales y salariales para los cocaleros, hasta que se hizo sindicalista. Durantes las protestas, mencionadas en el párrafo anterior, Evo fue cabeza visible en manifestaciones. Por lo visto el ejército estuvo buscándolo, pero la gente de La Paz supieron esconderle. Tras la marcha del presidente a Estados Unidos y la convocatoria de nuevas elecciones, Evo se presentó como candidato. Al principio, la población no tenía muy claro si votarle o no, pero Evo consiguió el impulso final gracias a un comentario del secretario de estado de Estados Unidos: ¿cómo va a votar el pueblo boliviano a un indígena ignorante? Esto hizo revoltar al pueblo boliviano, ya que ninguna potencia extranjera podía decirles a quién tenían que votar. Y así fue cómo Evo Morales ganó sus primeras elecciones.

Por último hablamos sobre cómo estaba constríuda La Paz. Nos enteramos que la mayoría de las casas están construídas sobre terreno inestable, ya que por debajo de La Paz hay montones de ríos. Esto es un problema en época de lluvias, porque siempre hay casas que se hunden. Christian nos explicó también el motivo de por qué había muchas sin acabar. Esto es porque si una casa está acabada, entonces paga muchos impuesto más. La gente no pinta el exterior y deja algunas cosas sin acabar para evitar el pagar impuestos.

En el primer día de visitas en La Paz pudimos pasear por el centro y visitar algunas tiendas de souvenirs. En la plaza de San Francisco hay una iglesia franciscana bastante curiosa: en su fachada hay tallados motivos religiosos católicos y divinidades incas. Los franciscanos fueron los primeros en ponerse de parte de los indígenas por las atrocidades que los conquistadores estaban cometiendo y, por eso, el rey prohibió fundar más ordenes franciscanas en el nuevo mundo. 

Dimos una vuelta también por las tiendas del centro porque Fred estaba buscando un jersey de lana de llama. Hubo una cosa que nos llamó la atención y es que entre las tiendas normales había otras tiendas un poco particulares: había fetos de llamas  disecados. Luego nos dimos cuenta de que estábamos en el barrio de las hechiceras y que eran tiendas donde se podían encontrar productos para hacer conjuros.

 

Al llegar a casa, le preguntamos a Jannet que para qué servían las llamas disecadas y nos explicó que era para cuando alguien quería hacer una ofrenda a la Pachamama (madre tierra). Nos explicó que cuando alguien construye una casa, tiene que hacer una ofrenda y que en los huecos de los cimientos se entierra el feto de llamita. Le dije que me parecía un horror porque hacen abortar a las llamas, vete tu a saber cómo, y que eso era maltrato animal. Nos contó que había cosas peores que esa y que la gente es todavía muy supersticiosa en Bolivia. Nos relató que había visto un documental en el que contaban que para las edificaciones grandes no bastaba con un feto de llamita, si no que ofrecían una vida humana. Lo que hacían los responsables de la obra o los albañiles es que entablaban conversación con algún mendigo y durante un día le trataban como a un rey: le vestían bien, le daban de comer manjares y le daban todo el alcohol que él quisiera. Cuando estaba completamente ebrio y medio dormido, le enterraban. Mis oídos no daban crédito a lo que estaba oyendo. ¿Cómo es posible que alguien con estudios, como un arquitecto, permita este tipo de cosas? Jannet nos explicó que si no se realizan ese tipo de rituales, entonces los obreros piensan que la obra está maldita, se autosugestionan y entonces hay muchos más accidentes. Nos dijo que no eran sólo los arquitectos, que por ejemplo, los abogados montaban sanfumanes todos los viernes en sus oficinas y que en El Alto hay montones de chamanes que realizan conjuros por petición de la gente. Yo sólo espero que esto de los mendigos sea una leyenda urbana…. y ¿por qué no plantar un árbol para hacer una ofrenda a la Pachamama? Seria tan lógico y práctico…

También visitamos el museo de arte moderno y otros barrios de La Paz. En particular, hay un parque muy animado en fin de semana con partidillos de fútbol a 4000 metros, scouts, etc. Hubo algo que nos llamó mucho la atención: hay muchísimos grafittis en La Paz y algunos son verdaderas obras de arte.

El Palacio Presidencial y la plaza donde están ubicados son muy bonitos, pero es un lugar con un pasado turbulento. En esa misma plaza colgaron a dos presidentes durante revueltas y el Palacio Presidencial se llama el Palacio Quemado. Adivinad por qué… 

El domingo quedamos con Jannet, Christian y su madre sobre las 12h30, ya que ellos van a misa todos los domingos. Mientras esperábamos en San Francisco pudimos ver más desfiles, charangas y bailes. ¡Bolivia es una locura! Siempre que vamos a algún sitio encontramos fiesta 🙂 

Nos llevaron al mercadillo 16 de Julio, que está en El Alto. Yo no sé como de grande es ese mercado, pero es enooooorme. En él se puede encontrar de todo: desde calcetines, pasando por dvds, hasta piezas de recambio de un coche (motor y puertas incluídos). Fuimos los cinco a comer a un sitio típico y aquello fue un atracón en toda regla: comimos el chairo paceño, chicharrón, fricasé picante de pollo y el charquekán. Todo estaba muy bueno, pero habíamos pedido demasiada comida y pedimos que nos preparan unas bolsitas para llevarnos los restos a casa para la cena. 

Luego estuvimos dando una vuelta por el mercado, llevando a mami como guardaespaldas para que no nos robaran nada. Paseamos un poco para bajar la comida y luego fuimos al estadio polideportivo municipal de El Alto. Allí nos esperaba lo que yo tanto quería ver: un espectáculo de lucha de libre de cholitas. Las cholitas son las señoras típicas bolivianas vestidas con pollerita. Christian no estaba muy convencido, porque está en contra de la violencia, pero al final accedió a acompañarnos. 

Compramos las entradas y ¡sorpresa! El precio para los bolivianos no era el mismo que para los gringos. Los nacionales pagaban 15 bolivianos, mientras que nosotros pagamos 50. Un poco injusto, ¿no? Se suponía que con ese precio, los gringos tenían asientos especiales al lado del ring y un souvenir, de regalo pero yo creo que se pasaron un poco con el precio. Al final nos sentamos los cuatro juntos, en las gradas con el resto de bolivianos. 

Había nueve asaltos y en cada uno podía haber dos o más luchadores y un árbitro. También había comentaristas que radiaban toda la pelea y hacían comentarios graciosos, la mayoría de las veces para meterse con el árbitro. 

 

Une partie du public, surtout les vielles dames et les enfants prennent le spectacle très au sérieux, insul

A mí me pareció muy divertido, porque era casi como los payasos del circo. Había algunas veces que se veía cómo uno de los luchadores daba un puñetazo al aire y el contrincante ponía cara de dolor. Otras veces, el árbitro se ponía de parte de un luchador y fastidiaba al otro. Incluso saltaron del ring y empezaron a pegarse con las sillas de plástico donde estaban sentados los gringos. 

Además del espectáculo en sí, lo mejor era ver cómo el público, y sobre todo las mujeres, se lo tomaban súper en serio. Aprendimos un montón de insultos en boliviano y, por supuesto, siempre abucheábamos al luchador masculino cuando se enfrentaba contra una cholita.


El espectáculo se centra en dar una imagen de la cholita como una mujer fuerte e independiente que está muy orgullosa de ser lo que es. Lo que no me gustó es cómo trataban el tema de la homosexualidad, ya que fue muy grosero y en algunos casos insultante. 

El último día que pasamos en La Paz lo dedicamos a un lunes gastronómico. Christian preparó su especialidad, la lasagna, y Fred y yo preparamos una ratatouille, como especialidad francesa, y unas lentejas, como especialidad española. Jannet se encargó de la bicervecina y del postre.

 Comimos como animales y Christian aprendió ese día algunas cosas que no le agradaron mucho: 

– La gelatina está hecha con cartílagos de animales

– Lo verde del queso roquefort que le dimos a probar (su primera vez) era moho. Menos mal que esto se lo dijimos después de haberlo comido 😉 

Estuvimos charlando toda la tarde de todo y de nada, hasta que llegó la hora de la cena y volvimos a comer como animales. Yo pensé que mi estómago iba a explotar y me prometí a mí misma hacer una cura de “ desintoxicación” en cuanto dejáramos La Paz. ¡Qué mala suerte que el próximo destino fuera Cochabamba! Ciudad conocida como la capital gastronómica de Bolivia. 

En la despedida hubo muchos besos y abrazos y recuerdos para Lili y fotos. Nos dio mucha penita irnos porque habían sido unos días estupendos con una familia genial.

Sorry

 

Sorry, we didn’t have time to traduce all posts in English.

But you can click on the French or Spanish flag to see all the post and at least the pictures.

 

Thanks!

La Paz, capitale du catch

Nous arrivons à la Paz par le haut de la ville, le quartier nommé « El Alto ». C’est le quartier pauvre de la Paz, mais l’activité économique y est intense. Les voleurs n’y sont pas très appréciés, en témoigne un mannequin pendu qui porte l’inscription suivante : « Tout voleur sera brûlé ». Macabre à souhait.

Depuis El Alto, l’arrivée sur la Paz se fait par une autoroute intra-urbaine depuis laquelle on voit toute la ville. Seules deux million de personnes y vivent, mais en voyant les deux versants de la vallée complètements couverts de maisons en briques sur 1000m de dénivelé de part et d’autre, on a l’impression qu’il y a beaucoup plus d’habitants. Pour quelqu’un qui n’aime pas les grandes villes, l’arrivée sur La Paz est très angoissante.

Cette fois nous allons être hébergé par la famille de Lily, qui travaille avec la famille de Marta en Espagne, mais dont la sœur et la mère vivent à La Paz. C’est Jannet, la sœur de Lily, accompagnée de son futur époux Christian qui viennent nous chercher au terminal de bus. Encore une fois, nous avons des problèmes avec les taxis : bien qu’on soit accompagnés de boliviens, notre présence avec nos gros sacs à dos multiplie le prix de la course par 4. Finalement le quatrième taxi qu’arrêtera Christian proposera un prix raisonnable, juste un peu plus que le prix normal, mais on dira que c’est justifié par la présence des sacs à dos qu’on doit mettre dans le coffre.

Ils habitent dans le quartier de Vino Tinto, à seulement 1km à vol d’oiseau du centre ville qui se trouve en fond de vallée. Mais à La Paz, les rues montent sec. Empruntant une rue à 30°, on gagne en quelques minutes une centaines de mètres de dénivelé, et j’ai l’impression que si jamais le taxi s’arrête, il ne pourra pas redémarrer dans la côte. Ils habitent au 4ème étage et la vue panoramique sur la ville est magnifique. Une fois dans l’appartement mon angoisse retombe : comme dans beaucoup de grandes villes, finalement, l’endroit où on est le mieux c’est à la maison.

Jannet et Christian nous racontent l’histoire récente de la Bolivie. Par rapport à l’Europe de l’Ouest, c’est un autre monde : il y a environ 7 ans, l’ancien président Eduardo Rodríguez (le prédécesseur d’Evo Moralès) s’est lancé dans une campagne de privatisations au profit de ses amis et relations. Le résultat a été une inflation colossale. Pour prendre un exemple le prix d’un œuf est passé de 0.5Bs à 2Bs. L’augmentation du prix du gaz a été la goutte d’eau qui a fait déborder le vase. Révoltes et blocus routiers sont devenus quotidiens. En réponse aux manifestations, le président a envoyé les militaires, ce qui a eu pour effet de faire sortir encore plus de monde dans la rue, y compris des gens venus d’autres villes que La Paz. C’est à ce moment là que les militaires ont commencé à tirer sur les gens dans le quartier de El Alto. Du coup plus personne ne sortait et Christian nous raconte les recettes improvisées avec les provisions que lui préparait sa mère. On croirait entendre un récit du temps de l’occupation en France. Il y a eu des affrontements entre militaires et la police, qui avait pris le parti de la population.

Pendant ce temps le président et ses potes se sont enfermé dans le palais présidentiel (surnommé le palais brûlé en référence aux nombreuses fois ou il a été incendié par la population mécontente). Il ont réussi à aller à la banque centrale, une rue plus loin, retirer de grosses mallettes de billets et filer à Santa Cruz, à l’autre bout de la Bolivie, d’où ils ont pu s’échapper aux USA. L’ancien président y vit encore et n’a jamais été extradé.

Jannet nous raconte aussi comment Evo Moralès est arrivé au pouvoir. C’était un cultivateur de Coca de la province d’Oruro. Il a fini par être connu dans le milieu paysan à force de revendiquer des améliorations de conditions de travail et en se syndicalisant. Pendant les manifestations contre son prédécesseur, Evo a souvent été en tête de file. Il a même du se cacher car il était recherché par les militaires. La fuite de l’ancien président aux USA a conduit à organiser des élections. Il s’est présenté et a gagné grâce à un commentaire du secrétaire d’état États-unien : « qui va voter pour un paysan ignorant ? »

Enfin ils nous racontent comment est construit La Paz. La majorité des bâtiments reposent sur un terrain instable : avant la vallée était parcourue de rivières. Du coup lors de la saison des pluies il y a des bâtiments qui s’affaissent. Nous apprenons également pourquoi de nombreuses maisons ne sont pas peintes et présentent un dernier étage qui semple en construction : les maisons terminées sont imposables. Il est donc moins coûteux de vivre dans une maison qui semble non terminée. J’avais observé le même phénomène en Égypte.

Le lendemain nous visitons le centre de La Paz. L’église de la place Saint Francisco est une remarquable illustration du syncrétisme : sa façade est décorée d’un mélanges de motifs catholiques et de divinités Incas. Les franciscains ont été les premiers à s’indigner face aux exactions des conquistadors espagnols. En réponse, le roi a interdit la fondation de nouveaux ordres franciscains dans le nouveau monde.

Nous passons également par le quartier des boutiques d’artisanat pour acheter un pull en laine d’alpaga. Nous remarquons que certaines boutiques vendent des fœtus de lama desséchés. Étrange pour un souvenir. En réalité il s’agit de boutiques de sorcellerie qui se trouvent dans le même quartier que les boutiques de souvenirs.

Les fœtus de lamas servent de porte bonheur lors de la construction d’une maison. Il s’agit d’une offrande à la Pachamama (Terre-mère) et le fœtus est enterré sous la première brique de la construction. Mais pour les constructions plus importantes qu’une maison, un lama ne suffit pas : il faut enterrer un humain. Il s’agit souvent d’un clochard sans famille dont personne ne se rendra compte de la disparition, qui est traité comme un roi pendant une journée puis enterré inconscient (en état de comma éthylique) mais vivant et meure d’hypothermie. C’est difficile à croire qu’une telle pratique existe mais malgré les tabou elle commence à être documentée.

Le pire c’est que la superstition existe même chez les personnes qui ont fait des études : les architectes et chefs de chantier, et aussi les avocats, qui ont l’habitude de monter tous les vendredis un rituel dans leur étude pour gagner leurs procès. Et a El Alto nous verrons une centaine de petites échoppes bleues alignées: il s’agit d’échoppes de sorciers.

Nous visitons également le musée d’art moderne qui présente une collection intéressante pour les non initiés comme nous avec peu d’œuvres abstraites. L’art se rencontre aussi dans la rue avec de nombreux graffitis et fresques.

Nous visitons également le grand parc de la ville très animé le samedi avec des matchs de foot à 4000m, et enfin le fameux Palais Brûlé.

Le dimanche, n’assistant pas à la messe, nous attendons Jannet, Christian et la mère de Jannet devant l’église Saint Francisco. Nous assistons à un défilé dans la rue adjacente. C’est une folie la Bolivie, dans chaque ville où nous allons nous assistons à une fête.

Ils nous emmènent ensuite au marché « 16 de Julio » qui se trouve à El Alto. C’est un marché gigantesque, une ville à lui tout seul. On y trouve de tout, des chaussettes aux portières de voitures en passant par les DVD pirates.

Nous sommes aller manger à une « chucharroneria » où nous commanderons tous les plats typiques : le chairo paceño, délicieuse soupe, le fricase, à base de poulet épicé, le charquekan orureño et bien sûr le chicharron. Ayant beaucoup trop commandé, nous demandons des sacs plastiques pour emporter ce qu’il reste. 

Nous continuons la promenade dans le marché sous la protection de la mère de Jannet qui surveille qu’on ne se fasse rien voler, pour finir, sur une idée de Marta à la salle polyvalente de El Alto qui accueille tous les dimanches un spectacle de catch de cholitas. Les cholitas sont les femmes péruviennes habillées de manière typique : robes à 8 épaisseurs et chapeau melon.

Nous faisons la queue pour les tickets et surprise ! Le prix est de 15Bs pour les boliviens et 50Bs pour les étrangers. Au moins ça nous permet de voir ce que ça fait d’être discriminés pour sa couleur de peau.

Pour ceux qui ne connaissent pas le principe du catch : il s’agit d’un spectacle où les acteurs stimulent un combat. Et bien sûr l’arbitre se doit de prendre parti pour un des deux combattants et de participer au combat. Les sorties du ring sont monnaie courante avec les lutteurs qui se battent parmi le public et se lancent même les chaises où nous étions assis. C’est kitsch mais les acteurs-athlètes font des sauts impressionnant en se jetant sur leurs adversaires. Un sorte de mélange de gym et de cirque.

Une partie du public, surtout les vielles dames et les enfants prennent le spectacle très au sérieux, insultant copieusement en jargon bolivien l’arbitre et les lutteurs masculins lors des combats mixtes.

Le spectacle est d’un côté féministe donnant des cholitas une image de femme forte et indépendante et également à la limite de l’homophobie, ou du moins tourne en ridicule un lutteur qui joue le rôle d’un homo. Sans compter que l’insulte « chabon », équivalent de « pédé » en français est l’insulte préférée du public.

Pour notre dernier jour à La Paz, nous faisons un remake de « masterchef » : Christian prépare sa spécialité, les lasagnes, et nous préparons un plat typique espagnol : les lentejas (soupe de lentilles, pommes de terres, oignons, carottes et chorizo), ainsi qu’un accompagnement typique français : la ratatouille. Jannet nous prépare la « bicervecina », bière sans alcool mélangée à du blanc d’œuf, mélange très énergisant, et s’occupe du dessert.

Nous trouvons au supermarché du roquefort chilien, qui d’ailleurs n’a rien à envier au roquefort français. Christian nous demande ce que sont les petits points bleu. Nous lui disons de goûter d’abord et ensuite nous lui expliquons que ce sont des moisissures (mais des moisissures inoffensives). Nous lui apprenons également que la gélatine se prépare à base de cartilage d’animaux.

Nous discutons toute l’après-midi et lorsque vient l’heure du dîner comme il nous reste plein de nourriture, nous recommençons à manger au delà du raisonnable. Au moins j’ai repris les kilogrammes que j’ai perdu dans la première partie du voyage. Dommage que notre destination suivante soit Cochabamba, la capitale gastronomique de Bolivie !

C’est avec regret que nous quittons nos hôtes qui ont été formidables avec nous, mais nous avons un pays à visiter.

Lago Titicaca e Isla del Sol 

La etapa siguiente en nuestro viaje fue el lago Titicaca. Este lago, que es el más alto del mundo, pertenece a Perú y a Bolivia.

El lado peruano no tiene muy buena fama ya que Puno, dicen , no es muy bonito y las islas flotantes de Uros se han convertido en un Disneylandia. La islas flotantes están hechas con el mismo material que las barcas de Totora y sus habitantes deben hacerse islas nuevas cada cierto tiempo porque la paja se pudre. Estas islas sólo viven del turismo, por lo que sus habitantes hacen un asalto y derribo al turista para venderle cosas a la fuerza.

En el lado boliviano se encuentra Copacabana, que es un poco mejor que Puno, y la Isla del Sol con bastante buena fama.

Elegimos ir directamente de Cusco (Perú) a Copacabana (Bolivia) y, para ello, contratamos el servicio de la compañía de autobús TourPerú. Nada más llegar a la estación de autobuses ya nos encontramos con la primera sorpresa : se suponía que una pieza del autobús se había roto y por ello nos habían comprado un pasaje con la compañía Transzela para el segmento Cusco-Puno. El autobús de Tranzela estaba en buena condiciones, pero el conductor pisaba al acelerador con ganas. Esto, además de ser peligroso, hacía imposible conciliar el sueño. 

Llegamos a Puno y tuvimos que esperar dos horas en la estación para el cambio de autobús. Esta vez, la jugarreta fue que habíamos pagado todo el trayecto en asiento reclinable y el autobús para el trayecto Puno-Copacabana era con asiento normal. Tampoco es que fuera muy grave, ya que la duración del trayecto era de tres horas.

En el trayecto vimos cómo es el amanecer en el lago Titicaca. Realmente no parece un lago, si no un mar tranquilo, por lo grande que es. En algunos sitios no se ve la orilla del lado opuesto.

Antes de pasar la frontera, tercera jugarreta de TourPerú : te dicen que van a parar en una casa de cambio porque luego no hay para cambiar en la frontera y que cambies todo tu dinero ahí. ¡Mentira ! La casa de cambio de TourPerú era la más cara del mundo : pagaban 30 céntimos menos por cada sol cambiado. ¡Un robo ! Menos mal que ya nos habíamos informado por internet y habíamos leído que muchas compañías de autobús hacen esto para llevarse comisión, pero que en efecto había casa de cambio en la frontera y con mejores condiciones.

Para pasar la frontera hay que bajar del autobús y conseguir dos tampones peruanos : uno de la policía judicial y otro de los servicios de inmigración para sellar la salida de país. Luego hay que cruzar la frontera a pie y hacer cola en la oficina de inmigración boliviana. Nosotros pedimos un visado turístico para dos meses, pero todo lo que conseguimos fue 30 días. El oficial nos dijo que en la oficina de inmigración de La Paz nos podían alargar el visado gratuitamente.

 

Una vez hechas todas las formalidades administrativas, nos montamos en el autobús para dirigirnos hacia Copacabana, a una distancia de una media hora. En este trayecto, pudimos escuchar sobre algunas ilegalidades que se practican por parte de guías peruanos. Un grupo de turistas había contratado en Puno un paquete con una agencia para visitar Copacabana y La Paz, en Bolivia. El guía peruano no podía trabajar legalmente en Bolivia a no ser de pedir un visado de trabajo y pagar 20 dólares por día, lo que hace reducir considerablemente las ganancias por esta actividad. La triquiñuela que hacen es que un guía boliviano de otra agencia turística viene a buscarlos al puesto de control y dice que realmente él es el guía y que el guía peruano es en realidad sólo el que acompaña al grupo, pero que también va a hacer turismo. El guía peruano pasa la frontera con un visado turístico sin costo, y supongo que una vez llegados a Copacabana el guía boliviano desaparece previo pago de una comisión, aunque esto no lo pude comprobar.

 

Copacabana no se se parece en nada a su homóloga brasileña. Hay una playa efectivamente, pero llena de basura y con un olor asqueroso porque los desagües de la cuidad van a parar ahí. Desde luego, el panorama no es tan idílico como el de la ciudad brasileña, pero la vista al lago es bonita de todas formas.

Llegamos al hotel Bash and Crash la Perla del Lago donde habíamos reservado en una habitación compartida por 55 bolivianos por persona. El hotel era bonito y estaba limpio, pero el personal no era muy amable. Había un chico para todo y luego dos señoras en la recepción que atendían a los huéspedes malhumoradas porque les interrumpían sus conversaciones en el Facebook.

Nos acomodamos en la habitación y al encender la ducha vimos que el agua caliente no funcionaba. Fred bajó para ver qué pasaba y la recepcionista llamó a voces a Víctor, el chico que todo lo hacía. Tras cinco minutos sin respuesta, se levantó, dejó su conversación en el Facebook y abrió una llave de paso que estaba a 10 metros. Para preguntarnos si la ducha ya funcionaba, se puso a dar voces en el hall diciendo « Amigo, amigo, ¿funciona ya la ducha ? ». Todo eso porque no quería subir dos pisos de escaleras. ¡Esto es personal que da buena imagen al establecimiento y lo demás son tonterías !

Después de una ducha caliente, nos dispusimos a visitar Copacabana. Hay una catedral bastante bonita donde, su especialidad, es bendecir coches. Leímos que había una fiesta muy grande donde venía gente de toda Bolivia con sus coches nuevos completamente decorados para que fueran bendecidos y así poder evitar accidentes. Yo creo que algunas clases de seguridad en la autoescuela sería mucho mas efectivo, pero bueno, allá cada cual.

 

Estuvimos informándonos sobre cómo llegar a la Isla del Sol y nos dieron varias opciones :

  • Caminar durante cinco horas hasta el cabo más cercano a la Isla del Sol y luego tomar un barco de remos
  • Tomar un barco a motor desde Copacabana, pero el problema son los horarios : salidas a las 8h30 y 13h30 para la parte sur de la isla con vuelta a las 13h30 desde la parte norte. Con estos horarios o caminas muy rápido o tienes que pasar la noche en la isla.
  • Alquilar un velero e ir por tu cuenta, pero esta opción era un poco cara porque el alquiler del velero era a la hora.

Al final optamos por el barco a motor desde Copacabana con salida a las 13h30, pernocte en la parte sur y vuelta al día siguiente a las 13h30 desde la parte norte. El barco era un poco lento y tardó unas dos horas y media en llegar. Al menos tuvimos animación, ya que una chica y un chico se pusieron a tocar la guitarra y a cantar para amenizarnos el trayecto.

La llegada a la isla es un poco deprimente porque hay un montón de niños de unos 9-10 años trabajando como jaleadores. Conocían todas las frases estandard para captar a los gringos e incluso proponían cargar nuestra mochila sin tener que pagar propina. Como digo, es deprimente porque esos niños deberían estar jugando o estudiando, pero no trabajando. Para no alimentar más esta situación injusta, decidimos pasar de ellos y buscar por nuestra cuenta un hostal que teníamos anotado de otros viajeros.

La primera parte de la visita consiste en subir por las escaleras incas, rodeadas de unos jardines muy bonitos. Las escaleras incas acaban en una fuente que es la única forma de abastecimiento de agua en la parte sur. Seguimos caminando un poco y las vistas eran espectaculares : se veía toda la Cordillera Real nevada.

Las vistas eran estupendas en esta isla, pero los habitantes no eran muy simpáticos. Es como que aceptaban a los turistas, pero no iban a hacer nada por relacionarse con ellos o hacerlos sentir a gusto. Era exactamente lo mismo que con la recepcionista del hotel, parecía que molestábamos.

El dueño del hotel donde nos alojamos nos explicó que el agua se subía en mula y que por eso la habitación con baño privado era mucho más cara ya que se gastaba más agua. No entendíamos muy bien por qué se gasta más agua en un baño privado que en uno compartido, hasta que vimos el baño compartido: el wáter no tenía sifón, por lo que el olor no era muy agradable y disuadía a los usuarios de tomar una ducha. Decidimos que podíamos pasarnos sin una ducha helada durante un día y medio, por lo que cogimos la habitación con baño compartido que, además, tenía mejores vistas.

La sorpresa fue que se estaba celebrando una boda en el pueblo y, por lo tanto, todo el mundo estaba de celebración. Vimos cajas y cajas de cerveza, todos estaban borrachos como cubas y además había un dj pinchando música y haciendo unos comentarios que eran lo peor : « Venga esas cholitas guapas y solteras, palomitas blancas y sin mancha, que salgan a bailar al centro ». ¿Palomitas blancas y sin mancha ? WTF

Por la boda, todos los restaurantes del pueblo estaban cerrados o los que estaban abiertos no tenían cocinera. Pregunté a un señor si había alguna familia en el pueblo que tuviera restaurante y que no se llevara bien con la familia de la boda, pero no apreció mucho mi broma. Al final encontramos el único restaurante que servía cena y todos los gringos nos concentramos allí. Lo malo es que sólo había una señora que hacía de cocinera y camarera, por lo que tardamos casi dos horas en tener la comida en la mesa desde que pedimos. Por un momento, nos planteamos entrar en la cocina y ayudar a la señora, pero casi no hablaba español  por lo que desistimos.

Al día siguiente puse el despertador a las seis de la mañana para hacer la foto de rigor : el amanecer en la Cordillera Real. Yo puse el despertador, pero fue Fred quien se levantó a hacer la foto, porque hacia un frío de perros. Alguna foto quedó bien, pero las legañas no dejaban hacer fotos como es debido:). Por suerte, pudimos volver a dormirnos 🙂

El camino que atraviesa la Isla del Sol de sur a norte se llama « el eterno camino sagrado del sol ». Efectivamente, lo de eterno nos quedó muy claro : el paisaje era siempre el mismo y había que subir y bajar unas seis colinas que parecen idénticas. El paisaje era tan repetitivo que decíamos que habíamos entrado en un bucle infinito y que no teníamos escapatoria. Menos mal que el camino llegó a su fin y visitamos las ruinas incas de la parte norte. Fred me comentó que qué considerados eran en la Isla del Sol, que habían construído una mesa de picnic para los turistas, a lo que yo le contesté, que no era una mesa de picnic sino ¡una mesa ceremonial inca !

La ruta se acaba en la playa de la parte norte, que es bastante bonita, y Fred decidió que tenía que bañarse unos 15 minutos antes de que saliera el barco. Se metió y se salió sin nadar, porque el agua estaba bastante fresquita 🙂

La vuelta fue igual que la ida, en el mismo barco, sólo que desde el norte tardó tres horas y media. El capitán del barco tuvo el detalle de pasar por delante de las islas flotantes que están cerca de Copacabana, pero eran islas flotantes falsas. Habían puesto una estructura metálica y la habían cubierto con la paja de totora. Además no eran ni casas, eran un restaurante y una cafetería. Un poco decepcionante si se compara con las de Uros, supongo.

Al día siguiente, antes de coger el autobús para La Paz, visitamos el observatorio inca. A mí no me gustó mucho porque sólo eran piedras alineadas con el primer haz del sol durante los solsticios. Lo bueno, es que había una vista panorámica de Copacabana, el lago y la Isla del Sol.

Al bajar del observatorio nos encontramos con un desfile de colegiales en honor a la llegada de la primavera. Cada curso representaba una danza típica  boliviana: unos la de los mineros, otros la de los pastores de llamas, otros la de los lecheros, etc. Los niños no parecían muy contentos y estaban cansados después de tantas horas de pie, pero los padres parecían muy orgullosos y contrataban los servicios de unos fotógrafos profesionales para inmortalizar el momento.

A medio día cogimos el autobús para La Paz y realizamos un trayecto de unas tres horas. Por el camino, tuvimos que pasar en barco una parte del lago : pasajeros por un lado y autobús por otro. Menos mal que también hay normas de seguridad por estos parajes, porque no me hubiera gustado nada cruzar el estrecho dentro del autobús.

Le lac Titicaca et la voie sacrée de l’éternité du Soleil

Prochaine étape, le lac Titicaca, à cheval entre le Pérou et la Bolivie. Du côté Péruvien, il y a la ville, réputée très moche, de Puno et les îles flottantes Uros. Ce sont des îles faites avec la paille qu’on trouve au bord du lac. C’est intéressant à voir, mais malheureusement, il paraît que ça a tellement été dénaturé par le tourisme que la visite ressemble à une sortie à Disneyland. L’autre solution est le séjour chez l’habitant. Du côté bolivien, il y a la ville de Copacabana, un peu mieux que Puno, et l’île du Soleil, réputée splendide. Nous choisissons d’aller directement de Cuzco (Pérou) à Copacabana (Bolivie) en faisant l’impasse sur les îles flottantes. Peu de compagnies proposent ce trajet et nous choisissons « Tour peru ». Arrivés à la gare routière, première surprise, leur bus n’étant pas assez plein, ils nous font voyager, sur le premier segment Cuzco-Puno, via une autre compagnies : Transzela. Le bus est en bon état, mais le chauffeur roule vraiment trop vite. En plus d’être dangereux, ça rend tout someil impossible.

 

Nous arrivons à Puno au petit matin et devons attendre 2h notre changement. Cette fois-ci nous montons dans un bus de Tour peru, mais avec des sièges normaux au lieu des sièges couchette prévus. Pas dramatique car il n’y a que 3h de trajet.

Nous voyons le lac Titicaca au lever du soleil sous un ciel menaçant, qui donnera même de la grêle transformant pour quelques instants les abords du lac en paysage enneigé. Le lac est tellement grand qu’on ne voit pas l’autre rive. C’est vraiment une mer intérieure.

Juste avant le passage de la frontière, le bus s’arrête à une maison de change qui propose des toilettes nickelles mais le taux de change le pire de la ville : 3 décimales de plus que le « taux google ». Nous trouverons un bureau de change au taux bien plus intéressant juste avant la frontière. Pour le passage de la frontière, nous devons descendre du bus, passer par la police péruvienne, puis les services d’immigration péruviens, traverser la frontière à pied, puis passer aux services d’immigration boliviens qui nous donnerons un visa de 30j. Dans la file d’attente, nous croisons des argentins qui font le tour de l’Amérique Latine en moto. Mais plus tard nous verrons plus motivés : un groupe qui fait la même chose, mais en vélo !

Ensuite, nous remontons dans le bus qui nous attends de l’autre côté de la frontière avec nos bagages qui d’ailleurs n’ont pas été contrôlés. Direction Copacabana que nous atteignons en une demi-heure.

La ville n’a pas grand chose à voir avec son homologue brésilienne, 3800m plus bas. Il y a certes une plage, mais celle-ci est jonchée de déchets et traversée par un petit ruisseau nauséabond, les égouts de la ville. A notre arrivée, il y a 40km/h de vent, mais malheureusement je n’ai pas amené le kite pour cette partie du voyage.

Nous nous installons dans notre hôtel « Bash and Crash, la Perla del Lago », qui dispose d’un bon potentiel avec un très joli hall, mais gâché par le personnel : un seul gars fait tout, tandis qu’à l’accueil, deux femmes se contentent de passer leur journée sur facebook, en traitant les clients dans une indifférence totale. Nous nous plaignons que la douche ne marche pas. La femme de l’accueil crie dans le hall « Victor ! », le nom de l’homme à tout faire. Au bout de 5 minutes sans réponse, elle se décide enfin à aller allumer la pompe 10 mètres plus loin. Puis nous montons dans la chambre, et elle crie « Amigo ! Est-ce que la douche fonctionne ? ». On doit communiquer en criant dans le hall pour qu’elle n’ai pas à monter les 3 étages jusqu’à la chambre. Finalement nous pourrons nous doucher mais je pense que les non-hispanophones se contentent d’une douche froide.

Nous visitons ensuite Copacabana. Chose étonnante, la ville est un point de chute pour les baba-cools argentins qui pour la plupart travaillent dans les restaurants ou vendent de l’artisanat pour vivre quelle temps à la cool puis se payer le billet de bus retour. Avec la slackline j’aurai pu m’intégrer facilement parmi les jongleurs de la plage, mais ça manque d’arbres pour l’installer.

Nous voyons la jolie cathédrale de Copa, dont la spécialité est la bénédiction de véhicules. Dommage que ce soit pas la saison c’est paraît-il assez folklorique.

Ensuite nous nous renseignons pour passer deux jours sur l’île du Soleil à quelques miles de Copacabana. On peut y accéder en faisant une randonnée de 5h jusqu’au cap le plus proche puis en quelques minutes de rame, ou alors en bateau à moteur depuis Copacabana. Le problème sont les horaires : départ à 8h30 ou 13h30 pour le sud de l’île, et retour à 13h30, du nord de l’île, ce qui fait un peut tôt, ne laissant qu’une demi-journée le 2eme jour pour aller du sud, où se trouvent les hôtels, jusqu’au nord de l’île. J’étudie l’option d’y aller à la voile, mais la location du voilier est un peu chère puisqu’on paye à l’heure.


Finalement, nous choisissons l’option bateau à moteur, et n’étant pas matinaux après la nuit de bus, partons à 13h30 le lendemain. Le bateau est assez peu marin et équipé de 2 moteurs de 60CV chacun, nous avançons à 6 nœuds environ. Ça reste plus rapide que le kayak ! Dans le bateau un couple sympathique un peu roots se met à chanter et jouer de la guitare. Au moins ça occupe pendant la traversée. 

Arrivé sur l’île une vingtaine de gamins abordent les touristes leur proposant un hébergement. Étant opposé au travail infantile et ayant déjà repéré un hôtel nous leur disons que nous allons rentrer le jour-même.

La première étape de la visite de l’île sont les escaliers incas, bordé de cultures en terrasse irriguées par la source se trouvant en haut des escaliers. Je me demande d’ailleurs comment une source peut se trouver ici étant donné qu’elle est presque en haut de l’île et que du coup le bassin versant est minuscule. Au bout de quelques kilomètres, nous arrivons à notre hébergement et la principale attraction de l’île : la vue magnifique lac-montagnes enneigées.

Mais si la vue est splendide, les habitants de l’île, ne sont pas particulièrement sympathiques. Nous sentons que nous sommes tolérés, mais pas bienvenus. C’est d’ailleurs une impression que nous avons eu aussi à Copacabana.

Le propriétaire de l’hôtel nous explique qu’ici l’eau est montée à dos de mules. Bizarre car à 10 mètres de l’hôtel nous voyons un robinet qui sort du sol. Quoiqu’il en soit la chambre avec salle de bain coûte 150 Bs et la chambre avec salle de bain commune, 50 Bs. En fait l’astuce est la suivante : il n’y a pas de siphon dans la salle-de-bain-toillettes communes du coup l’odeur dissuade toute velléité de douche. Ce qui donne une consommation d’eau bien moindre. 

Un mariage a lieu sur l’île et tout le village y est présent. Du coup pour trouver un restaurant, ce n’est pas facile. Nous finirons par en trouver un ouvert, mais tenu par une seule cuisinière/serveuse avec son bébé dans le dos. Elle doit faire à manger pour 8 convives, et du coup nous devons attendre 1h30 notre plat. J’hésite à aller l’aider en cuisine, mais elle parle à peine l’espagnol. 

Le lendemain, Marta me réveille à 6h du matin : le soleil est en train de se lever sur les montagnes de l’autre côté du lac que nous voyons depuis notre fenêtre. J’en profite pour faire quelques photos, mais à peine réveillé c’est difficile de cadrer bien horizontalement. 

Nous nous rendormons et nous réveillons quelques heures plus tard car nous avons une île à traverser. 

Le chemin qui traverse l’île du Sud au Nord s’appelle la « voie sacrée de l’éternité du soleil ». Rien que ça. Effectivement le caractère éternel est bien présent car le chemin est quasi droit et passe par dessus 6 collines. Le paysage est tellement répétitif, qu’en tant qu’informaticiens, on a l’impression d’être dans une boucle infinie.

Mais nous finissons quand même à arriver à l’autre bout de l’île où se trouvent des ruines Inca. 

Nous passons devant ce que je pense être un table en pierre installée pour que les touristes pic-niquent. En fait c’est une table cérémonielle Inca ! 

Le lac Titicaca doit être un paradis pour les météorologues, on y voit toutes les sortes de nuages, et surtout grâce à l’altitude, on a l’impression d’être tout près d’eux. 

La ballade se termine devant une jolie plage où se baignent quelques cochons. Mais le bateau part du port à 500m de la plage dans 15 minutes. J’ai à peine le temps de me tremper, mais de toute façon l’eau est beaucoup trop froide pour nager. 

Le retour se fait dans un bateau du même type qu’à l’aller. Le capitaine est sympa, il fait un léger détour pour passer devant les îles flottantes boliviennes. Rien à voir avec les îles flottantes d’Uros. Ce sont en fait des pontons en bidons, recouvertes de paille et qui tiennent plus du bar-restaurant que de l’habitation typique. 

Le lendemain, avant de prendre le bus pour La Paz, nous visitons la dernière chose à visiter à Copacabana : l’observatoire Inca. C’est en fait des formations rocheuses et, entre les sommets de deux rochers qui sont alignées avec l’axe que forme le soleil au solstice quant il se lève, les Incas ont installé un linteau.

On y a un beau panorama sur Copacabana et le lac. 

Et on y trouve même de la neige, vestige de la grêle de l’avant-veille.

Nous redescendons ensuite en ville où a lieu le carnaval de fin d’année scolaire des écoliers. Le thème est les différents métiers boliviens : mineurs, pasteurs… Mêmes les voitures sont déguisées, de manière un peu kitsch il est vrai. Ce qui est dommage c’est qu’à force d’attendre des heures au soleil, les enfants font un peu la gueule.

En début d’après-midi, nous prenons le bus pour la Paz, environ 3h de route. Sur le chemin nous devons prendre le bac pour passer un court détroit qui évite de faire le tour du lac. Lorsque nous voyons les vieux bacs en bois, nous sommes contents qu’on nous fasse descendre du bus : les passagers prennent un bateau à part qui d’ailleurs roule énormément, soumis au vagues générées par le vent de travers.


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