El Perito Moreno, el coloso de hielo.

 

¿De dónde creéis que ha sacado el autor George R. R. Martin la inspiración para El Muro en Juego de Tronos? ¡ Pues casi seguro que del Perito Moreno! Esa fue la primera idea que me vino a la cabeza al verlo. Recuerdo como allá por Abril del 2012 le contaba a Guido que iba a visitar Argentina y su primera reacción fue preguntarme, con cara de alegría, si iba a visitar el Perito Moreno. Yo no sabía ni de qué me estaba hablando y me explicó que era un glaciar impresionante. Y, por supuesto, no se confundía.

El campo base para visitar el Perito Moreno se sitúa en El Calafate. El Calafate es un pueblecito de veinte mil habitantes concebido por y para el glaciar. Parece una estación de esquí con sus casitas de madera y su calle principal plagada de bares y comercios que venden material para el frío.

En El Calafate nos instalamos en el hostal IkeuKen, nominado como hostal con mejor ambiente en 2011 por hostelbookers. Era muy bonito y el personal era muy amable. Habían organizado una parrillada para esa misma noche, pero el precio era prohibitivo, así que tuvimos que decir que no.

Después de instalarnos, nos acercamos al hostal donde se alojaban Sandrine, Cyrille y Pascal, pero sólo encontramos a Sandrine. Pascal y Cyrille se habían ido a El Chaltén y ella se había quedado reposando la rodilla, tal y como el médico le había recomendado. Nos fuimos a dar una vuelta corta por el pueblo los tres y quedamos en cenar todos juntos esa noche, cuando Pascal y Cyrille llegaran de El Chaltén.

Sobre las nueve nos presentamos en su hostal con un tupper de lentejas y Pascal y Cyrille ya habían llegado. Nos contaron con ojos brillantes cómo había sido su trekking en El Chalten, por lo visto El Fitz Roy era impresionante. Cenamos todos juntos, cosa que hizo que nos olvidáramos del asado de nuestro hostal, y quedamos en que al día siguiente iríamos todos juntos al Perito Moreno.

Para llegar al Perito Moreno, la forma más barata y fácil es tomar un autobús de línea por110ARS (15.40EUR) que recorre los ochenta kilómetros que separan el glaciar de El Calafate y que te deja en los miradores. Otras opciones más caras son tomar un barco, contratar una excursión para que te deposite con helicóptero en el glaciar y poder hacer una caminata, alquilar un kayak, etc. ¡Vamos! para gusto los colores y allá cada cual con su bolsillo.

El autobús tarda una hora más o menos y hace una parada técnica en la entrada del parque nacional para que todo el mundo compre su entrada (110ARS (15.40EUR)). Luego hace una segunda parada para depositar a los que quieren tomar el barco y por último una parada en los miradores. Cuatro horas después vuelve para recoger a todo el mundo. Cuando me dijeron cuatro horas, pensé que era demasiado tiempo, pero una vez allí el tiempo pasa volando.

Después de haber visto el glaciar del Campo Sur en el Navimag y el glaciar Grey en las Torres del Paine, me decía a mi misma que El Perito Moreno no podía ser muy diferente. ¡Ay qué equivocada estaba! Es un glaciar hiperactivo, que crece dos metros al día, un muro de 30 kilómetros de ancho y 70 metros de alto. Además, ha consegido dividir el lago en el que se encuentra en dos, haciendo que el nivel del agua sea distinto a cada lado. Los desprendimiento de bloques de hielo son espectaculares y entre 1968 y 1988 treinta y dos personas murieron por la astillas proyectadas en desprendimientos. Es por eso que los barcos no se acercan a menos de cincuenta metros de la pared del glaciar.

El gobierno argentino ha construído una serie de pasarelas y miradores desde donde se puede observar el glaciar. Lo bueno, es que han pensado en todo y los miradores también son accesibles para personas de movilidad reducida. Hay varias rutas dentro de los miradores y la más larga de de una hora y cuarto.

Al principio, los desprendimientos nos pillaban por sorpresa y no éramos capaces de hacer fotos. Esto era porque estábamos bastante lejos de la pared y el sonido tardaba varios segundos en llegarnos. Lo bueno es que según iba avanzando la mañana, los desprendimientos iban siendo más frecuentes gracias al sol. Al final, la paciencia dio su recompensa y pudimos captar cómo un buen trozo de pared se desprendía. Cuando eso sucedió, todo el mundo enmudeció de repente.

Contentos y con un vídeo especial para Guido y los sobrinos de Cyrille y Sandrine, nos dirigimos al autobús que nos llevaría de nuevo al Calafate. La próxima aventura en El Chaltén.

Algunas fotos más:

 PD.- Aquí os pongo la broma/chiste/juego de palabras/ida de pinza de Fred. Transcripción justo debajo del vídeo ;). Comentarios a él.

  • Guau, guau

  • Oooohhh…Qué perrito más oscuro

  • Qué perrito oscuro

  • Qué perrito/perito más moreno

Punta Arenas y la isla de los pingüinos

 

Nos tomamos un día de descanso en Puerto Natales después del trekking de las Torres del Paine. La verdad es que nos lo teníamos bien merecido, porque la paliza había sido contundente. Como no me apetecía más montaña, de momento, y estaba en modo caprichoso, me empeñé en ir a ver las colonias de pingüinos en Punta Arenas. Fred estaba un poco reticente, porque pensaba que iba a ser una actividad muy turística, y tuve que utilizar todas mis armas para convencerle. La idea era hacer una ida/vuelta rápida desde Puerto Natales hasta Punta Arenas en un día o día y medio y luego continuar hacia el Chaltén.

Llegamos a Punta Arenas tras tres horas de viaje y nos recibió un frío glacial. ¡Cómo se notaba que la Antártida estaba cerca! Es por eso que en el paseo marítimo no había absolutamente nadie. Dimos una vuelta rápida por la ciudad y una de las cosas que nos divirtió mucho fue ver los escaparates de las tiendas con ropa de verano.¡Están locos o qué! La mayoría de la gente llevaba puesto un anorak, y eso que estábamos en verano, así que ¿en qué calita pensaban utilizar esos pareos?

En Punta Arenas hay dos formas de visitar las colonias de pingüinos:

  • La primera opción es Seno Otaway. Es una colonia con 5000 pingüinos y el coste de la visita es 12000 pesos por persona más la entrada al parque

  • La segunda opción es Isla Magdalena. Es una colonia con 120000 pingüinos, en una isla a dos hora de travesía en ferry desde Punta Arenas y el coste de la visita es de 28000 pesos por persona

Estábamos dudando entre las dos opciones, porque la segunda nos parecía realmente cara, hasta que echamos un vistazo en Tripadvisor. Todo el mundo hablaba maravillosamente bien de Isla Magdalena, pero de Seno Otaway las opiniones eran variadas. Así que la decisión estaba clara: Isla Magdalena.

Fuimos al centro de Punta Arenas para comprar un par de billetes en la agencia de Transbordadora Austral. Llegamos sobre las cuatro de la tarde, porque la salida era a las cinco, cuando nos dijeron que el embarque era ¡en la otra punta de la ciudad! Tomamos un taxi colectivo a toda prisa y por suerte nos dio tiempo de sobra a llegar. Incluso tuvimos tiempo de comer un sandwich caliente y tomar una bebida en la cafetería de la sala de embarque. Entablamos conversación con la camarera de la cafetería y tuvimos una conversación un tanto surrealista con ella. Resulta que Berlusconi salió en las noticias y la señora nos dijo que ojalá todos los hombres fueran como él, así de bien conservados. Yo abrí los ojos como platos y le dije que Berlusconi estaba operado y requeteoperado, que no tenía ningún mérito, y que además Berlusconi era un mujeriego de cuidado. De ahí derivamos en una discusión en la que ella me decía que todos los hombres eran iguales y que al final siempre se iban con una más joven. Yo le dije que en algún sitio tendría que haber alguna excepción y me dijo que yo era aún demasiado joven e inocente. Luego miró a Fred y le dijo: No te lo tomes como algo personal. No sabía si reírme o llorar, pero por suerte llamaron para embarcar y ahí quedó todo.

La travesía de dos horas transcurría por el Estrecho de Magallanes. Aguas turbulentas, muy negras y un viento glacial, no quiero pensar cómo fue para el pobre portugués Magallanes con un cascarón y una vela. La guía presentó a la tripulación y a sí misma. Nos explicó algunas curiosidades de los pingüinos y nos contó cómo se desarrollaría la excursión. Sólo podíamos estar una hora en la isla y sólo podíamos recorrer el sendero señalizado entre la playa y el faro, que se encontraba en lo alto de la isla. Por supuesto, no podíamos tocar a los pingüinos ni darlos de comer.

Los pingüinos emigran cada año a Isla Magdalena para incubar sus huevos. Hacen un viaje muy largo, desde las playas de Brasil hasta la punta sur de Patagonia. Una vez llegados a la isla, buscan a su pareja, ya que los pingüinos son monógamos. Escarban en la tierra agujeros, como las madrigueras de los conejos, y depositan unos dos huevos por pareja. Incuban los huevos durante 25-45 días y el macho y la hembra se alternan para que ambos puedan salir a cazar y comer.

El ferry nos depositó en la play y el espectáculo era impresionante. Había pingüinos por todas partes. Algunos en el agua, otros incubando huevos, otros en línea atravesando el sendero, otros tomando el sol. Además era muy divertido verlos caminar, porque son taaaan torpes. En cuanto había un poco de desnivel en el suelo o cogían un poco de velocidad, acababan cayéndose sobre su propia barriga. Eso sí, en el agua era otro tema, auténticos torpedos.

Nos volvimos locos haciendo fotos (hicimos casi 20 por minuto) y teníamos una sonrisa bobalicona en la cara viendo estos animalitos. ¿Qué tendrán los pingüinos que consiguen enternecer el corazón de los más duros y malotes? Uno se acercó tanto a Fred, que se le metió entre los pies y pudo acariciarle (sin que le viera el guardaparques, por supuesto). Definitivamente, estos pingüinos no tenían miedo a los humanos.

 Recorrimos el sendero y nos refugiamos un poco del frío viendo el faro/museo en lo alto de la isla. Nos parecía que no había pasado ni cinco minutos, cuando la guía nos indicó que ya nos teníamos que marchar. ¡El tiempo había pasado tan rápido! Volvimos a embarcar y sobre las diez de la noche llegamos a Punta Arenas. Fred me confesó que le había gustado mucho la visita y que no había sido tan turística como él esperaba, porque sólo había unas cincuenta personas en el ferry.

24 horas de visita relámpago y bus de vuelta a Puerto Natales, para proseguir con nuestro camino por la alucinante Patagonia Argentina.



Le secret de l’île aux pingouins

Nous partons à Punta Arenas, la ville la plus australe du Chili, avec un seul objectif : visiter une des deux colonies de Pingouins de Magellan. La ville se trouve juste au bord du détroit de Magellan, avec une belle promenade du bord de mer, déserte en raison des 20 nœuds de vent glacial. En effet ici la garde-robe estivale comporte un anorak, quant aux vêtements d’hiver, je n’ose pas imaginer.

Nous avons un réservation dans l’hôtel « Hospedaje Costarena ». Pas mal, mais vraiment loin du centre ville, plus d’un kilomètre.

Les pingouins vivent en couple, et pendant la journée un des deux pêche pendant que l’autre couve les œufs. Et ils échangent de rôle toutes les deux heures. Du coup les visites des colonies se font le soir ou le matin, au moment ou les deux parents sont sur la terre.

Deux option : le bus à 7000CLP (10.50EUR) pour voir la colonie Seno Otoway, 5000 pingouins, ou le ferry à 28000CLP (42.00EUR) pour voir la colonie de l’île Magdalena, 120000 pingouins. Il y a également l’option très onéreuse vedette jusqu’à l’île Magdalena, les avantages étant la durée du trajet, plus rapide en vedette, et au lieu de débarquer à 150 personnes on débarque à 15. Nous choisissons bien sûr l’option où le prix par pingouin est le moins élevé 😉

Le port se trouve à quelques kilomètres du centre ville. D’ailleurs il est possible d’acheter directement les tickets au port. Nous les achetons dans une agence du centre ville, moins d’une heure avant le départ à 16h30, ce qui nous permet de tester le système de colectivos. Ce sont des taxis qui ont des parcours prédéfinis comme des bus, et un prix de la course fixe (400CLP (0.60EUR) à Punta Arena). L’avantage, c’est que la fréquence de passage est élevée. L’inconvénient c’est que lorsqu’on voit arriver le 5ème taxi avec 4 passagers, on se décourage un peu.

Le trajet de 20 miles nautiques dure 3h et s’effectue sur un ferry vide (sans véhicules). L’avantage par rapport à un bateau standard de passagers, c’est qu’il peut « beacher », c’est à dire s’arrêter juste à côté de la plage et y faire descendre les passagers par la rampe d’accès. Ça permet d’éviter de mouiller à 200m du bord et de devoir faire des allers-retours en annexe pour faire débarquer tout le monde. Après notre expérience Navimag, nous avons pris l’habitude du rythme « cargo ».

Sur l’île, une heure de visite est accordée aux touristes, sur un sentier de 800m entouré de filins. Vu comme ça, ça n’a pas l’air très sexy, et sûrement trop touristique pour être compatible « Guide du Routard ». Pourtant c’est tout simplement époustouflant : les pingouins sont partout et certains s’approchent tant des humains qu’on pourrait les toucher (attention n’essayez pas c’est interdit et les gardes veillent). Nous voyons leur terriers qui ressemblent plus ou moins aux terriers de lapin. Mais le plus mémorable est leur démarche. Animaux marins avant tout, si sous l’eau ils ressemblent à des petites torpilles, ils sont vraiment maladroits sur terre et tombent dès que le terrain est accidenté. Mais ça reste des oiseaux: ils ont un bec et poussent des cris à la manière des coqs.

A peine 24h après être arrivés à Punta Arenas, nous repartons pour El Calafate, et devons passer la nuit à Puerto Natales car les horaires de bus ne permettent pas de faire le trajet dans la journée.








Parque Nacional de las Torres del Paine

 

Todo el mundo en Puerto Natales nos había dicho que estaríamos locos si no aprovechábamos para visitar el parque nacional con el buen tiempo que estaba previsto para los próximos tres días, porque era algo completamente inusual en esa zona. Tres días de sol, sin lluvia y, sobre todo, sin viento no era una oportunidad que estábamos dispuestos a desperdiciar. Así fue cómo se impuso la opción de trekking de cuatro/cinco días a la opción de visita del parque en autobús durante un día.

Por la mañana, al montar en el autobús, vimos que estaban allí Sandrine, Cyrille y Pascal, del Navimag. Al vernos, todos nos echamos a reír 🙂 Al terminar la travesía habíamos estado hablando, pero nadie tenía claro si íbamos a hacer el trekking o no, y ¡allí estábamos todos! Ellos habían previsto hacer el recorrido al revés de lo que habíamos pensado nosotros, pero como realmente nos daba igual, decidimos unirnos a su plan.

El autobús tardó dos horas en llegar desde Puerto Natales hasta la entrada del parque. El paisaje era espectacular y lo que más me llamó la atención fueron las praderas cubiertas con un manto de florecillas rosas. Había animalitos por todas partes y pájaros también.

Llegamos a la entrada del parque y pagamos nuestro ticket, los guardas forestales nos dieron algunas consignas de seguridad y enumeraron las prohibiciones en el parque. Parece ser que se toman muy en serio las prohibiciones porque en caso de saltarse una norma, la consecuencia es la expulsión directa del parque.

Pudimos acercarnos a un mirador y ver la dos Torres majestuosas, libres de toda nube. Aprovechamos para sacarnos algunas fotos y después montamos en el autobús que nos llevaría al lago Penhoe a coger un catamarán. En una de las curvas del camino aparecieron dos huanacos, salidos de la nada, peleándose y mordiéndose. Nuestro conductor tuvo que dar un frenazo e impactó a uno de los huanacos, pero ellos siguieron peleándose como si nada. ¡Esto es vida salvaje en vivo y en directo y no los reportajes de la 2!

El catamarán navegó por todo el lago Penhone hasta llegar al campamento Penhoe. El azul del lago era espectacular y desde la cubierta podíamos ver las cumbres nevadas y los cuernos. Todo el mundo estaba como locos haciendo fotos.

Llegamos al campamento Penhoe y empezamos a caminar. Habíamos previsto llegar hasta el campamento Guarda y teníamos por delante unos quince kilómetros. La pendiente era suave y no hacía demasiado calor. Además había muchos riachuelos en los que refrescarse o beber agua. Hicimos la primera parada en el Lago de los Patos y luego seguimos caminando. Pascal y Cyrille nos llevaban la delantera y realmente estaban en forma. Fred, Sandrine y yo íbamos en el pelotón de cola más despacio tomando fotos. La segunda parada fue en el mirador del lago Grey, desde donde se podía ver ya el glaciar. Era como un mar de hielo, kilómetros y kilómetros de hielo en bloque, con una gama de blancos y azules impresionantes.

Llegamos al campamento Grey y cuándo nos disponíamos a seguir nuestro camino hasta el campamento de Guardas, un empleado del camping nos dijo que el campamento estaba cerrado. Nos dijo que mejor no nos molestásemos en subir, porque si un guarda nos encontraba allí, nos mandaría de inmediato hacia el campamento Grey. Nos quedamos un poco asombrados, porque en la entrada del parque no habíamos visto ningún cartel y ningún guardaparques nos había comentado nada. Desconfiados, le preguntamos que si había algún cartel y nos dijo que en la siguiente intersección lo encontraríamos. Y así fue, pero era un cartel sin ningún logotipo oficial del parque, por lo que empezamos a sospechar que a lo mejor lo habían puesto los del campamento de Grey para atrapar a más turistas y hacerlos pagar. Sopesamos nuestras opciones:

1.- Pasar del empleado del campamento y seguir nuestro camino, aún a sabiendas que a lo mejor caminaríamos durante dos horas más para nada

2.- Quedarnos en el campamento Grey y pagar la noche de camping, cosa que nos parecía abusiva porque la noche por poner una tienda costaba más que un hostal

3.- Intentar contactar con un guardaparques in situ o por teléfono y ver qué nos decía

Nos dimos la vuelta y le preguntamos al empleado del campamento si había algún punto de información del parque en los alrededores y nos indicó el camino para llegar hasta el refugio de los guardaparques.

Llegamos hasta allí y nos recibió un guardaparques muy joven. Le contamos lo que nos había dicho el empleado del campamento Grey y nos dijo que efectivamente habían cerrado el campamento de Guarda hacía unas horas porque un árbol se había caído encima del refugio. Le estuve contando que teníamos intención de dormir allí, ya que era gratuito, y que no nos venía muy bien pagar el campamento Grey. Le pregunté que si nos podía dar una solución, ya que no queríamos hacer nada ilegal y como le vi un poco agobiado, le dije que lo podía consultar con su superior o compañeros si quería. Me dijo que si esperábamos una media hora, su compañero volvería del campamento de Guarda y que nos daría una actualización sobre el estado del mismo, para ver si realmente podíamos dormir allí.

Su compañero volvió en seguida y nos dijo que el refugio estaba en muy mal estado, así que dormir allí no era una opción. Estuve hablando con ellos y les dije que estábamos todos muy ilusionados con la visita al parque, pero que al ser tan caro, habíamos decidido hacerlo en plan austero, caminando y cargando más y acampando sólo en campamentos gratuitos. Les conté que todos íbamos a viajar durante mucho tiempo, por lo que cada euro contaba, y que si nos podían dar una solución, pero que en cualquier caso, si no podían, pues que acamparíamos en el campamento de Grey. Ambos guardas se miraron y nos dijeron que excepcionalmente podíamos acampar al lado de su refugio, con tal de que hubiésemos desalojado antes de las nueve de la mañana, porque era la hora a la que pasaba el barco por el lago y alguien podría vernos. Les prometimos que nos levantaríamos muy pronto y que no montaríamos escándalo, así que fuimos a recoger nuestras cosas. Cuando volvimos, nos dijeron que habían pensado en una solución mejor: tenían camas de sobra en su refugio y podíamos dormir allí.¡ Menudo lujo! Mucho mejor que dormir en el suelo con una esterilla y además con baño. Les dimos las gracias mil veces y después de dejar nuestras mochilas nos fuimos todos al mirador del glaciar.

Bloques de hielo enormes se paseaban por el lago y el silencio era absoluto, porque éramos los únicos en estar allí. Paseamos por la orilla del lago, escalamos alguna que otra piedra y, de pronto, un ruido ensordecedor nos dejó paralizados a todos: ¡un trozo enorme de hielo acababa de caer de un iceberg! La verdad es que el sonido del hielo quebrándose es indescriptible y todos teníamos los pelos como escarpias. Fred, que estaba cerca de la orilla, empezó a escalar la ladera rápidamente, porque se acordó del vídeo en el que la onda expansiva de un trozo de hielo casi hace volcar un barco. No le apetecía mucho mojarse con lo fresquita que estaba el agua…. 🙂

Nos fuimos a la cabaña de los guardabosques y empezamos a preparar la cena todos juntos con nuestros hornillos de camping. Nos dio mucha pena no tener muchos ingredientes para que Pascal les hubiera preparado una cena digna de un chef, y así poder agradecerles su detalle. Estuvimos charlando hasta casi entrada la noche y nos contaron muchas cosas. Por supuesto, me tocó hacer un poco de intérprete porque todos eran franceses menos yo, aunque todos chapurreaban algo de español.

Nos contaron que para ser guardaparques sólo se necesitaba tener vocación. Es una vida muy aislada y sólo tienen por compañía una radio y a otro compañero, por lo que es bastante sacrificado. Estos dos guardaparques nos contaron que tenían relativa suerte con su emplazamiento, ya que estaban al lado del lago y podían transportar su comida y carburante mediante barco, pero que había refugios en los que había que subir la comida a pie, caminando durante horas. Nos contaron también que hacían turnos de un mes y luego tenían diez días de vacaciones. A pesar del sacrificio de no poder llevar una vida “normal”, se veía en su mirada un brillo como el de alguien que está enamorado cuando hablaban del parque :).

Entre otras cosas les preguntamos que si había gente que escalaban las Torres. A nosotros nos parecía una locura, porque eran 3400 metros y completamente en vertical. Nos contestaron que sí, que era una ascensión de un día y medio y que había que dormir colgado con todo el material. El mayor problema para conseguirlo eran las condiciones climatológicas, porque era muy difícil encontrar una ventana de día y medio con buen tiempo, o mejor dicho, sin viento. Allí arriba las ráfagas podían alcanzar velocidades de 200 km/hora, por lo que era bastante peligroso estar colgado de una cuerda en esas condiciones. Nos contaron que una pareja de escaladores habían acampado en las cuevas que hay en la base de las Torres durante un mes y medio, esperando las condiciones perfectas, pero que habían tenido que marcharse sin poder escalarlas.

A la mañana siguiente nos levantamos muy pronto, para que nadie nos viera salir de allí, y les dejamos una nota de agradecimiento. Fred también les fregó los platos de la noche anterior como “regalo” de despedida.

Ese día dejamos atrás el glaciar Grey, yo con bastante pena, e hicimos el mismo camino que habíamos recorrido el día anterior. Seguimos el sendero e hicimos una parada para comer en el campamento Penhoe. Pascal, Cyrille y Sandrine habían seguido con su marcha a ritmo infernal y Fred y yo íbamos más lentos. Comimos todos juntos y Pascal tomó la delantera. Poco después, Sandrine y Cyrille se pusieron en marcha y nosotros decidimos quedarnos un poco más.

Como un cuarto de hora después de haber dejado atrás el campamento Penhoe, escuchamos un grito. Bueno, yo escuché un grito, pero Fred pensó que era un animal. Giramos la curva que trazaba el sendero y allí nos encontramos a Sandrine gritando, llena de sangre y maldiciendo a más no poder. Había tropezado con una piedra y su cuerpo había cedido al peso de la mochila, haciendo que se cayera. Se había arañado en el brazo de forma superficial, pero se había hecho un corte bastante profundo en la rodilla. Sacamos el botiquín y limpiamos la herida, pero la cosa pintaba mal con el corte de la rodilla. Estaba en muy mal sitio y la carne estaba bastante separada. Ninguno teníamos las tiritas que son puntos de aproximación y seguir andando con la rodilla así de abierta no era una opción. Sandrine y Cyrille no tuvieron más remedio que dar media vuelta hacia el campamento Penhoe, rezando para encontrar un guardaparques que supiera dar puntos. Si no lo encontraban, se tendrían que volver a Puerto Natales en el barco de la tarde.

El camino entre el campamento Penhoe y el campamento Italiano es impresionante y terrorífico al mismo tiempo. A principos de año, un visitante del parque había provocado un fuego al quemar papel higiénico. El fuego se había extendido rápidamente y no fue posible controlarlo debido a las fuertes ráfagas de viento. Los guardaparques de la noche anterior nos habían contado que el parque había ardido durante casi un mes, sin que las brigadas de incendio pudieran hacer nada por apagarlo por culpa del viento. El fuego se extinguió solo, gracias a la lluvia, pero hectáreas y hectáreas de bosque habían quedado calcinadas. Un sentimiento de pena e impotencia me invadía al caminar entre bosques quemados. Pensaba en las veces que había escuchado en los telediarios que X hectáreas de bosque se habían quemado, pero ninguna imagen televisiva podía compararse a la desolación que estaban viendo mis ojos.

Seguimos nuestro camino y llegamos al campamento Italiano. No vimos a Pascal por ningún lado, por lo que supusimos que había continuado por el valle francés. Instalamos nuestra tienda y nos relajamos un poco quitándonos nuestras zapatillas. Mis pies volvían a las andadas y ya tenía dos hermosas ampollas después de dos días de caminata.Es lo que tiene caminar por caminos de gravilla.

Lo más impresionante de este campamento era que estaba cerca de un río y en la margen opuesta a una enorme montaña completamente nevada. Cuando llegamos al campamento escuchamos algo que nos pareció tormenta, pero en realidad eran avalanchas en la montaña de al lado.

Esa noche, Sandrine y Cyrille llegaron al campamento Italiano. Se habían encontrado con un bombero francés y este había limpiado la herida de Sandrine y le había puesto puntos de aproximación. Un poco más tarde llegó Pascal, contento después de haber recorrido el valle francés. Ese día Pascal había hecho unos 25 kilómetros y estaba cansado, pero feliz, porque el valle le había parecido impresionante.

Mientras cenábamos conocimos a Alejandro, un chico madrileño que andaba también de mochilero. Él nos llevaba ventaja, porque hacía ya ocho meses que su periplo había empezado. Nos contó que había trabajado en muchos sitios como cooperante, entre otros Senegal, y que su lema era que “la ayuda humanitaria empieza por uno mismo”, así que había decidido irse de viaje. La ventaja es que también hablaba francés, porque estudio en un liceo, así que se unió al grupo sin ningún problema.

Por la mañana nos levantamos pronto y desayunamos rapidito para empezar la caminata por el valle francés. Fred y yo salimos antes, Sandrine se quedó en el campamento reposando su rodilla, Alejandro y Cyrille salieron un poco después que nosotros y Pascal continuó hasta el campamento Las Torres.

Alejandro y Cyrille nos atraparon por camino, ¡ays cuidado somos lentos! En unos de los paisajes Alejandro nos pidió que le hiciéramos una foto con una zapatilla de deporte. ¿¿¿Pero qué era este delirio?!! Nos contó que desde pequeño siempre se había hecho fotos con una zapatilla de la marca Le Coq Sportif, y de ahí la tontería y el nombre su blog: deviajeconelgallo.blogspot.com.

Por el camino nos encontramos con una pareja de americanos de lo más simpática y compartimos algunos frutos secos. Llegamos con ellos al mirador británico y no nos quedó más remedio que contener el aliento debido al espectáculo que teníamos delante de nosotros: 360º de picos majestuosos y nevados, cuernos, como lo llaman los chilenos.

Nos quedamos un rato allí y luego empezamos el descenso. Permanecimos también un buen rato mirando las avalanchas que se producían en la montaña de en frente y ¡menudo espectáculo! La nieve bajaba a toda velocidad produciendo cortinas blancas en la piedra negra.

Esa noche hizo más frío que otras y no dormí muy bien, aunque estaba muy cansada. Por la mañana, Sandrine parecía más animada, pero dado el estado de su rodilla, era imposible para ella seguir hacia el campamento Torres. Nos despedimos de Cyrille, Sandrine y Alejandro, cuyo recorrido era inverso al nuestro, y empezamos a caminar hacia el campamento base de Las Torres del Paine.

El día había salido lluvioso, las ampollas me estaban matando y el suelo irregular no ayudaba mucho a apaciguar mi dolor. La noche anterior no había dormido bien y tenía cansancio acumulado de tres días de caminata y muchos kilómetros. ¿Tiraba la toalla o seguía hasta las Torres del Paine? La lluvia me ayudó en mi decisión: de ligero chirimiri pasó a una lluvia más fuerte, así que me iba a casa. Fred no opuso demasiada resistencia 🙂 y nos fuimos hasta la hostería las Torres para tomar el autobús que nos llevaría de vuelta a Puerto Natales.

En su momento no me arrepentí de la decisión tomada, ya que había visto las Torres completamente despejadas el primer día, aunque de lejos. Sabía que con la lluvia y con nubes, las probabilidades de ver sólo media Torre era elevada, así que el esfuerzo no merecía la recompensa.

Volvimos a Puerto Natales, al mismo hostal, misma habitación compartida y con cansancio infinito. Lo “divertido” es que esa noche casi no pudimos pegar ojo porque ¡nos tocó con una pareja haciendo cositas íntimas habitación! ¿Tan caro es pagar unos pesos más por tener un poco de privacidad y que los demás puedan dormir tranquilos? ¡Buscaos un hotel! ¡Ah, no! que ya estaban un un hotel….

Torres del Paine: preparación.

Nota: Este post está dedicado a la preparación del trekking W en el parque nacional Torres del Paine. El objetivo es que sea una ayuda para otros viajeros que vayan a hacer esta caminata. Si no estás interesado en hacer el trekking, no lo leas porque no te servirá de nada.

Puerto Natales es una escala casi obligatoria para hacer un recorrido por el Parque Nacional de Torres del Paine. La ciudad está llena de tiendas que organizan el transporte hacia las Torres del Paine o que alquilan material de camping. El ambiente de la ciudad es de mochilero totalmente, ya que la ciudad en sí misma no es gran cosa y a lo que viene todo el mundo es a caminar.

Como la previsión del tiempo no era muy estable y tan pronto ponía que llovía como que hacía sol, nos informamos de todas las opciones. En conclusión:
– Hacer una excursión de un día sólo en autobús, parando en los puntos fotográficos.
– Hacer una excursión de un día en autobús y caminando algunas rutas, aunque no son las rutas del circuito W u O.
– Hacer el trekking W que dura cuatro o cinco días.
– Hacer el trekking O que dura unos nueve o diez días. Sólo está abierto en verano al público y en invierno es obligatorio contratar un guía.
– Hacer parcialmente el trekking W durante dos días con ida y vuelta diaria a Puerto Natales.

En todos los casos hay que pagar una entrada al parque de 18000CLP (27.00EUR). El transporte de ida y vuelta desde Puerto Natales hasta el parque cuesta unos 15000CLP (22.50EUR) y dura unas dos horas. Hay varias compañías de autobús que hacen este recorrido, pero los precios y horarios son similares. Todos los hostales de Puerto Natales venden este tipo de billetes. Las salidas son diarias a las 7.30-8.00 y 13.30-14.00. La vuelta depende del punto del parque en el que te encuentres (admisión, lago Penoe o Conaf), pero hay dos diarias, una por la mañana y otra por la tarde. La ida se reserva, pero la vuelta es un billete abierto.

Después de verificar el tiempo el día anterios a nuestra salida, nos decididmos por el circuito en W, ya que iba a hacer sol y no mucho viento y el circuito de un día no nos atraía mucho. El viento en esa zona es un factor decisivo, ya que puede alcanzar los 150 km/h, así que hay que tener cuidado. En Puerto Natales nos hablaron de gente que se había roto tobillos o brazos porque el viento los había arrastrado, haciéndoles caer de forma aparatosa.

Para preparar el circuito en W pedimos consejos en varias tiendas, ya que en la guía no estaba del todo claro y esta fue la información que conseguimos:

Hay tres valles:
– El valle de las Torres del Paine
– El valle francés
– El valle del glaciar Grey

El trayecto clásico es:
– Día 1: Salida de Puerto Natales a las 7.30-8.00. Llegada a la admisión del parque nacional a las 10.00. Check-in y vídeo explicativo de las normas del parque. Luego se puede empezar a caminar desde la admisión del parque hasta la hostería Torres (7km) o tomar un autobús por 3000CLP (4.50EUR) que te deja en la hostería. La tienda de campaña se puede poner en el camping de la hostería Torres (de pago), en el campamento Chileno (de pago) o en el campamento Torres (gratuito). En la hostería también se puede reservar en refugio o en la misma hostería si no se tiene tienda de campaña, aunque esta es la opción cara.
– Día 2: Ver el amanecer en el mirado de las torres del Paine, si el día no está nuboso y hacer el trayecto hasta el campamento Cuernos (de pago) o hasta el campamento Italiano (gratuito). En el campamento Cuernos también hay refugio, cabañas y alquiler de tienda y material de camping si no se tiene tienda de campaña. Hay un atajo entre Torres y Cuernos, por lo que no hay que pasar por la hostería de nuevo. Esta atajo no está marcado el mapa oficial, pero sí en el camino.
– Día 3: Valle francés. Ida y vuelta desde el campamento Cuernos o el campamento Italiano. Se puede optar por hacer noche en el mismo campamento del día anterior o continuar hasta el siguiente.
– Día 4: La opción 1 es ir del campamento Cuernos/Italiano hasta el campamento Grey (de pago) o Guardas (gratuito). La opción 2 es poner la tienda en el campamento Penohe (de pago) y hacer la ida y vuelta en el valle del glaciar sin el peso de la mochila.
– Día 5: Bajar hasta el campamento Penhoe y tomar el catamarán del lago Penhoe (12000CLP (18.00EUR)) y tomar el bus de vuelta a Puerto Natales en Pudeto

También se puede hacer en el sentido inverso, tomando el catamarán en Pudeto a las 11.30 y empezando por el valle del glaciar Grey. Se acabaría en la hostería las Torres y hay un bus entre la hostería y la admisión del parque (3000CLP (4.50EUR)). El bus parte de la hostería media hora antes de la salida en la Admisión del autobús de Puerto Natales.

Nosotros decidimos hacerlo en sentido Grey-Torres porque el viento sopla normalment de oeste a este y, así en caso de viento lo tendríamos en la espalda. También nos pusimos la condición que como máximo haríamos un campamento de pago, para así limitar gastos.

Para ver los precios de los campings de pago, los refugios y los apartamentos/hostería, pinchar aquí y aquí.

Una vez decidido el itinerario, nos concentramos en el alquiler del material que nos hacía falta y en lo que meteríamos en la mochila.

La siguiente pregunta era si merecía la pena comprar los objetos o alquilarlos. Pensamos que podríamos intentar comprar el material a otros turistas, a la vuelta de su excursión, pero la realidad es que la gente trae su propio material o lo alquila porque no merece la pena comprarlo (a excepción de las cazuelas y cubiertos). Estos son los precios de compra y alquiler que encontramos en Puerto Natales:

Objeto

Compra

Alquiler por día

Tienda para dos personas 42000 CLP (63.00EUR) (marca Nauticat) 4000 CLP (6.00EUR)

Aislante

4000 CLP (6.00EUR) 500 CLP (0.75EUR)

Cocinilla

9000 CLP (13.50EUR)

1000 CLP (1.50EUR)

Gas para la cocinilla

2500 CLP (3.75EUR)

No se alquila

Cazuela y cubiertos

3000 CLP (4.50EUR) 1000 CLP (1.50EUR)

Saco de dormir

Ya lo teníamos

Ya lo teníamos

Mochila

Ya lo teníamos

Ya lo teníamos

Palos de caminar

Ya lo teníamos

Ya lo teníamos

Vistos los precios, decidimos alquilar todo. Hay muchas tiendas y hostales en Puerto Natales (abiertos hasta las 22h00) que alquilan material de camping, pero lo mejor es ir, preguntar precios y echar un vistazo al material. Es importante comparar los pesos de las tiendas de campaña y ver que no son viejas. Mi consejo es montar la tienda con el vendedor, si es posible, para saber cómo se monta y para ver su estado. Además, se le puede pedir consejo para el caso en que haya mucho viento, para que la tienda no salga volando.

Por último, la parte más delicada: la comida. Había que comprar provisiones para cinco días de caminata. Si nos pasábamos, cargaríamos peso en balde. Si no llegábamos, tendríamos hambre después de darnos una paliza andando. En nuestro caso, a medio día comíamos sandwichs y por la noche cocinábamos.Decidimos que por persona y por día compraríamos lo siguiente:

– 200 gramos de pasta de cocción rápida
– 30 gramos de sopa/crema instantánea
– 100 gramos de proteínas y grasas animales (charcutería, atún, salchichas Franfurt)
– 15 gramos de leche en polvo
– 2 gramos de té
– 10 gramos de azúcar
– 50 gramos de dulcespara el desayun (compramos un brazo de gitano porque fue lo más prácticos que encontramos)
– 50 gramos de snacks (frutos secos, fruta deshidratada, chocolate, barritas energéticas)
– 2 gramos de condimentos (orégano, tomate en salsa)
– 100 gramos de pan de molde

Esto hace un total de 5,5 kg de alimentos para dos personas y para cinco días. Estas cantidades son completamente subjetivas, ya que depende mucho de las necesidades calóricas de la persona y de sus hábitos alimenticios. Tomar esta lista sólo como una referencia.

No hace falta llevar agua, ya que hay ríos y riachuelos en todos los caminos y es muy fácil aprovisionarse. No utilizamos las pastillas potabilizadoras, porque toda el agua era de glaciar. Este agua no estaba contaminada y además no había ganado, por lo que podía beberse sin problemas.

En total, contando material y comida, llevamos unos 15 kilos repartidos en una mochila de 45 litros y otra de 30 litros.

 

Un cargo no es un velero, pero menos da una piedra

Desde que leí el libro “Les Enfants du Large” (Los Niños del Océano) y desde que supe que iba a ir a Patagonia, empecé a soñar con recorrer los fiordos patagónicos en velero, al igual que había hecho la familia del libro.

Les Enfants du Large cuenta la historia de la pareja Rochefoucauld y sus cinco hijos, que hicieron un viaje de un año en su velero Atao, de catorce metros, desde Francia hasta Sudamérica pasando por el estrecho de Magallanes y el canal de Panamá. La parte más apasionante del libro es el capítulo de Patagonia, donde cuentan cómo batallan contra tormentas, icebergs y ráfagas de viento salidas de la nada.

Ya me estaba imaginando tener una aventura como la que vivimos al cruzar desde Marsella hasta Córcega en velero, pero multiplicada por diez. Nos informamos un poco y la mejor forma de poder viajar por los canales patagónicos era enrolarnos como tripulación en un velero que hiciera el mismo trayecto que nosotros. Fred podría hacer de skiper y yo ya tenía las nociones básicas para soltar velas, amarrar velas, hacer comida con bamboleo y poner boyas. Un mes y medio antes de llegar a Puerto Montt, pusimos anuncios en esta página y esta y esta y mandamos mensajes a personas cuya travesía coincidía con la nuestra. Hubo algo que nos sorprendió y fue que casi todo el mundo hacía el recorrido desde el sur hacia el norte y no al contrario, pero eso tenía su explicación: el viento soplaba siempre de sur a norte.

No obtuvimos ninguna respuesta, una pena, por lo que tuvimos que utilizar el plan B: contratar dos billetes en el cargo Navimag  desde Puerto Montt hasta Puerto Natales. Compramos dos billetes en una cabina tipo CC para cuatro personas. Menos mal que los billetes más baratos se habían acabado, porque eran literas en los pasillos a la vista de todo el mundo.

Llegamos el día indicado a la hora indicada a la sala de embarque de Navimag y había mucho movimiento: abuelitos, moteros, mochileros, familias con niños, etc. El barco tenía capacidad para unas 250 personas y era una mezcla entre barco estilo crucero y un cargo. Poseía un comedor sin muchos lujos, un bar, bancos en el pontón y la zona de carga de mercancía.

El ritmo de vida en el barco era bastante tranquilo: desayuno entre entre las ocho y las nueve y cuarto, reunión a las nueve y media para conocer las actividades del día, comida a las doce y cuarto para el primer turno, comida a la una para el segundo turno ,vídeos y conferencias sobre fauna y flora patagónica en la sobremesa y cena a las siete y media para el primer turno y a las ocho y cuarto para el segundo turno. A Fred y a mí nos sirvió para descansar de tanto ajetreo, pero había otros pasajeros que estaban de los nervios con tanta paz y tranquilidad :).

Lo positivo es que teníamos tiempo para hablar con el resto de pasajeros y hacer amigos. Conocimos a Leyre e Isaac, una pareja de catalanes con la que compartíamos el camarote, Sandrine y Cyrille, una pareja de mochileros franceses que habían hecho el mismo recorrido que nosotros, Pascal, un cocinero francés en Bayona, y por último un italiano muy simpático. Daba tiempo a jugar al Uno, a echar partidas de ajedrez, a comentar el libro que estábamos leyendo, a hacer fotos y a charlar en general.

También había unos pasajeros muy especiales con los que tuve la suerte de hablar: un grupo que estaba grabando el documental “Última Esperanza”. Uno de los días desayuné al lado del director de fotografía y del narrador y me estuvieron contando toda su historia. Estaban haciendo un documental sobre los Kawéskar, que eran los indígenas de la Patagonia. Los indígenas siempre habían sufrido mucha represión en Chile y la raza de los Kawéskar estaba condenada a la extinción, porque en la actualidad sólo había diez personas de esta raza y sin posibilidad de procreación. Los Kawéskar siempre habían vivido muy aislados en la zona de Puerto Edén, pero sobre los años 30 el gobierno decidió unir Puerto Montt y Puerto Natales por avión y construyó una zona de aprovisionamiento de combustible en Puerto Edén. Las enfermedades y las masacres llegaron con el hombre blanco y la población indígena diezmó, sin posibilidad de recuperación. El grupo del documental quería hacer una película sobre ellos antes de su completa extinción. Bromeando, les pregunté que si los Kawéskar habían aceptado de buen agrado colaborar en el documental y la respuesta fue que no. Iban a ir a verlos con la esperanza de convencerlos, pero en caso de no conseguirlo mediante palabras, emplearían el método de los viejos conquistadores: alcohol, carne y dinero. Quizá algún día los vuelva a ver en el festival de Cannes :).

El barco navegaba día y noche a un promedio de once nudos y el paisaje era espectacular. Aguas negras y frías en los canales, desde donde se podía ver bosques inalterados, montañas con sus picos nevados y silencio, mucho silencio. Hubo ballenas también, pero como siempre, no llegué a verlas.

La travesía transcurría tranquilamente hasta que llegamos al golfo de Penas. Ya nos habían advertido que esa era la parte “divertida” del recorrido, porque durante doce horas estaríamos en mar abierto, con el movimiento que eso conlleva. Ese día, muchos pasajeros se quedaron en sus camarotes, intentado evitar los mareos. Fred y yo casi nunca nos mareamos y estamos acostumbrados al vaivén de las olas en los veleros. Ese día yo estuve leyendo en el bar y Fred se bajó al comedor con el ordenador para escribir algunos posts. Como a media mañana, Fred estaba mareado y vomitó por la cubierta del barco, cual película de Hollywood. Yo me lo perdí, porque seguía en el bar, pero hubo otro pasajero que le dio una pastilla antimareo y se fue a dormir. ¡Menudo capitán de barco que se marea!

El bamboleo se acabó sobre las dos de la mañana y el día siguiente amaneció con la paz y tranquilidad de costumbre. Ese día pudimos ver el Leónidas, un barco que “naufragó”. Nos contó el animador del Navimag que el barco pertenecía a una compañía griega que se dedicaba a la exportación de azúcar desde Brasil. En una de las travesías, el capitán tuvo una idea magnífica: en vez de llevar la carga a Chile vendió la mercancía en Paraguay y luego simuló un naufragio para cobrar el dinero del seguro y así tener doble ganancia. Lo malo es que le salió el tiro por la culata, porque el barco no se hundió y, por su puesto, la aseguradora pudo demostrar que no había sido un accidente fortuito debido a las condiciones climatológicas extremas de los canales patagónicos.

Después de ver el Leónidas, el capitán se desvió para poder observar el glaciar “Campo de Hielo Sur”. Era la primera vez que veía un glaciar y me quedé extasiada con la gama de azules que se podían observar en el hielo. El capitán hizo aullar la bocina del barco para provocar un desprendimiento y, tras varios intentos, lo consiguió, aunque yo me lo perdí. En la cubierta del barco hacía un frío glacial y la llovizna no ayudaba mucho, pero todo el mundo estaba como loco haciendo fotos.

Por la tarde llegamos a Puerto Edén y la tripulación del Navimag había organizado una actividad: un trekking de una hora alrededor del pueblo. Por la mañana nos explicaron que el coste de la actividad era de 5000CLP (7.50EUR) por persona, porque los pescadores del pueblo venían con sus barcas a recoger a los pasajeros del cargo. Fred y yo lo hablamos y decidimos que no merecía la pena gastar ese dinero en una caminata de sólo una hora con otras doscientas personas. Sorprendentemente, no todo el mundo pensaba igual que nosotros, y casi todo el pasaje bajó del barco y nos quedamos cuatro gatos viendo cómo una marea de chalecos naranjas caminaba en los bosques de al lado de Puerto Edén. Aprovechamos para enseñar a Leyre y a Isaac los principios del slackline sin que nadie nos molestara 🙂

Después de un día de “intensas emociones” con la visita del glaciar, la excursión y el avistaje del Leónidas, la noche también prometía. La tripulación del Navimag había organizado¡una noche de bingo! Uuuuuhhhhh…Antes del bingo, subastaron la bandera del barco para recaudar fondos para el Teletón. El Teletón es una gala a favor de niños discapacitados, ya que la política liberal de Chile no puede permitirse gastar dinero en hospitales para este tipo de ciudadanos. El animador del Navimag, Marcelo, no paró de decirnos que hubo un año en el que recaudaron 1260000CLP (1,890.00EUR) (2100EUR) y que se habían sentido muy orgullosos colaborando en esa buena obra. En esta ocasión, un señor portugués ganó la bandera donando 180000CLP (270.00EUR), el equivalente a 300EUR. Marcelo quedó un poco decepcionado.

A continuación, empezamos a jugar al bingo. Habíamos comprado un cartón por 1000CLP (1.50EUR), que daba la oportunidad de jugar unas seis partidas. Los premios consistían en souvenirs del Navimag o botellas de vino. Como el bingo es bastante aburrido de por sí, Marcelo puso algunas reglas:

  • Regla número uno: si él oía decir la palabra “bingo”, la persona que la había pronunciado tenía que salir a bailar.

  • Regla número dos: no bastaba con tener el cartón ganador, si no que para obtener el regalo, también había que bailar.

Estas dos reglas animaron mucho el ambiente y dieron mucho juego. Por ejemplo, Marcelo dijo al primer chico que había ganado el cartón que tenía que escoger una pareja de baile. Como era de esperar, le eligió a él. La cara de Marcelo era épica, así que para intentar salir del paso le dijo que si le escogía a él, elegiría salsa como tipo de música. El alemán, ni corto ni perezoso, le dijo que no había ningún problema, así que los dos se marcaron ¡una bachata! Otra de las situaciones divertidas es que había gente que tenía un cartón ganador, pero por vergüenza no lo decían. Después del bingo pusieron música y estuvimos bebiendo vino y bailando hasta bien entrada la noche.

Se suponía que el último día íbamos a tomar el desayuno antes de lo habitual y que sobre la una de la tarde estaríamos desembarcando en Puerto Natales. El día amaneció con ráfagas de viento muy fuertes y desde megafonía pidieron que ningún pasajero saliera a cubierta, ya que era peligroso. A media mañana el viento seguía aumentando y además lo acompañaba el granizo. Cuando llegamos a Puerto Natales, el cargo empezó a trazar círculos en la bahía. Veinte minutos después, el capitán anunció que la capitanía de Puerto Natales no nos permitía atracar dadas las condiciones meteorológicas. El capitán tuvo que dar media vuelta y llevó el cargo a una bahía más resguardada. El ancla no bastaba para equilibrar el vaivén y el capitán tenía que corregir la posición con los motores constantemente para que el pasaje no se marease. El equipo de cocina tuvo que improvisar rápidamente una comida para doscientas personas y el servicio estuvo muy bien para el poco tiempo que tuvieron.

A media tarde navegamos de nuevo a la bahía de Puerto Natales porque las previsiones meteorológicas mejoraban, según el sistema de navegación del barco, aunque no había nada seguro. El pasaje estaba muy nervioso y bastante desorientado y el animador del barco no hizo muy bien su trabajo. La gente estaba preocupada por la situación, completamente desconocida para ellos, y no sabían si anular las reservas de hoteles, comprar comida o qué hacer, porque el animador sólo tenía una respuesta: no depende de nosotros, depende de la capitanía de Puerto Natales. Además la comunicación no fue muy buena, ya que pasaban hasta tres horas sin obtener información sobre la situación. Sobre las siete de la tarde, el capitán anunció que íbamos a cenar en el barco, que íbamos a pernoctar allí una noche más y que estarían toda la noche dando vueltas en la bahía a la espera de que las condiciones mejoraran para poder atracar. Al final consiguieron el permiso de la capitanía a las dos de la mañana y después del desayuno del día siguiente pudimos desembarcar. Nosotros estábamos de lo más contento, porque así nos ahorramos una noche de hotel, pero había personas que estaban de los nervios porque venían con los días justos.

Puerto Natales nos recibió con un sol tímido y un paisaje espectacular: lagos y de fondo montañas nevadas :).

Parc national “Las Torres del Paine”


Dans le magasin Chullanka à Antibes, au rayon escalade j’ai remarqué une plate-forme en aluminium destinée à être accrochée à un ancrage d’escalade afin de passer la nuit à flanc de falaise. Je me suis souvent demandé qui achète ça et quelle falaise est si grande qu’il faut plus d’une journée pour l’escalader. Et bien aux Torres del Paine, ce genre d’équipement sert !


Notre programme est moins ambitieux : nous allons nous contenter de marcher. Deux circuits-type existent : le O, qui fait le tour du massif en une semaine, et le W, où l’on pénètre dans les 3 vallée et qui prend 4 ou 5 jours. Dans le parc, de nombreux refuges privés ont été donnés en concession, mais ils sont encore plus chers qu’en France où c’est déjà pas donné. Nous décidons donc de bivouaquer. L’avantage, c’est qu’à Puerto Natales, où une grande partie de l’économie est basée sur le tourisme, on trouve tout le matériel nécessaire à acheter ou à louer.

Elément Achat Location par jour
Tente 2 places 42000 CLP (63.00EUR) (marque Nauticat) 4000 CLP (6.00EUR)
Tapis de sol 4000 CLP (6.00EUR) 500 CLP (0.75EUR)
Réchaud 1000 CLP (1.50EUR)
Popote 3000 CLP (4.50EUR) 1000 CLP (1.50EUR)
Sac de couchage
Sac à dos

Malheureusement, il manque une bourse au matériel d’occasion. La seule solution est d’aller sur la place centrale à 21h30 et d’attendre les bus revenant du parc. Surtout que les magasins de locations sont ouverts jusqu’à 22h pour les retours de matériel, donc il est toujours possible d’aller louer ce que l’on n’a pas trouvé. Mais nous aurons cette idée seulement après coup, et nous sommes partis faire le tour des agences/hôtels afin de louer ce dont nous avons besoin : une tente 2 places, deux tapis de sol, un réchaud et une popote. Nous éliminons tout de suite les endroits où le vendeur n’a l’air d’avoir jamais randonné de sa vie et où on n’est pas capable de nous donner le poids de la tente, en nous répondant : « c’est léger » (du moins à transporter entre l’arrière boutique et le comptoir?). Finalement nous trouverons notre bonheur dans la boutique « Adventure Gear », sur la place centrale, où tout le matériel nous coûte 7000 CLP (10.50EUR) par jour. La tente, Hannah Serak, 2.5kg, nous semble pas mal.


Nous attaquons ensuite la partie délicate : faire des provisions pour cinq jours de marche. Si on prend trop, ça fait du poids à porter pour rien. Si on prend pas assez, on risque d’avoir faim. Finalement nous partirons sur la base suivante qui s’est avérée être correcte. Par personne et par jour, nous prenons

  • 200g de pâtes rapides à cuire
  • 30g de soupe en poudre
  • 100g de protéines et graisses animales (charcuterie, thon à l’huile, saucisses de Strasbourg)
  • 15g de lait en poudre
  • 2g de thé
  • 10g de sucre en poudre
  • 50g de viennoiserie (le mieux qu’on ait trouvé est un gâteau type quatre-quart recouvert de chocolat)
  • 50g de snack (biscuits, barres de céréales, fruits secs, graines…)
  • 2g de condiments
  • 100g de pain de mie


Ça fait un total d’environ 550g par jour et par personne, donc 5,5kg de bouffe à porter entre deux pour ces cinq jours. Quant à l’eau, elle se trouve sans problème sur place et descend directement de la fonte des glaciers, donc pas besoin de pastilles purificatrices.

Le bus qui va de Puerto Natales au Torres del Paine, environ 150km, coûte 15000CLP (22.50EUR) aller-retour, part à 7h30 et s’arrête à l’entrée du parc, au catamaran-ferry du lac de Pehoé (12000CLP (18.00EUR)), et à l’administration du parc. Le soir, il faut le trajet en sens inverse. L’avantage, c’est que seul l’aller doit être réservé, on fait le retour quand on veut, ce qui permet d’écourter son trekking en cas de mauvais temps. Entre l’entrée du parc et le début des sentiers de randonnée, il y a une piste de 7km qui peut se faire à pieds ou en bus pour 2500CLP (3.75EUR).


Contrairement à l’Europe, en Amérique les parcs nationaux sont payants. Ici il faut payer l’entrée 18000CLP (27.00EUR).


Le camping y est sévèrement réglementé. Le bivouac n’est autorisé qu’à certains emplacements. Certains sont privés et payants et d’autres gratuits. Les privés sont en général un peu plus confortables : quelques fois il y a des douches chaudes et parfois on peut poser sa tente sur une plate-forme en bois. Mais les prestations varient beaucoup d’un camping à l’autre. Nous prévoyons notre itinéraire en ne campant que sur les gratuits, surtout que l’ambiance y est plus sympa :

  • J1 : Catamaran de 12h, marche jusqu’au campement « Guardas » avec vue sur le Glacier Grey
  • J2 : Marche de « Guardas » jusqu’au campement « Italiano »
  • J3 : Aller-retour dans la « vallée Française »
  • J4 : Grosse journée de marche du campement « Italiano » jusqu’au campement « Torres »
  • J5 : Aller-retour à la base des tours, et marche depuis le campement « Torres » jusqu’à l’hôtel « Las Torres », bus jusqu’à la sortie du parc



Petite précision : aucune carte n’est nécessaire, il n’y a pas d’autres sentiers que ceux indiqués sur le plan fourni à l’entrée du parc et les sentiers sont bien balisés.

Renseignements pris à Puerto Natales, on sort de deux semaines de mauvais temps, et il faut profiter de cette fenêtre avant le retour de la pluie dans 3 ou 4 jours. Apparemment ici avoir plusieurs jours de beau temps consécutif n’est pas facile. Et en plus de la pluie, il y a beaucoup de vent : jusqu’à 150km/h dans les cols. Étant donné qu’il souffle presque toujours d’Ouest, nous adaptons notre circuit en conséquence. Les gardes forestiers nous raconterons l’histoire de deux grimpeurs colombiens qui ont attendu 2 mois en bivouac dans une grotte au pied des tours afin d’avoir les conditions permettant l’escalade (2 jours avec nuit suspendu dans le vide). Ils ont fini par rentrer chez eux bredouilles.

C’est donc avec un ciel bleu que nous partons avec Sandrine, Cyrille et Pascal en direction du glacier Grey. Le glacier est époustouflant : un gros mur de glace surplombant un lac gris sur lequel flottent de gros icebergs. Je m’approche jusqu’au bord afin de faire quelques photos. C’est à ce moment là que j’entends un bruit d’orage : un gros bloc s’est détaché et est tombé dans l’eau. Gros coup de pression : craignant la vague crée par la chute (sur laquelle certains ce sont essayés à surfer http://www.youtube.com/watch?v=qFKgQwou7ls ), je cours vers le haut pour me protéger. Finalement les icebergs absorberons l’énergie de l’onde avant qu’elle atteigne le rivage.



Le lendemain, direction la vallée Française. Avec les sacs encore plein de provisions, environ 15kg à nous deux dans un sac de 30L et un sac de 45L, nous ne marchons pas vite. Nous entendons un cri inhumain.

C’est Sandrine qui est tombée et s’est ouvert le genou. Avec Cyrille ils décident de retourner à Pehoé afin de faire soigner ça si possible. De notre côté, nous continuons notre chemin jusqu’au camping « Italien », qui se trouve au pied de la vallée Française. Pascal est loin devant et n’a rien entendu.


Le soir nous arrivons exténués et nous renseignons : Pascal après avoir monté sa tente et attendu 1h est parti faire l’aller-retour dans la vallée Française. Juste avant la tombée de la nuit, nous voyons arriver Cyrille et Sandrine : ils ont rencontré un pompier français qui avait du Steri-Strip, qui a nettoyé la blessure et qui a dit à Sandrine exactement ce qu’elle voulait entendre : « si j’étais vous je continuerai ». Peu après nous voyons revenir Pascal qui nous déclare avoir eu un coup de cœur pour la vallée Française.


En préparant le repas, nous rencontrons Alejandro, un madrilène qui voyage avec sa chaussure du « Coq Sportif » ( http://deviajeconelgallo.blogspot.com.ar/ ).

La nuit nous confirme que le tapis de sol ne sert qu’à isoler du froid, mais ne constitue en rien un matelas : la terre du sol est bien dure et nous avons l’impression de dormir sur du béton.

Nous avons l’impression qu’un orage a commencé. Ce sont en fait les blocs de glaces du glacier français qui tombent par moments.

Notre troisième jour est presque une journée de repos : aller-retour de 13km, 620m de dénivelé, dans la vallée Française. C’est magnifique malgré les nuages. Le soir le ciel se dégage et nous pouvons voir les « Cuernos » (cornes en français).


Tout d’un coup nous voyons quelqu’un arriver en courant : un membre du groupe de géologues qui est en train de faire des prélèvements dans le parc a marché sur un pont de neige qui a cédé : il s’est retrouvé dans une petite rivière avec une cheville déboîtée. Une dizaine de ses coéquipiers s’organisent pour le ramener. Nous leur proposons la couverture de survie et une lampe, mais ils sont déjà bien équipés. Ils sont accompagnés du garde du parc, qui malheureusement n’a aucune formation d’alpinisme ni de secourisme. Ils reviendrons à 2h du matin et le blessé sera évacué le lendemain par le catamaran du lac Pehoé.

Notre dernière nuit est la plus froide. Avec mon sac de couchage +15°C et celui de Marta +5°C, nous avons tous les deux froid.


Le quatrième jour, nous disons au revoir à Cyrille et Sandrine, qui rentrent par Pehoé, et continuons vers l’Ouest.

Nous devons traverser la partie du parc qui a été le plus touchée par l’incendie de 2012 : c’est parfois lugubre, mais ça a un certain charme, lorsque les branches d’un blanc étincelant contrastent avec les restes d’écorce noire et les nouvelles pousses vertes. C’est impressionnant de voir à quelle vitesse la forêt reprend vie. Cet incendie a été causé par un touriste israélien qui a fait brûler son papier toilette, et a mis le feu à 600 hectares. Le règlement est très strict : les feu de camp sont interdit et les gazinières de camping ne peuvent être utilisées que dans les abris se trouvant dans les campings. Je m’étonne juste de ne pas voir d’extincteur à proximité de ces abris. De plus, le règlement ne s’applique pas pour tout le monde : dans la partie privée du parc, nous voyons plusieurs traces d’anciens « asados » : barbecue à même le sol.

En cours de chemin, la pluie fait son apparition. Marta a en outre de grosses ampoules et a du mal à marcher. Nous décidons finalement d’écourter le trekking et de sortir du parc, plutôt que d’aller camper au campement « Torres ». Notre W se transforme en LL.


Au final, nous aurons fait 18+19+13+18=68 km et 250+250+620+200=1320 m de dénivelé. Pour faire le parcours total, il aurait fallu ajouter 18 km et 750 m de dénivelé. Il nous reste encore à prendre 2 bus pour enfin arriver à l’hôtel à 22h, où nous partageons la chambre avec un couple qui n’a pas vraiment compris le concept de dortoir.

Les 50èmes hurlants…en cargo


A Puerto Montt, la salle d’embarquement de la société Navimag se rempli peu à peu. Environ 150 passagers vont faire cette traversée au travers des canaux patagoniens avec nous. Il y a de tout : personnes âgées adeptes des croisières, motards faisant transporter leur moto sur le cargo, chiliens visitant la famille à Puerto Natales, américains en veste Matmut et doudoune Patagonia, pourtant sur eux plus de 1000€ de vêtements techniques, « mochileros » espagnols et routards français, habillés bien sûrs en Quechua. Ça ne sera pas la navigation en voilier, soumis aux éléments, mouillant devant les villages de pêcheurs chiliens, qui nous avait fait rêvé dans le livre « Les enfants du large », mais le décors sera le même, et c’est un moyen plus original pour se rentre au Sud de la Patagonie que de faire 10h de bus dans la pampa argentine.

Le navire de Navimag est à mi-chemin entre le bateau de croisière et le cargo : 150 passagers, une vingtaine de membres d’équipage, une salle à manger style cantine scolaire, un pub, quelques bancs sur les coursives et une capacité de fret importante : nous voyageons avec camions, containers et véhicules.

Le prix dépend de la cabine : de la couchette dans le couloir à la cabine privée avec fenêtre et salle de bain privative. Nous avons choisi la cabine CC : cabines de 4 à partager avec deux autres personnes et salle de bain commune. C’est à peine plus cher et beaucoup plus confortable qu’une couchette dans le couloir, isolée seulement par un rideau.

Le rythme est facile à suivre : petit déjeuner à 8h30, réunion à 9h30 où « l’animateur » nous explique le trajet de la journée et les point clefs du paysage à ne pas manquer. Repas en deux services à 12h ou 13h, exposé sur la faune et la flore patagonienne à 16h (durant lequel j’apprendrais que les jeunes baleines grossissent de 4kg par heure), dîner à 19h ou 20h et film (du style la marche de l’empereur, pour rester dans l’ambiance) le soir pour s’endormir. J’ai l’impression d’être en classe-découverte ou en colonie de vacances. Ça a le mérite d’être reposant et de nous laisser le temps de discuter avec Isaac et Leyre, le couple de catalans qui partage notre cabine et d’entretenir notre français avec un couple de parisiens, qui a fait presque le même itinéraire que nous.

Le paysage est magnifique : la plupart de la navigation s’effectue dans les canaux formés par les nombreuses îles de la région. Le bateau navigue donc en mer quasi fermée, avec deux chaînes montagneuses de part et d’autre. Le bateau ne bouge donc que lors des virages serrés, pendent lesquels il penche légèrement.

Cependant nous avons quand même une douzaine d’heures de navigation en pleine mer, autour du cap et du golfe de Pena. La mer n’y est pas très forte lors de notre passage, juste une houle un peu courte d’un mètre à peine. Cependant le bateau ne bouge pas du tout de la même façon qu’un voilier, et je tombe malade. Mon erreur a été de prendre un maté, boisson locale faisant le même effet que le café, et d’écrire à l’ordinateur sans regarder la mer. Une pastille contre le mal de mer donnée par un autre passager compatissant et une sieste me remettent finalement en jambes.

Le clou du spectacle est le glacier « Campo de Hielo Sur », pour lequel le bateau fera un détour de quelques dizaines de miles afin que nous puissions l’admirer de près avec chute de blocs de glace compris (peut-être aidée par le bruit des sirènes qu’il fait sonner longuement face au glacier).



Après le glacier, nous passons à proximité de l’épave du Léonidas. Transportant une cargaison de sucre du Brésil, le capitaine a eu l’idée de la vendre en Uruguay, puis de simuler un accident et faire couler le navire en Patagonie afin de toucher la prime d’assurance. Le seul problème, c’est qu’il n’est pas arrivé à le faire couler.

Le bateau navigue jour et nuit, à environ 11 nœuds. La seule étape est Port Eden. Petit village accessible seulement par la mer, établi dans les années 30 comme étape pour les hydravions. C’est maintenant un village vivant de la pêche et du tourisme, et où vivent également les derniers Kawaskar, anciens nomades des mers. Une équipe de tournage a d’ailleurs prévu de faire un reportage sur eux appelé « Ultima Esperanza ». Ils sont tous sexagénaires, et à priori, selon le directeur de la photographie qui est aussi leur interprète, ils sont à priori opposé à être filmés pour tout reportage. Toute l’équipe, une dizaine de personnes va donc débarquer à Port Eden, sans savoir s’ils pourront tourner quoi que ce soit. Ils résistent extrêmement bien au froid et sont capables de plonger sans combinaison dans les eaux glaciales de la Patagonie. C’est cette résistance qui permet à l’un d’eux de vivre à New York, où il a été envoyé il y a 35ans comme refugé politique : il y vend sa semence à des femmes désireuse d’avoir une descendance résistante au froid, ce qui sera très utile pour la prochaine période glaciaire.

Une mini-excursion d’une heure est proposée. Il faut payer 5000CLP (7.50EUR) par personne aux habitants de Port Eden qui viennent chercher les passagers en barque. Afin de ne perdre de vue personne, l’« animateur » demande de garder les gilets de sauvetage orange à terre. Étant donné le prix et n’étant pas fan des débarquements en masse, nous restons sur le bateau assister au beau défilé orange, et en profitons pour installer la slackline.


Le rythme lent de la vie sur le bateau est propice aux rencontres et aux discussions. Nous sympathisons entre autres avec nos compagnons de chambre, Isaac et Leyre, un couple de catalans, et avec Cyrille et Sandrine, un paisible couple de parisiens accompagnés de Pascal, un chef de Bayonne.



Le soir du dernier jour, c’est ambiance « La Croisière s’amuse » avec 3 activités : une enchère au profit du Téléthon chilien, qui sert à hospitaliser les enfants handicapés, car la politique ultra-libérale chilienne ne permet pas leur prise en charge par l’état, un bingo, et une soirée dansante. On nous distribue également des enveloppes afin de donner du pourboire au personnel. Le pourboire suggéré est de 15000CLP (22.50EUR) par jour et par personne, ce qui représente 10% du prix du billet. C’est vrai que le personnel est tout à fait compétent : nous sommes par exemple étonnés qu’ils arrivent à cuire correctement les aliments (les pâtes sont al-denté, et le poulet bien cuit), dans un restaurant type « self-service ».

Le lendemain, nous remarquons que le bateau bouge un peu. Pourtant nous sommes dans une mer intérieure, formée par la baie de Puerto Natales et de nombreuses îles, où la houle de l’océan ne pénètre pas. Je sors dehors : de la pluie et 25noeuds de vent.

Plus la journée passe, plus le vent augmente et nous arrivons devant le port de Puerto Natales avec 40 nœuds de vent sous grain. Et c’est là que je me rends compte que la navigation en ferry n’a rien à voir avec la navigation en voilier. N’importe quel voilier se serait hâté de se mettre à l’abri dans le port (qui est en fait une grande baie très fermée). Mais en ferry, il faut demander l’autorisation et elle n’est pas accordée. Les autorités portuaires ne nous permettent pas non plus de mouiller dans la baie de Puerto Natales, le ferry doit donc retraverser toute la baie pour se mettre au mouillage sous le vent d’une colline de l’autre côté de la baie. Au mouillage, en raison de la taille de ses hyper-structures qui représentent une grosse prise au vent, le bateau ne se met pas naturellement dans l’axe du vent : il faut utiliser régulièrement le moteur pour se repositionner face au vent.

Le débarquement était initialement prévu à 14h, juste après le repas. Finalement nous passerons toute l’après-midi dans ce mouillage.

Le soir, autorisation est donnée d’entrer dans le port. Je n’ai pourtant pas l’impression que le vent ait baissé. Le bateau repart à toute vapeur vers Puerto Natales. Cependant s’il a l’autorisation de rentrer dans le port, il n’a pas l’autorisation d’accoster. Il fera donc des boucles dans le port pendant une bonne partie de la nuit.

Pendant ce temps, le personnel fait des heures supplémentaires et nous sert à dîner. Heureusement qu’ils ont prévu du rab en avitaillement. De nombreuses personnes, peu habituées à être soumises au contraintes de la météo, commencent à stresser. Et l’attitude de notre « animateur » n’arrange pas les choses : étant donné qu’il a l’habitude, il ne communique que lorsqu’il y a du nouveau, ne vas par chercher l’information auprès de l’équipe de navigation, et n’explique rien. Il se contente de répondre : « ça ne dépend pas de nous, ça dépend des autorités portuaires », même lorsqu’on lui demande si on va avoir à dîner. Je ne pense pas que les autorités portuaires décident de ce que l’on va manger et de quand la tempête va finir. Donner quelques informations sur les prévisions météo, expliquer aux gens ce qui va se passer en fonction des deux ou trois scénarios probables, et faire un point toutes les 2h même lorsqu’il n’y a rien de nouveau aurait été plus professionnel.

Nous allons nous coucher pendant que le bateau continue ses boucles. Lorsque nous nous réveillons, le bateau a accosté. Informations prises, l’autorisation a été donnée à 2h du matin. On nous sert une dernier petit déjeuner et nous débarquons à Puerto Natales, sous un timide ciel bleu post-tempête naissant.


Annexe : quelques conseils aux navigateurs à voile en Patagonie

  • Le vent souffle en général du Sud-Ouest, il faut mieux donc faire le trajet dans le sens des aiguilles d’une montre.
  • Les canaux sont en général assez larges pour louvoyer, surtout qu’en général il n’y a pas d’autres bateaux
  • Sauf pendant les rares traversées en pleine mer, on est toujours à quelques miles d’un mouillage
  • Même en été, l’eau est froide et l’air aussi
  • Il y a très peu d’endroits pour ravitailler en nourriture ou carburant. En revanche pas mal de rivières tombent directement dans la mer, ça doit être faisable de récupérer de l’eau douce en annexe
  • C’est possible de se prendre des vents glaciaux de 40noeuds
  • Il n’y a jamais de pontons dans les ports, et étant donné la température de l’eau et le fait que le mouillage peut être potentiellement venté, une bonne annexe est indispensable

Bretagne+Galice = Chiloé


Avant de partir pour Puerto Montt, j’ai l’idée de réactiver mon compte sur couchsurfing.org. Le principe : on est hébergé à titre gratuit sur le canapé (ou dans la chambre d’amis) de personnes désireuses d’accueillir des visiteurs. Il y a un système de références et de profils pour que chacun sache à qui il a a faire, et que la visite soit enrichissante pour celui qui héberge comme celui qui visite. Les motivations sont diverses : plan drague, férus de langues étrangères, nouveaux arrivants désireux d’avoir de la compagnie pour visiter leur nouvelle ville, idéalistes, ou tout simplement gens sympas. J’avais déjà participé en tant qu’hébergeur à Juan les Pins. Je reçois une réponse rapide de Mariela, qui viendra nous chercher après le travail car elle n’habite pas au centre ville. Désirant visiter l’île voisine de Chiloé, à 2h de bus et de ferry, nous regardons les horaires : nous avons juste le temps de faire l’aller-retour et de passer quatre heures là-bas. Ça sera une visite expresse et ça nous coûte 7000 CLP (10.50EUR) chacun. Mais nous ne regrettons pas notre visite : l’île a un air de Bretagne mélangée à la Galice. Toutes les maisons sont en bois, construites sur une base de pieux en pierre ou en béton ce qui les isole du sol humide.

Nous rentrons à 19h30 à Puerto Montt et Mariela vient nous chercher au terminal de bus. Nous passons chercher deux de ses amis. Ne lui ayant pas précisé la nationalité de Marta, elle lui demande si elle est espagnole ou française, car elle parle trop bien espagnol pour être française, mais elle a un côté français dans sa manière de parler. Preuve que, comme je le dit souvent, la culture française est absorbante. Mariela, habite à Puerto Montt depuis 6 mois, dans un chalet qui l’été est loué à prix d’or aux vacanciers et ne sait d’ailleurs pas comment elle va se loger pendant les mois d’été. Elle travaille dans le tourisme communautaire, et nous fait remarquer que dans le milieu du couchsurfing, beaucoup de monde travaille de près ou de loin dans l’industrie du tourisme.

Nous passons une excellente soirée et nous réveillons le lendemain à 8h : en allant au travail, Mariela peut nous déposer au centre commercial sur le chemin où nous ferons des provisions de vin et de biscuits apéritif pour les 3 jours dans le bateau de Navimag. Au Chili, le vin n’est pas taxé (alors que les livres sont taxés à 19 %), donc nous avons l’embarra du choix.

Nous nous rendons ensuite au terminal de Navimag pour enregistrer nos bagages. Le départ est prévu pour 13h.



A las puertas de los fiordos patagónicos, vistando Chiloé y Puerto Montt

Hicimos 1000 kilómetros y viajamos desde Santiago a Puerto Montt. Menos mal que ya estábamos curtidos en estos menesteres y teníamos el trasero hecho al asiento del autobús, porque fueron dieciocho horas de trayecto. Nos dormimos en la árida Santiago y nos despertamos en el verde Puerto Montt, muy similar a Galicia.

Tuvimos que hacer ese salto tan grande porque teníamos que embarcar en el cargo de Navimag al día siguiente. Nos hubiera gustado visitar Pucón y la región de los lagos, pero no fue posible porque sólo había un barco a la semana y era los viernes.

A lo que no renuncié fue a una fugaz visita a la isla de Chiloé. Desde que leí el libro El Cuaderno de Maya de Isabel Allende, me prometí a mí misma que tenía que visitar ese lugar que tan mágicamente había descrito esta autora chilena. Llegamos a las ocho de la mañana a Puerto Montt y a las ocho y media ya estábamos en un autobús rumbo a Ancud, un pueblecito al norte de la isla.

El viaje duró unas tres horas y tuvimos que hacer un pasaje en ferry. Llegamos a Ancud a media mañana y pudimos disfrutar de un paseo viendo palafitos, iglesias y casas de madera. La comida también fue memorable, en la plaza de abastos, comiendo pescado fresco.

Para bajar la comida fuimos a dar un paseo por el paseo marítimo y nos divertimos utilizando las máquinas para hacer ejercicios que el ayuntamiento había puesto a disposición de los ciudadanos. Si hay algo que echo de menos son las sesiones de body combat del gimnasio, así que me emocioné cantando la canción Eye of the Tiger de Rocky Balboa mientras “levantaba pesas” para recordar viejos tiempos con Ana y Arancha, o no tan viejos.  La gente me miraba un poco raro, pero ¡qué se le va a hacer! 🙂

Volvimos sobre las siete de la tarde a Puerto Montt y Mariela nos estaba esperando para recogernos. Mariela era nuestra couchsufer, una chilena la mar de salada, que nos iba a alojar durante una noche en su casa. Para los que no conozcan el principio del couchsurfing, echad un vistazo aquí.

Hicimos una cena pizzas+cervezas con Mariela y dos amigos suyos como si nos conociéramos de toda la vida. Casualmente ella trabajaba en el turismo, pero en el alternativo, ya que odia el turismo de masas. Nos contó que había visitado todo Perú, excepto el Machu Picchu. Nosotros le comentamos que mirando restropectivamente, la visita del Machu Picchu en sí mismo era de lo que menos nos había gustado, ya que nos habíamos sentido como el típico turista al que hay que sacarle los cuartos.

Al día siguiente Mariela, de camino a su trabajo,  nos dejó en un supermercado para que pudiéramos abastecernos de víveres y de vino para nuestra travesía de cuatro días.Una pena que no pudiéramos pasar más días en Puerto Montt y Chiloé, porque lo que vimos nos gustó mucho y Mariela fue encantadora con nosotros.

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