Bienvenidos al infierno de la isla de Java. Parte 2: Yogyakarta

Llegamos a Yogyakarta de noche y sin hotel, ya que habíamos cambiado de planes en el transcurso de nuestro día. No nos apetecía meternos en ningún sitio más que no fuera turístico y por eso descartamos Solo y fuimos a Yogyakarta directamente.

Escogimos un hotel de la Lonely Planet, pero como de costumbre, el precio era el doble de lo que ponía en la guía. No sé si lo he dicho ya en algún post, pero todos los establecimientos que están en la guía o bajan la calidad del servicio o doblan los precios, así que para estas cosas mejor ni utilizarla. Probamos con más hostales de la misma calle, pero todos estaban completos. Mientras dábamos vueltas por la calle, un rastas se acercó a preguntarnos que si buscábamos habitación. Como no teníamos nada que perder, le dijimos que vale, que íbamos con él a ver su habitación.¡Y menudo golpe de suerte que tuvimos! Nos llevó a una guesthouse en mitad del gang que estaba super bien de precio, unas habitaciones muy limpias, wifi y desayuno: Lotus Losmen. El dueño de las guesthouse estaba encantado, nosotros también, el rastas se llevaba su comisión y todo el mundo contento esa noche 🙂

A la mañana siguiente nos metimos un buen desayuno indonesio, arroz frito, entre pecho y espalda mientras charlamos con algunos huéspedes. Entre ellos, estaba una chica argentina que viajaba sola y que nos contó sus desaventuras con el dinero. Tuvo que estar durante tres días en Malasia sin dinero porque su banco argentino no le autorizaba a sacar más. Menos mal que existe solidaridad viajera y algún alma caritativa se apiadó de ella y al menos tuvo para pagar el hostal. Nosotros le contamos que también sufrimos las consecuencias de la falta de dinero en Argentina, así que compartimos penas y un montón de consejos sobre Malasia e Indonesia, el tipo de consejos que no salen en las guías de viaje.

Viendo el gang donde estaba nuestra guesthouse, pudimos entender por qué en las películas de Jackie Chan había gente que saltaba de un balcón a un tejado y luego se metía en una cocina y salía a un taller de motos mientras que luchaban. El gang era un laberinto de calles muy estrechas con negocios y casas de todo tipo. Si te despistabas un poco, era muy fácil perderse. De hecho, uno de los días nos perdimos y creemos que acabamos en la parte del gang donde estaban las prostitutas porque había muchas señoras maquilladas y esperando sentadas en la calle sin hacer nada. Para que os hagais una idea de cómo era el gang, echad un vistazo a este vídeo (sentimos que la imagen no esté bien, pero es lo único que tenemos):

La parte buena de Yogyakarta fue el hostal, para que os hagais una idea… Yogyakarta era una ciudad un poco sucia, sin muchos atractivos turísticos y con gente no muy simpática que te intentaba timar en cada esquina. Una de las atracciones de de Yogyakarta era el Kraton, una mini ciudad dentro de la ciudad,regentada por el Sultán. Allí nos dirigíamos cuando nos paramos en la calle a mirar un mapa y un señor se nos acercó. Empezó con la típica frase de “hola, ¿de dónde eres?” y bla bla. Nos preguntó que si íbamos al palacio del Sultán y le dijimos que sí. Entonces, nos dijo que no fuéramos, porque justamente, ese mismo día, había llegado a Yogyakarta el Sultán de Malasia y que habían cerrado el palacio para la ocasión. Que ya que estaba cerrado, que mejor ir a la calle donde estaban todas las tiendas de tejidos batik, que así podíamos aprovechar un poco el tiempo y que no estaban muy lejos. Nos dijo que si queríamos podía llevarnos con su becak (un tuk tuk). Le dijimos que no gracias y que íbamos de todas formas a dar una vuelta por el palacio. Entonces el tío empezó a ponerse muy agresivo y a chillarnos que para qué íbamos a ir al palacio ¡si estaba cerrado! Pasamos de él y seguimos caminando. Obviamente, cuando llegamos, el palacio estaba abierto… El tío tenía cara de haberse creído su propia mentira según nos la contaba…

Aunque conseguimos escaquearnos del primer timo, en el segundo caímos como unos pardillos. Compramos una entrada para ver el palacio del Sultán, que por cierto es una mierda pinchada en un palo, y en el hall del palacio se presentó un señor diciendo que era guía oficial, tenía hasta su identificación. Le preguntamos que cuánto costaba el guiado y nos dijo que era gratis. Bueno, si es gratis, ¿por qué no cogerlo? Nos enseñó las cuatro paredes vacías del palacio con sus fotos del año de la pera completamente descoloridas y unas maquetas que cualquier niño de seis años podría haber hecho, todo ellos rociado de algún comentario machista diciendo que las mujeres no estaban al mismo nivel que los hombres. Luego nos llevó a la estancia donde estaban los carruajes que los holandeses habían regalado al Sultán y de ahí a una tienda de batik llamada “Batik Painting Art Centre by Hery’s”. El batik es una técnica para hacer estampados en los tejidos mediante una cera. Nos dijo que era la tienda oficial del Kraton y que en realidad era una escuela, donde los alumnos de arte aprendían la técnica. Al final, entre unas cosas y otras nos acabaron liando y como nos había gustado un cuadro, pues empezamos con las negociaciones. Nos dijo que nos hacía precio de indonesio en IDRs, no en USD, ya que era casi el doble. Conseguimos bajar un poco más el precio y al final acabamos pagando ciento y pico euros por el cuadro. No estábamos convencidos con el precio, pero aún así los compramos porque nos dijeron que sólo ahí podríamos encontrarlo. ¡Ay qué tontos! Al final, buscando luego por internet nos dimos cuenta de que habíamos pagado el doble de lo que costaba y que el supuesto guía se llevaba una comisión del diez porciento. Si el guía no había tenido ya suficiente con esa comisión, nos pidió al final del “guiado” 5USD (3.85EUR) (500000 IDR (38.50EUR)), como quien pide calderilla, aunque era una fortuna en Indonesia. Se lo dimos sin discutir porque estábamos tan hartos y asqueados de esa gente que lo único que queríamos era irnos de allí.

La consecuencia de esto es que luego mirábamos y contestábamos mal a todo aquel que se nos acercaba. Visitamos un par de sitios más sin ganas, como el Castillo del Agua, donde también intentaron timarnos por llevarnos desde allí hasta el hostal en becak (tuktuk). Yo ya estaba más que enfadada y harta de escuchar precios estúpidos, así que les propuse el precio que sabíamos que era justo. Me dijeron que no y simplemente empezamos a caminar para irnos. Entonces empezaron a decirnos que vale. Yo por orgullo hubiera ido andando hasta el hostal para darles una lección, pero al final insistieron mucho y montamos haciéndoles un favor. ¡Vamos hombre! La experiencia en el becak no fue de lo mejorcito, ya que los clientes van delante y el señor pedalea detrás, por lo que en los cruces ves venir la muerte de frente.


Necesitábamos oxigenarnos de esa ciudad horrible, así que escapamos de allí para ir a ver dos templos que no estaban lejos y que eran excepcionales: Borobudur y Pramamban. Conseguimos un tour con la agencia Ari Tour de la calle Sosrowijayan por 39000 IDR (3.00EUR)s por persona, que incluía la entrada a los templos. De hecho, la entrada a los templos mediante la agencia era más barata que comprarlas por internet. El tour empezaba a las cinco de la mañana y acababa sobre las dos de la tarde.

Borobudur fue simplemente impresionante. Era un templo budista de arquitectura exquisita donde había mucha tranquilidad a pesar de los turistas. En realidad, ya no hay ningún budista en Java, sólo musulmanes, así que el templo no es un lugar de culto, sólo una atracción turística patrimonio de la Unesco. En el templo hay dos millones de bloques de piedras distribuídas en diez niveles. Los primeros niveles representan la vida terrenal y según se sube, se van ganando en sabiduría budista, hasta llegar al nivel más alto donde está la estupa que representa el nirvana. Más información sobre este templo aquí.

El segundo templo fue Prambanan, esta vez, de religión hindú. Era también bastante impresionante, pero las formas que gustaron menos que en Borobudur. Prambanan estaba dividido en seis edificios donde se alojaban algunas de las divinidades hindúes, como por ejemplo Shiva. El templo había sufrido los desastres de un terremoto y había que visitar algunas partes con casco. Más información sobre este templo aquí .

Por desgracia, hubo que volver a Yogyakarta, ya que nos quedaba un día antes de tomar nuestro avión hacia Malasia. Lo gastamos buscando algo de ropa para Fred, ya que necesitaba algo decente para salir en Kuala Lumpur. Vivimos algunas situaciones ridículas, ya que la mayoría de los pantalones le quedaban pesqueros y otros tantos le “violaban”. Es lo que tiene comprar en Asia cuando tu morfología no es de asiáticos y tienes un poco de culo. Menos mal que Fred había adelgazado muchísimo desde que dejamos Europa, porque si no todos los pantalones le habrían estado pequeños. Encontramos una camisa que le iba bien y unos pantalones de la talla más grande por 15 euros. ¡Buf! Al menos tendría algo con lo que no llamar mucho la atención en los bares de Kuala 🙂

La última sorpresa “agradable” de Yogyakarta fue en el aeropuerto: había una tasa de 100000IDR (7.70EUR) por persona para poder tomar un vuelo. Al ser nuestro último destino en Indonesia, no llevábamos ya ni una rupia encima, así que nos tocó buscar corriendo un cajero para poder sacar dinero y pagar la maldita tasa. En definitiva, Yogyakarta, una “gozada” de sitio que no recomiendo a nadie.

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