Y por fin llegamos al norte de Argentina, a una ciudad con un nombre muy simpático : Salta. Es una ciudad con iglesias majestuosas y coloridas y con muy buen ambiente. Además, es la tierra de los gauchos, jinetes intrépidos que domaban el ganado salvaje.
En Salta nos alojamos en el hostal « 7 Duendes », bastante práctico para lavar la ropa a mano y para cocinar. Una de las noches, a Fred le entró la morriña y se empeñó en hacer crêpes. Tras tres intentos con sartenes distintas, sólo consiguió hacer un estropicio y mucha loza para lavar. Obviamente, en los hostales no hay sartenes en condiciones y nuestra obra maestra culinaria consistió en un revuelto de masa de crêpe con huevo, jamon de york y queso :).
La visita al supermercado de al lado del hostal nos dejó estupefactos. El carrito de la compra típico de los salteños sólo contenía kilos y kilos de carne con litros y litros de bebidas gaseosas. O las familias eran muy numerosas en el norte de Argentina, o ahí teníamos la explicación de por qué todos estaban gordos sin excepción.
Una de las tardes en el hostal pudimos ver a qué se asemeja una tormenta tropical. El día había estado bastante cargado y a eso de las cuatro de la tarde la tormenta se desató. Nunca había visto llover con tanta violencia y con esa intensidad en tan poco tiempo. El viento empezó a arrastrar las sillas y mesas de plástico, el agua empezó a colarse en todas las habitaciones y la recepción se inundó completamente. Hubo que ayudar al recepcionista con el cepillo y la fregona porque la situación se le escapaba de las manos. Por lo visto, Octubre aún era pronto para las tormentas de la época de lluvias, pero esta vez se había adelantado. ¡Qué suerte la nuestra ! Una muestra de lo que vimos :
En Salta visitamos el Museo de Arqueología de Alta Montaña.Es un museo dedicado a la labor de los montañistas para descubrir elementos históricos difícilmente accesibles. En este museo estaban expuestos muchos elementos de la cultura andina que ya conocíamos, pero lo más interesante era la exposición del « Niño de Llullaillaco » y « La Reina del Cerro ». Unos montañistas habían encontrado a 5500 metros tres momias utilizadas durante sacrificios incas. Los cuerpos estaban perfectamente conservados gracias al frío y el ajuar de la ceremonia había permanecido completamente intacto. Se sabe que los niños era de la nobleza por la forma de su cabeza, ya que los incas deformaban la cabeza de los niños nobles hasta conseguir una forma cónica (tipo Alien).
Sólo hay un cuerpo expuesto cada vez y el museo dispone de muchos elementos tecnológicos para controlar la humedad, temperatura y exposición a la luz de los cuerpos. Es por eso que las fotos están completamente prohibidas y no pudimos llevarnos ningún recuerdo gráfico de esta parte del museo. El diseñador del museo ha tratado de respetar al máximo las creencias y sensibilidades de los visitantes, por lo que el cuerpo se encuentra detrás de una pared con un cartel que advierte que la visión de la momia podría herir susceptibilidades.
Yo estuve dudando durante un momento si entrar a ver la momia o no y al final me decidí. El Niño estaba sentado, con las rodillas cerca del mentón y la cara mirando hacia el pecho. Las ropas estaban en un estado perfecto y la piel aún conservaba el color típico de los niños andinos. El Niño tendría unos 7-8 años cuando fue sacrificado y, por la expresión de su rostro, su muerte debió ser indolora.
En el museo también se encontraban los restos de la momia « La Reina del Cerro », pero su tumba había sido saqueada y el museo había reunido a duras penas las piezas que constituían su ajuar. Yo no quise mirar esta vez, pero Fred encontró esto detras del cristal (pulsar en el botón si se quiere ver la foto, puede herir susceptibilidades) :
Una de las noches en Salta la pasamos en una peña. Son restaurantes de parrilladas que hacen espectáculos folclóricos durante la cena. Nosotros fuimos al Patio de Balcarce, con muy buena nota en Tripadvisor, y la cena, el ambiente y el espectáculo fueron muy buenos. Lo malo es que los italianos que inmigraron a Argentina exportaron la maldita costumbre de cobrar por el pan y el cubierto, por lo hubo esa sorpresilla en la cuenta.
Pedimos una parrillada para dos y empezamos a deleitarnos con la carne y el buen vino argentinos. Yo creo que las vacas viven en Argentina muy felices, porque la carne es excelente. Los cortes de la carne son distintos de los europeos y saben cocinar la carne, porque aunque los trozos que sirven son bastante gruesos pero la carne no está cruda por dentro.
El espectáculo consistía en mostrar la parte festiva-tradicional de la cultura gaucha. Hubo canciones y bailes y también participacion del público. Una gaucha vino a nuestra mesa para pedirme permiso para sacar a bailar a Fred. Yo le dije que por supuesto que tenía mi permiso, pero Fred dijo que necesitaba más alcohol en sangre para salir a bailar delante de todo el mundo. ¡Aburrido ! La verdad es que todo el restaurante, lleno de argentinos, conocía las canciones y sabían bailar, por lo que Fred hubiera hecho un poquito el ridículo :).
Los bailes gauchos nada tienen que ver con otros bailes sudamericanos. Son muy púdicos y entre el hombre y la mujer hay mucha distancia. Alguna vez que otra se acercan y agarran el mismo pañuelo, pero nada más. Lo más sorprendente es el traje típico de los chicos, que es bastante femenino con pantalones que paracen faldas.
Tras salir de la peña folclórica nos encontramos una reunión improvisada de bailarines de tango en mitad de una plaza. ¿¡¿Todo el mundo baila en Argentina ?!? Todos bailaban de una forma muy elegante y me prometí a mí misma, viéndolos, que en Buenos Aires iba a tomar clases de tango de forma obligatoria.
Salta también es conocida por ser un buen lugar para hacer rafting, pero ante la imposibilidad de formar grupo y los precios elevados para un tour privado, decidimos descartar esta actividad. Nos pusimos en contacto con Martín, de Aldea Luna, y convenimos que al día siguiente llegaríamos a su granja ecológica para realizar un voluntariado de una semana.
Nous voilà à Salta, à l’hôtel « 7 Duendes », pratique avec de quoi laver le linge à la main et de quoi cuisiner. Un passage au supermarché nous donne un aperçu du régime local : les salténiens achètent des kilo de viande et des litres de boissons sucrées. J’essayerai sans succès de faire des crêpes : sans poêle digne de ce nom c’est mission impossible. Recette à exclure dans les cuisines communes. La ville est plutôt agréable, avec un grand parc où je pourrai faire de la slackline, et de jolis édifices.
Nous visitons l’incontournable Musée d’Archéologie de Haute-Montagne, qui abrite des momies d’enfants sacrifiés par les Incas au sommet d’une montagne de 5500m. Les concepteurs du musée ont essayé d’être aussi respectueux qu’on peut l’être dans un contexte d’exposition publique de corps. Un gros accent est mis sur la conservation : température et humidité contrôlés, obscurité, et photos interdites. Cependant, et je ne sais pourquoi, une des momies se trouve dans une salle qui ne porte pas le logo « photo interdites », et je ne pense pas que ce soit un oubli car là où les photos sont interdites, les écriteaux foisonnent. Elle se trouve derrière un miroir sans teint à côté duquel se trouve un petit interrupteur. Dès qu’on appuie une alcôve se trouvant derrière le miroir s’éclaire et la momie apparaît d’un coup. Frisson garanti. Je désactive le flash et passe en focus manuel (car l’autofocus dispose d’une lumière qui éclaire le sujet en cas de lumière faible), et peut faire cette macabre, mais potentiellement émouvante, photo.
Le soir immersion dans la culture argentine avec la « peña » : restaurant qui invite un ou plusieurs groupe folkloriques. Ça n’a pas grand chose à voir avec un cabaret : le publique est invité à participer, en claquant des mains, en chantant ou en montant sue la scène. Lorsqu’on me propose de danser, je réponds que j’attends de voir. Bien m’en a pris, tous les argentins clients du restaurant, du petit grand père au groupe de jeunes sur la table d’à côté, savent danser parfaitement.
Marta est impressionnée par le costume des gauchos, qui laisse une large place à leur côté féminin.
Nous commandons une « parillada », assortiment de grillades pour deux, servis sur une plaque avec un petit réchaud. La viande argentine mérite sa réputation : elle est ultra-tendre, très facile à couper, et fond dans la bouche. Les découpes sont différentes de l’Europe ; beaucoup plus épaisses, mais des incisions permettent de laisser cuire modérément le centre. Mais nous faisons l’erreur de commander le vin le moins cher, et on se retrouve avec une piquette du niveau d’un vin de table tétrapak français. Il faut savoir qu’une grande partie des argentins sont issus de l’immigration italienne : ici on facture le couvert et le pain.
A Salta, la chaleur étant suffocante, nous nous renseignons sur les sorties en rafting. C’est un peu plus cher qu’en France, mais nous réservons quand même. Finalement la sortie n’aura pas lieu faute de participants. Les autres excursions nous semblent très chère, surtout quand on est habitué au prix de la Bolivie. Le prix est multiplié par 2 ou 3, que ce soit les excursions, les hôtels ou les restaurants.
Un soir, un énorme orage éclate, type orage tropical.
N’ayant plus grand chose à faire à Salta, nous contactons la ferme écologique où nous avons prévu de passer une semaine afin d’avancer la date de notre venue, puis prenons le bus pour San Salvador de Jujuy.
Por fin llegamos a Chile, concretamente a San Pedro de Atacama. Quizá os sonará el nombre porque es el desierto donde rescataron a los 33 mineros que se quedaron atrapados bajo tierra durante un mes y medio. Es el lugar más seco del mundo, con días calurosos y noches glaciales, y es el mejor lugar del mundo para realizar estudios astronómicos porque el cielo está despejado durante 340 días al año. Es por eso que el proyecto internacional ALMA, con un mega telescopio, está situado en San Pedro.
San Pedro es pequeñito y muy turístico, además de un poco bohemio. El centro conserva casas de planta baja hechas con adobe y pintadas de blanco, con calles peatonales de tierra y agencias ofreciendo excursiones en cada rincón. El ambiente es alegre y la mayoría de turistas son gringos mochileros, aunque también se encuentran bastante chilenos.
Los alrededores de San Pedro se parecen un poco al Sud Lipez boliviano, con sus geyseres, desiertos, lagos, árboles de piedra, salares, etc. Es normal, ya que no estábamos tan lejos de Bolivia. Obviamente, descartamos todas estas actividades, porque ya las habíamos realizado en Bolivia. Sólo tuvimos la tentación de repetir el sandboarding, porque esta vez daban un pisco sour por cada subida que hicieras a pie :s. Entonces, sólo nos quedaba por visitar el Valle de la Luna y la Muerte, la laguna Céjar y la visita a un observatorio.
Esta vez nos alojamos en el hostal El Sol de Atacama, un poco alejado del centro, pero muy barato (5000 CLP (7.50EUR) por persona en habitación compartida) y con muy buen ambiente. La cocina consistía sólo en unas placas situadas en el porche, pero ¿quién necesita una cocina en el interior cuando vives en un sitio en el que nunca llueve ? Lo mejor, sin duda, era el dueño del hostal : Andrés. Un chileno muy simpático y con muy buena vibra (como dicen aquí). Andrés vivía en el mismo hostal y tenía una habitación habilitada para sus cosas. Por las tardes le gustaba poner la música a todo volumen y cantar como un loco. Lo gracioso es que a veces se rallaba con una canción y la ponía en modo bucle infinito. Nosotros nos moríamos de la risa y los neozelandeses del hostal conseguían aprenderse el estribillo después de tanta repetición. Una muestra de su talento cantando « Yo quiero una baby, que cuando yo quiera esté pa’ mi…. » (aunque el audio no es muy bueno porque le pillamos de estrangis)
El primer día hicimos el Valle de la Luna y el Valle de la Muerte, que son dos formaciones geológicas muy antiguas. El Valle de la Luna se llama así por su semejanza a la superficie lunar y el Valle de la Muerte porque murieron muchas reses en ese sitio para alimentar a todos los mineros que explotaban las minas del lugar. Para visitar estos dos sitios se puede utilizar una bicicleta VTT o contratar un tour en minibús. Como estábamos un poco cansados, escogimos la opción « vaga » y me arrepentí mucho, porque hubiera sido mucho más interesante en bicicleta. Además, después de tanta adrenalina con minas, volcanes, bajar a cuevas, etc un tour en minibús sabía a poco.
Nada más ver a nuestra guía le dije a Fred « Apuesto lo que quieras a que hace escalada ». Era el prototipo clásico : delgada, musculosa, fibrosa, hiperactiva, no podía dejar las manos quietas, muy pendiente de su cuerpo y con ropa deportiva. No pasó ni media hora y obtuvimos la confirmación. Había un chico subiendo por unas piedras y le dijo a sus padres que deberían apuntar al chiquillo a escalada. Empezó a relatar los beneficios y virtudes de la escalada : que si son todos muy sanos, que si siempre hay muy buen ambiente, que si es mejor que el yoga porque vacías tu mente, que si así aprendes a conocer tu propio cuerpo etc, etc. Fred y yo nos moríamos de la risa porque pudimos comprobar que los grupos de escalada son una « secta » con el mismo discurso sea cual sea el país. Siempre intentan atraparte… 🙂
En la excursión pudimos visitar por dentro unas cuevas formadas gracias a la erosión del agua y escuchamos la « cancion » que entona el Valle de la Luna al atardecer. Es muy peculiar escuchar cómo las formaciones cristalinas se resquebrajan por el cambio de temperatura tan brusco entre el día y la noche. Acabamos subidos en la gran duna para ver cómo el atardecer llegaba al valle.
Por la mañana fuimos a reservar una visita en el observatorio del profesor francés (Space Obs) para el día siguiente. Menos mal que no dejamos las cosas para el último momento, porque si no hubiera sido imposible hacer la visita. No habíamos caído en el pequeño detalle de que con luna llena no se observa muy bien el cielo. Llegamos justo el ultimo día de visita, ya que al día siguiente la luna pasaba de cuarto creciente a luna llena. El tour era un poco caro, 18000CLP (27.00EUR) por persona, pero mereció mucho la pena. Las explicaciones fueron muy buenas y había muchos telescopios.
Luego, alquilamos unas bicis para realizar la actividad del día que teníamos prevista : visitar la laguna Céjar. Es una laguna que está en mitad del desierto, a unas dos horas de San Pedro en bici, y con una concentración de sal que no permite que nada se hunda.
Dos horas en bici no es mucho, pero hacía mucho calor y teníamos que pararnos a beber cada poco. Además, como manda la tradición, yo pinché una rueda. ¡Cada vez que salgo en bici pincho ! Pensé que Fred me mataba porque tuvimos que pararnos a arreglarla en mitad de la nada ¡sin una sombra !. Por suerte, y como somos ya unos expertos, pudimos encontrar el pinchito que se había clavado en la cámara y cambiamos la rueda rápidamente.
Llegamos a la entrada del parque nacional, hicimos un picnic un poco austero debajo de un sombrajo y luego nos fuimos a bañar a la laguna. Yo intenté meterme, pero las heridas que tenía en la pierna me picaban una barbaridad por la sal. Fred fue más valiente e incluso nadó dentro de la laguna, pero no durante mucho tiempo porque la picaña se dejaba sentir también. Asombrosamente y contrariamente de lo que cabía esperar en mitad de un desierto, el agua estaba muy fría.
Salimos del agua y pudimos aclararnos con un bidón con agua dulce que había a la entrada del parque nacional. Menos mal, porque si no la vuelta en bici sudando bajo el sol y con sal hubiera sido mortal. Nos fuimos justo en el momento en el que llegaban hordas de turistas en minibús.
Por la noche, bastante cansados por el paseo en bici, nos fuimos a la visita del observatorio. Una furgoneta pasó a recogernos por el centro de San Pedro y nos llevó a casa del profesor francés, que vivía en mitad del campo y a unos diez kilómetros del pueblo. Lo tenían muy bien organizado, porque cada día habia una visita en inglés, otra en español y una tercera en francés. Obviamente, nosotros escogimos la visita en francés, aunque era la última y empezaba a las 23h00, acabando dos horas después.
La visita no decepcionó y creo que en francés fue mucho más amena que en otros idiomas, más que nada, porque el profesor tenía un humor un tanto particular y no creo que fuera fácil traducirlo a otros idiomas. El profesor tenía unos cuarenta y cinco años, más joven de lo que nosotros esperábamos, era de Aubergne y estaba vestido muy « fashion » con un parka y un gorro estilo ruso.
Empezó la charla dándonos unas nociones de base sobre astronomía, aunque nada que no supiéramos ya 🙂
La Tierra es redonda y es un planeta
El Sol es una estrella
La Tierra gira en torno al Sol.
Bromas a parte, nos explicó cómo culturalmente habíamos llegado a estas conclusiones y cómo fue el proceso evolutivo del hombre para llegar a este tipo de pensamientos. Su relato consistía en una mezcla de matemáticas (bendita trigonometría), religión, historia y ciencia. También nos explicó los desafíos tecnológicos que el hombre tiene actualmente en materia de astronomía y bromeó sobre enviar al hombre a colonizar otros planetas similares a la Tierra.
Pudimos ver que el cielo « gira » y nos explicó que los mapas del cielo solo servían para un punto geográfico en concreto, en una fecha dada y a una hora exacta. Obviamente, las estrellas que se ven en el hemisferio sur no son las mismas que las del hemisferio norte y que las estrellas se ven a una hora determinada dependiendo de la posición de la rotación de la Tierra.
Luego nos explicó algunas de las constelaciones y cómo los europeos impusieron las suyas. En sudamérica no conocían a los caballos allá por el 1500DC, por lo que no podían tener la constelación de Pegaso, pero sí una constelación que se llamara « La llama ». Los europeos eran los más avanzados en astronomía, así que empezaron a hacer mapas del cielo y fue así cómo impusieron su visión al resto del mundo.
Por último nos habló del dúo astrología-cosmología y nos dio su visión sobre adivinos, horóscopos, ascendentes, etc. Un tanto sarcástico a veces y, por ejemplo, comparaba la cosmología a lo que es la alquimia con respecto a la química.
Después de la charla, pasamos a ver los telescopios con la compañera del profesor. Era chilena y hablaba francés con algunas faltas, pero se podía entender bien. Explicaba muy bien y el momento más impresionante fue cuando dijo : « De aquí a un momento veremos un punto brillante saliendo de detrás de esa montaña. Es Júpiter ». ¡En la ultima sílaba de su frase Jupiter se hizo visible ! Nos fue colocando los telescopios para que pudiéramos ver las constelaciones, estrellas enanas y estrellas gigantes, Júpiter y sus lunas, nebulosas, estrellas azules y estrellas rojas, la luna…
Acabamos la noche tomando una taza de chocolate en la « caverna » de profesor (una especie de cueva con el techo abierto) y haciéndole preguntas. Ahí nos dio algunas explicaciones más técnicas de ciertos temas y también nos contó algunas cosas que le habían chocado en San Pedro. Por ejemplo, nos contó que San Pedro es tan seco que es casi imposible tener una toma de tierra para la electricidad. El suelo no permite conducir la electricidad por la falta de agua y la presencia de minerales, así que el tuvo que excavar metros y metros para poder tener la toma a tierra de su casa.
Al día siguiente tomamos un bus de la compañía Geminis para ir hasta Salta, Argentina.
Nous voilà arrivés au Chili, à San Pedro d’Atacama. Ça ressemble un peu au Sud Lipez bolivien, mais en plus chaud et plus sec. Les journées sont très chaudes et les nuits glaciales.
L’ambiance est 100% « backpackers » (routard en français). Nous croisons 9 gringos pour un local.
Nous nous installons dans l’hôtel le moins cher de la ville, 5000CLP (7.50EUR) par personne. La cuisine est un peu catastrophique et les lits sont en dortoirs, mais le propriétaire est sympa, bien qu’un peu branleur. Il ne se donne pas la peine de changer le joint du robinet de la salle de bain qui fuit, alors que ça doit coûter dans les 3€ et qu’on est en plein désert, pas le lieu idéal pour gaspiller de l’eau. A part ça toutes les après-midi il s’entraîne à chanter, et je ne peux résister à la tentation de vous faire écouter un extrait…
Parmi les activités à faire sur place, nous excluons les lacs altiplaniques et les geysers que nous venons de voir pour bien moins cher en Bolivie. Ça ne tente pas non plus à Marta de refaire du sandboard, malgré qu’ici, vu que la dune est bien plus petite qu’à Huacachina, ils se sont différenciés en proposant un Pisco Sur (13°) avant chaque descente. Reste le lac salé, la vallée de la Lune, et l’observatoire astronomique.
Nous commençons par la vallée de la Lune, connu pour être le lieu le plus sec de la planète. C’est faisable en VTT ou en bus, pour à peu près le même prix. Pas très en forme nous choisissons l’option bus. Notre guide se présente et Marta me dit : « je parie qu’elle fait de l’escalade ». En effet, elle a tout du stéréotype de l’escaladeuse : musclée sec, hyperactive et légèrement imbue de sa personne. Marta ne s’est pas trompée : un gamin commence à grimper sur des rochers et elle dit à ses parents : « il faut qu’il fasse de l’escalade le petit. Nous autres de l’escalade, nous avons une vie saine, sans alcool, car si tu bois avant d’assurer quelqu’un, tu peux le tuer. L’escalade c’est comme le Yoga, tu prends conscience de ton propre corps… » La machine est lancée !
A part ça la vallée de la Lune n’est pas inoubliable, mais comme c’est le lieu le plus sec de la planète, on a envie de voir à quoi ça ressemble. Et nous tirons la conclusion que ça doit être plus sympa à faire en vélo (à condition d’amener des litres d’eau).
Le lendemain, nous nous renseignons sur les observatoires astronomiques. On nous a recommandé « l’observatoire du professeur français » (agence Space Obs). C’est plus cher, mais il paraît que les autres ne donnent pas d’explications et se contentent de mettre des télescopes à disposition. La vendeuse de l’agence nous informe que la dernière session du mois c’est le soir-même. Nous n’y avions pas pensé, mais la Lune empêche de voir les étoiles lorsqu’elle est trop lumineuse. Nous aurions du inverser les deux activités : la vallée de la Lune pour la pleine Lune et l’observatoire lorsque la Lune est plus pâle. Quoiqu’il en soit, nous réservons puis allons louer des VTT pour l’après-midi, direction le lac Cejar.
La ballade n’est pas très longue, mais la chaleur nous épuise vite. Le lac Cejar est un lac salé, où l’on flotte comme sur la mer morte. Le problème c’est que l’eau est froide et le sel pique beaucoup. Heureusement, la guérite des gardes du parc national est équipée de bidons d’eau pour se rincer. Nous repartons juste avant l’arrivée des bus qui viennent tous en fin d’après-midi.
Le soir, un peu fatigués, nous préparons pulls et bonnets pour la soirée à l’observatoire. Juste avant d’arriver le bus éteint ses phares et roule guidé par une ligne de diodes. Nous sommes accueilli par le fameux professeur français. Rien à voir avec un vieux savant fou : il a environ 45ans, il lui reste des cheveux, et il est habillée avec une parka un peu « fashion ». Il est accompagné de sa partenaire chilienne, qui ne parle pas super bien français, mais qui est tout autant experte que lui. Elle nous impressionne lorsqu’elle dit : « normalement Jupiter devrait se lever vers l’Est d’ici peu ». Aussitôt a-t’elle terminé sa phrase que l’on voit un point lumineux apparaître de derrière la montagne, que l’on observera plus tard au télescope, accompagné de quelques un de ses satellites.
Les explications du français valent le coup, il arrive à maintenir l’attention du public avec des petites blagues (et en se moquant du canadien de service) et explique de manière assez illustrée pour que tout le monde puisse comprendre. Il laisse une part importante à l’histoire de l’astronomie et à la cosmologie (la manière dont les hommes se représentent leur univers), aspect intéressant qui mêle science et culture. La seule déception est que, puisque le tour est conçu pour le grand public, il explique surtout les bases. Nous finissons la soirée autour d’un chocolat chaud dans sa maison à l’ambiance « caverne » : assis dans la pénombre autour d’un petit patio au jour duquel nous pouvons continuer à voir les étoiles.
Enfin je me dois d’expliquer d’où vient le titre de cet article. Dans le désert d’Atacama, le sol est tellement sec qu’il est impossible d’y installer une prise de terre : le sol, totalement minéral et dépourvu d’eau, ne conduit pas l’électricité. C’est pourquoi on y trouve de nombreuses momies : ce ne sont pas des corps embaumés comme en Egypte, c’est simplement que lorsqu’un corps est enterré, il se dessèche instantanément et ne pourri pas.
Nous partons le lendemain avec la compagnie de bus Geminis, pour Salta en Argentine.
Après le volcan, c’est la journée des lagunes (dont certaines feraient un excellent spot de kitesurf), des flamands roses et des geysers.
Au passage, nous nous arrêtons à une source thermale, appréciable après 3j sans douche.
Sur le chemin, nous croisons plusieurs cyclistes : avec la poussière, le soleil et le vent, c’est un exploit sportif. D’ailleurs le char à cerf-volant serait moins fatiguant que le vélo, ici où le vent souffle toujours dans la même direction.
Le quatrième jour, nous nous réveillons avec une surprise : Mirsa a préparé des pancakes !
Puis nous reprenons la route pour voir le fameux arbre de pierre, puis d’autres lagunes.
Du point de vu des animaux nous verrons bien sûr encore des flamants roses et des vigognes, et un passage dans un canyon nous permet d’observer quelques lapins-écureuils.
Dès le début d’après-midi, le désert est parcouru de petites tornades, difficiles à saisir en photo.
Il s’en faut de peu pour que nous puissions pas repartir après la pause de midi : apparemment nous avons quelques problèmes mécaniques. Finalement rien de grave, c’est juste le filtre à carburant qui est encrassé. Avec la poussière qu’il y a ici, et vu qu’il faut faire le plein à l’aide de bidons et de tuyaux, ça ne m’étonne pas. Marsa aide son mari à remettre la voiture en état, ce qui me paraîtrait normal si lui-même l’aidait pour la cuisine. Mais ce n’est pas le cas, il ne lève pas le petit doigt, ni pour la cuisine, ni même pour s’occuper de Daner. En Bolivie, ce comportement est tout à fait habituel, et ce n’est pas la première fois que nous l’observons. Même Daner du haut de ses 4ans déclare à Marta qui lui demande ce qu’il voudra faire lorsqu’il sera grand, qu’il ne pourra pas être cuisinier, puisqu’il est un garçon !
Notre dernier hébergement contraste avec les deux autres : il s’agit d’un hôtel de sel, construit en bordure du Salar de Uyuni avec de gros blocs de sels, soudés entre eux avec du sel mouillé. En plus d’être esthétique c’est isolant, et ça sera la seule nuit où nous aurons pas froid. Nous nous endormons dans nos lits de sels…
Dernier jour, lever à 4h30 afin de voir le lever du soleil. A 5h tout le monde est prêt, sauf le poulet qui fini de cuire. Ça me rend un peu nerveux, ne voulant ni manquer le lever du soleil, ni attraper la salmonellose. Quelques minutes plus tard, nous roulons au milieu du Salar de Uyuni.
A 5h50 pile nous nous arrêtons et pouvoir voir le soleil se lever sur le Salar.
C’est plat, c’est blanc, et surtout c’est immense. Les voitures les plus lointaines disparaissent derrière la ligne d’horizon comme des bateau. Ça a tout d’une mer puisqu’on y trouve un île de corail, peuplée de cactus.
Nous faisons ensuite les photos traditionnelles du Salar. Il s’agit de jouer avec les rapports de taille et l’effet de perspective. C’est le seul moment où nous regrettons d’avoir un appareil photo reflex à grand capteur, car ces derniers ont une profondeur de champ beaucoup plus faible que les appareils photos compacts. En concret, ça veut dire que l’arrière plan est toujours trouble, plus difficile dans ce cas de donner l’impression que deux objets situés sur différents plans sont côte à côte.
Nous roulons encore, pour une fois à plus de 50km/h pour finir de traverser le Salar. Je me dit au passage que ça serait l’endroit idéal pour le char à voile ou le kite-buggy : il y a de la place et toujours du vent.
Vient l’heure de manger ce fameux poulet qui finalement sera sans conséquences. En plus accompagné de quinoas, c’est délicieux. Marsa, Diheter et Daner nous disent au revoir et repartent rapidement car ils ont 7h de route pour rentrer à Tupiza.
Roger réserve facilement un bus pour Potosi et nous nous mettons en quête d’un transfert à San Pedro d’Atacama, au Chili. C’est plus difficile qu’on le pensait et nous devons faire le tour des 4 agences qui offrent ce service pour finalement trouver deux places disponibles chez Atacama Mystic. En plus ça tombe bien car le prix est de 280Bs au lieu de 350 chez les autres. Le transfert s’effectue en 2j de 4×4 puis en 1h de bus. Nous partons à 16h et sommes censés arriver à 12h le lendemain à San Pedro.
Le changement de style de conduite est radical entre le chauffeur du transfert et Diheter. Je pense que la différence vient du fait que Diheter, en plus d’être de tempérament prudent, est propriétaire de son véhicule et préfère le ménager.
Le poste-frontière du désert d’Atacama se trouve au milieu d’un col balayé par un vent glacial, et c’est le seul endroit de la frontière bolivienne où il faut payer (16Bs) pour obtenir le tampon de sortie. Peut-être pour payer la prime des douaniers car je ne pense pas que beaucoup souhaitent travailler ici.
Nous quittons le 4×4 pour un bus, qui fait quelques centaines de mètres sur piste, puis arrive sur une route asphaltée qui commence à la frontière. Route très bien entretenue, avec une étonnante profusion de panneaux, et des voies de détresse tout les 500m. J’émets l’hypothèse que c’est une façon pour le Chili de se démarquer de la Bolivie. Je doit être proche de la vérité car plus loin de la frontière, nous verrons au Chili de nombreuses pistes non asphaltées.
On nous distribue dans le bus une fiche de la douane nous expliquant que, à fin d’éviter tout risque de contamination des produits agricoles chiliens, il faut déclarer tout produit animal ou végétal et tout article fait à base de matériel végétal (bois, etc.) ou animal en notre possession. Nous faisons le compte : deux cuillères en bois, une flûte en bambou, des écharpes et bonnets en laine d’alpaca, un bracelet en graines séchées, et des vêtements en coton. Finalement, presque tout est fait à partir de végétaux ou d’animaux. La douanière se moquera un peu de nous, mais étant donné que leur fiche explicative est hyper inclusive et très menaçante, nous préférons être prudents pour ne pas avoir de problèmes.
El esperado día llego por fin : ¡íbamos a visitar el salar de Uyuni ! ¡Qué nervios ! Estábamos emocionados como los niños pequeños antes de la noche de Reyes.
Lo primero fueron las presentaciones. Nuestro chófer se llamaba Diheter, nombre extraño para un boliviano, y la cocinera Mirsa. Con ellos venia también Danner, su hijo de cuatro años y treinta kilos, porque en realidad ambos eran pareja.
El coche de Diheter era un Toyota Cruiser que parecía muy nuevo, bueno, hasta que nos dimos cuenta de que había una pegatina de la ITV de 1999. De todas formas, el coche estaba muy bien cuidado y por suerte no tuvimos ninguna avería durante todo el trayecto, no como los otros coches a los que tuvimos que asistir por el camino.
Cargamos el coche con comida para cinco días, agua y otras bebidas, gasolina suficiente para todo el trayecto, mantas y las mochilas de todos. Cinco días nos esperaban en alojamientos que las agencias llamaban « básicos » ( eufemismo en toda regla), sin electricidad ni ducha.
Tuvimos la « suerte» de hacer el trayecto del primer día con la música de Diheter, porque nuestros mp3/ipods estaban en la mochilas colocadas en el techo del coche. Todo el día con canciones peruanas y bolivianas que se caracterizan por :
A) Las letras son deprimentes. Sólo versan sobre cuernos, mal de amores, enfermedades y problemas con la familia
B) La intérprete suele ser femenina, con voz de pito, cantando en falsete más de lo que debería
C) En todas las canciones hay un sintetizador (o instrumento no identificado) que hace que la música parezca midi
D) En todas las canciones hay que decir « Así, Así » y hay que mencionar países de Sudamérica, especialmente Perú, Bolivia, Argentina y Brasil.
Para que os hagáis una idea aquí va un hit de « La Tigresa de Oriente » :
Roger estaba feliz de la vida con estas canciones, supongo que porque no entendía toda la letra y porque le encantaba repetir « así, así ». También estaba encantado con el reggeaton, aprendiendo expresiones un tanto vulgares, porque decía que podrían serle muy útiles para la vida diaria (WTF!).
Inciso : A partir de este momento de la entrada sólo haré una descripción breve de los sitios por donde pasamos, porque lo que de verdad es interesante son las fotos con los paisajes.
El recorrido del primer día en el Sud Lipez empezó en El Sillar, luego paramos para comer, después pasamos por el desierto de Dalí y por último visitamos unas ruinas incas antes de llegar al alojamiento del primer día. En la ruinas incas pudimos ver a Diheter rellenando el depósito de gasolina con un método simple y eficaz, pero asqueroso : aspirar aire de una goma hasta que salga gasolina y luego poner la goma en el depósito. Para el alojamiento llegamos demasiado tarde y los mejores ya estaban ocupados. En el alojamiento en el que nos quedamos no había cama para todos y a Fred y mí tuvimos que compartir una cama un poco pequeña. Roger no corrió mejor suerte porque tuvo que dormir en el suelo, ya que habían arreglado su somier de una forma un tanto chapucera y nada más sentarse cedió a su peso. Mirsa y Diheter nos contaron, al día siguiente, que habían tenido que dormir en el suelo.
El segundo día hicimos la ascensión del volcán Uturuncu, cuya cima se podía ver desde nuestro alojamiento. Nos levantamos a las cinco de la mañana y desayunamos fuerte para tener fuerzas para el trekking y porque estaba previsto comer tarde. Nos pusimos en ruta, con nuestro guía, y una hora y media después estábamos a las faldas del volcán ¡a 5600 metros! El acceso a este volcán es muy práctico porque hace años había una mina de extracción de azufre y construyeron una carretera que aún hoy se conserva. Solo íbamos a hacer 400 metros de desnivel a pie, pero el trayecto era bastante exigente por la falta de oxígeno y porque había que caminar dos horas seguidas en ascensión continua.
El primer efecto de la altura fue comprobar cómo el aire de nuestra vejiga se expandía, haciendo que todos necesitásemos aliviarnos de inmediato. Luego, que el aire que respirábamos estaba enrarecido, pero esto era por los escapes de azufre del mismo volcán : olía a huevos podridos allí donde había una humareda saliendo de la tierra. También era muy impresionante poder sentir la inestabilidad del suelo debido a el magma del volcán. Si alguien saltaba a tres metros de mí, yo podía sentir la propagación de la energía en el suelo.
Había unos cinco coches 4×4, incluyendo el nuestro, y unas 20-25 personas escalando el volcán. Hubo gente que se tuvo que dar la vuelta porque no estaban bien aclimatados y nosotros estuvimos masticando hoja de coca constantemente. Había un frío gélido y en algunos tramos de la ascensión había nieve, aunque bastante dura. Nosotros íbamos bien abrigados con guantes, gorros y cortavientos, pero nuestro guía iba con una simple sudadera, las manos en los bolsillos y unas zapatillas de paseo. Nos decía que ya estaba acostumbrado, pero es una locura que alguien que trabaja en la montaña no tenga material adaptado por falta de dinero :(.
En la cima Roger nos preparó un mate, nuestros guías hicieron una ofrenda a la Pachamama para atraer el turismo e hicimos fotos panorámicas porque el paisaje era espectacular. No nos quedamos mucho tiempo porque el viento soplaba mucho y era muy frío. El guía propuso descender por la cara sur del volcán porque era mucho más rápido, aunque la pendiente era mucho mayor. Me aseguró que en veinte minutos estaríamos en el coche, pero me dijo nada sobre lo resbaladizo del terreno y que el viento soplaba con mucha más fuerza en esa cara. ¡Pensé que me moría de congelación ! Hubo un momento en que no sentía más mis dedos y las manos me dolían mucho al sacudirlas para que circulara la sangre por ellas. Tenía las piernas medio dormidas y tenía que bajar de culo porque la pendiente era muy grande. Los veinte minutos iniciales se convirtieron ¡en una hora de suplicio ! Menos mal que Roger era una « estufa humana » y pude meter mis manos dentro de su polar para poder recuperar la sensibilidad. Terminamos el descenso como si estuviéramos esquiando, pero en vez de nieve eran piedras.
En la vuelta, los efectos de la altura y el esfuerzo empezaron a tener constancia : Danner y Mirsa (que se quedaron en el coche esperando) tenían náuseas y dolor de cabeza, Roger y Fred también se quejaban de dolor de cabeza y Diheter y yo nos salvamos de todo malestar.
Ese día comimos a las tres de la tarde y Roger se fue a dormir sin comer nada. Tuvo suerte, porque a Fred y a mi nos sentó mal la comida de ese día. Fred volvía a tener los mismos síntomas que en Cochabamba y yo empecé con vómitos. Fred se tomó las mismas pastillas que en Cochabamba y todo fue bien, pero yo pase una noche de perros y el día siguiente no fue mucho mejor. Probablemente fue la carne, que llevaba dos días viajando con nosotros en el techo del coche sin ningún tipo de refrigeración. Mirsa nos decía que no podía ser la carne porque ellos no estaban enfermos, que probablemente fuera el esfuerzo del subir al volcán. Yo, por si acaso, no volví a probar nada de carne en el resto del viaje.
El tercer día pudimos contemplar lagunas impresionantes, los flamencos rosas, vicuñas, vizcachas (mezcla entre conejo y ardilla) y geyseres. Nos cruzamos con los chicos americanos que habíamos conocido en Potosí, los que estaban recorriendo Bolivia en moto. El Salar de Uyuni y el Sud Lipez era su prueba de fuego y parece que las motos chinas que habían comprado en La Paz, por mil dólares, no estaban dando demasiados problemas. También había chicos y chicas en bicicleta, algunos en sentido del viento y otros contra el viento. Se me caían las lágrimas de pensar en el esfuerzo sobrehumano que estaban realizando esa gente para poder visitar sin contaminar esa zona tan inhóspita y salvaje, pero al mismo tiempo tan hermosa.
Durante la comida de ese día tuve bronca con Danner, el niño de cuatro años, por tirar los papeles al suelo. Su madre ya le había dicho en varias ocasiones que los papeles no se tiraban al suelo, pero el niño la ignoraba completamente. Estábamos paseando y tiró una servilleta, por lo que le dije que la recogiera y que la tirara a la basura. Intentó torearme y, en estas, la servilleta se voló un poco más lejos. Danner hizo el amago de ir a recoger la servilleta sin muchas ganas y vi como su padre nos estaba observando y riéndose. Me prometí a mí misma que iba a hacer que el niño tirara la servilleta a la basura para dar una lección al padre. Tuve que utilizar toda mi persuasión y psicología durante diez minutos y, al final, lo que funcionó fue la amenaza : si no tiraba la servilleta a la basura ya no jugaría más con él a piedra/papel/tijera, ni a peleas de pulgares ni a dar masajes de cabeza ni le enseñaría a hacer fotos. Parece que la amenaza surtió efecto y el papel acabó en la basura. Fue un pequeño triunfo personal, porque después de esto, Danner me preguntaba siempre dónde había una papelera para tirar los papeles :). Sobre todo, lo que me dio rabia de esta anécdota fue la actitud del padre, ya que los hombres en Bolivia nunca participan en la educación de sus hijos. Todo lo relacionado con el niño está asignado a la madre por defecto, lo que me parece muy injusto, porque hay veces que las madres también necesitan descansar de sus hijos y tener un poco de tiempo libre.
Tras la pausa de la comida, el coche se negó a arrancar y Diheter se tuvo que poner en modo mecánico. Hubo que limpiar el filtro del carburante, porque se había obstruido con tanto polvo. Después de este pequeño incidente pudimos seguir y pernoctamos el tercer día en un hotel de sal, muy cercano a la entrada del salar de Uyuni. Todo estaba construido con sal : las paredes, las mesas, las sillas, los somieres, …. La mejor parte no fue la estética, si no que los bloques de sal constituían un buen aislante y fue la primera noche que dormimos sin frío :).
El quinto día nos levantamos a las 4.30 de la mañana para poder ver la salida del sol en el salar, que era a las 6.00. La visión del Salar de Uyuni era espectacular con kilómetros y kilómetros de superficie blanca constituida por pequeños cristales de sal. Los colores del amanecer fueron sorprendentes.
Tomamos fotos y luego fuimos a la Isla del Pescado. Mirsa preparó el desayuno mientras nosotros recorríamos la isla de cactus gigantes. Algunos medían doce metros de altura y eran centenarios. Nos comentaron que los que se secaban servían para hacer unos muebles muy bonitos y cotizados.
Después del desayuno fuimos a hacer fotos típicas en el medio del salar y Diheter y Roger nos sorprendieron mucho con su imaginación 🙂
Ese día comimos muy pronto y luego Mirsa y Diheter nos depositaron en Uyuni. Nos despedimos de ellos, porque continuaban hasta Tupiza, y Fred, Roger y yo nos pusimos a buscar la forma de llegar a San Pedro y Potosí. Roger no tuvo ningún problema para conseguir un pasaje hacia Potosí, pero nosotros lo tuvimos un poco más complicado : dos de las cuatro agencias de Uyuni tenían los transfers hasta San Pedro de Atacama completos. Por suerte, había dos plazas libres en Atacama Mystic y encima el trayecto costaba 280 bolivianos, más barato que los 350 bolivianos que pedían el resto de agencias.
Partimos de Uyuni a las 4 de la tarde y llegamos a la frontera boliviana al día siguiente a las 12 del mediodía (la noche en mitad del trayecto estaba incluida en el precio del transfer). Pagamos una tasa de salida de 18 bolivanos en el puesto fronterizo de Bolivia (raro, raro…) y tomamos un bus colectivo hasta San Pedro. El cambio de frontera no pudo ser más radical : pasamos de viajar por los caminos de tierra en Bolivia a una carretera asfaltada con señalización cada veinte metros y salidas de seguridad en todas partes. ¡Cómo exageran estos chilenos y cómo les gusta presumir delante de los bolivianos !
La entrada a Chile fue un poco estresante porque fueron muy restrictivos en la aduana. No dejaban entrar en el país fruta, charcutería y otros tipos de comida en general, souvenirs de madera, productos hechos con materia vegetal o animal, semillas, etc. Como teníamos varios productos de la lista, declaramos mi collar y pulsera de semillas, las cucharas de madera que nos regalaron en Vicos y los gorros de alpaca. En la frontera de San Pedro poco más que se rieron de nosotros, pero más vale prevenir ¡a que te pongan una multa !
Nous voilà parti à bord d’un Toyota Cruiser flambant neuf. Enfin c’est ce que je pense avant d’y voir un autocollant de 1999 collé sur une vitre. En tout cas le véhicule est impeccablement entretenu et dispose d’un autoradio USB MP3. Malheureusement nos baladeurs sont dans les gros sacs à dos sur le toit. La première journée sera donc bercée par le rythme des chansons populaires péruviennes. J’ai bien dit « le rythme » et non « les rythmes ». En effet au Pérou et en Bolivie, un seul rythme, qui ressemble au rythme joué par un synthétiseur lorsqu’on le met en mode « démonstration », sert de base à toute la musique populaire. Et ça donne à peu près ça :
Roger, notre compagnon Suisse Allemand, est fan, surtout lorsque les chansons commencent avec un « asi, asi ! » (« comme ça, comme ça ! ») qui met tout de suite l’ambiance. Notre chauffeur nous fait aussi écouter du Regaton, très instructif pour apprendre des vulgarités en espagnol. Le péruvien moyen ne connait pas grand chose d’autre et ils vont même jusqu’à confondre le Reggae et le Regaton !
Nous voyageons avec une famille : le chauffeur Diheter, et la cuisinière Mirsa, sont mariés et ont amené Daner, leur fils, 4 ans et déjà 30 kg.
Le voyage se déroule ainsi : beaucoup de voiture et des pauses de 10-15min à chaque fois que nous croisons un lieu photogénique.
Nous sommes en plein désert : la seule végétation est constituée de touffes d’herbes qui sont parait-il riches en cellulose (elles sont utilisées dans la fabrication du papier).
Nous passons par le « Machu Picchu péruvien », un peu décevant, mais où nous pouvons faire le plein. Pas dans une station service, mais avec les bidons qui sont sur le toit, d’un tuyau et de la capacité pulmonaire de notre chauffeur.
En effet, nous sommes en autonomie : de carburant, mais aussi de nourriture et même de gaz. La seule chose qu’on trouve dans les refuges, c’est de l’eau (non potable) et de l’électricité : pas de prises pour charger, mais seulement quelques ampoules qui nous éclairent.
Le midi, nous pic-niquons à proximité du 4×4 et le soir dans le refuge. Mirsa prépare tout elle-même chaque soir, et nous avons même un thé et des biscuits à 5h. C’est délicieux, mais il faut pas être regardant sur la chaîne du froid. Le poulet du dernier jour aura passé 5jours sur le toit. Heureusement que l’atmosphère est sèche et que les nuits sont froides. Mais nous subirons quelques conséquences dont je parlerai plus tard.
Nous voyons le sommet enneigé du volcan Uturuncu dont l’ascension est prévue pour le deuxième jour, avant de rejoindre notre refuge qui malheureusement est bien complet : nous devons partager un lit étroit avec Marta et Diheter et Mirsa nous diront le lendemain qu’ils ont du dormir à même le sol.
Le lendemain, réveil à 5h du matin, pour notre premier « six-miles ». Le 4×4 arrive au pied du volcan, puis commence à monter. Je me demande à un moment si on va monter à la cime en 4×4. Je ne suis pas loin du compte : nous nous garons à 5600m ! Sitôt la voiture garée, tout le monde sort en courant pour uriner. C’est le premier effet de l’altitude. Le volcan est encore actif, en témoignes les nombreuses fumerolles soufrées. D’ailleurs, c’est pour l’exploitation du souffre que la piste a été construite. L’exploitation a cessé il y a quelques années, mais on voit encore l’ancienne usine.
Même s’il ne reste pas beaucoup de chemin à parcourir, à cette altitude les 400m de dénivelé ne se font pas tout seuls. Nous devons mastiquer de la coca constamment et dans les parties raides nous nous arrêtons tous les 20m. Il nous faudra 2h pour attendre le sommet où Roger nous prépare un maté. La neige, très dure, ne gène pas l’ascension car elle ne se trouve que sur la partie supérieure, plus plate. Mais je rencontrerai quelques semaines plus tard un allemand qui m’expliquera qu’en juillet, où la neige et la glace sont plus abondantes, sans piolet ni crampons, son groupe n’a pas pu atteindre le sommet.
Un vent d’Est froid souffle sur le sommet et notre guide local, qui je le rappelle est obligatoire en Bolivie, vêtu d’un survêtement et de vielles baskets, a l’air pressé de redescendre. Nous faisons quelques photos et vidéos, puis redescendons par le versant Est, un pierrier beaucoup plus pentu que le chemin de montée où la descente dure en théorie 20min. Effectivement c’est faisable car il est possible de courir dans le pierrier, mais Marta est plus prudente et il nous faut 1h pour regagner la voiture.
Les effets de l’altitude se sont fait sentir : le petit Daner, qui, je ne sait pourquoi, est venu avec sa mère pour nous attendre dans la voiture (alors qu’on va repasser au refuge) a la nausée, Roger a un mal de crâne et passera toute l’après-midi à dormir, Quant à moi j’ai un léger mal de tête. Il y a même deux touristes d’un autre groupe qui ont du renoncer à l’ascension. Seuls Marta et Diheter n’ont rien.
Nous déjeunons à 15h, et Roger préfère rester dormir et ne rien manger. Bien lui en a pris car avec Marta nous tombons malades. Pas très pratique dans le désert où le seul arbre derrière lequel se cacher est un arbre en pierre. Heureusement, avec une combinaison de plantes médicinales et des médicaments qu’il me restait de Cochabamba, nous nous soignerons en moins de deux jours.
Changement total de climat, du froid montagnard de Potosi, nous arrivons sous la chaleur sèche de Tupiza. Nous logeons à l’hôtel « Los Salares ». Il faut savoir qu’ici le choix de l’hôtel est primordial : en effet, Tupiza sera notre point de départ pour la visite du Sud Lipez et du salar d’Uyuni, qui est un peu à la Bolivie ce que le Mont Saint Michel est à la France. Or, tous les hôtels ont une agence de voyage et toutes les agences de voyages ont des hôtels. Et pour éviter que le personnel nous fasse la gueule, il est préférable de réserver son excursion dans l’agence de l’hôtel. Un coup d’œil sur internet ayant montré que, mise à part Tupiza Tours, toutes les agences offrent un service de qualité, nous choisissons l’hôtel le mieux noté sur hostelworld.com
Nous voulons après l’excursion rejoindre San Pedro d’Atacama, au Chili. Deux options :
visiter en 4 jours tout le Sud Lipez, puis le Salar d’Uyuni et depuis Uyuni prendre un 4×4, puis un bus pour le Chili, ce qui ajoute une journée
aller directement à la ville d’Uyuni, visiter le Salar, puis la partie ouest du Sud Lipez et aller directement au Chili le tout en 3 jours
La seconde option est moins onéreuse et plus rapide, mais fait manquer la moitié du Sud Lipez.
Avec l’aide de la vendeuse de l’agence dont c’est le métier, j’arrive à convaincre Marta d’ajouter une ascension de volcan à l’excursion. Hors le volcan le plus facile est l’Uturuncu, 6008m, à l’est du Sud Lipez. Nous choisissons définitivement la première option.
Maintenant que nous savons ce que nous volons faire, il faut trouver deux personnes qui veulent faire la même chose. En effet, les excursions se font dans un 4×4 7 places avec un chauffeur et une cuisinière. Et le prix est fortement dégressif en fonction du nombre de personnes présentes dans le 4×4. Et puisque notre visa expire dans sept jours nous ne pouvons pas nous permettre d’attendre longtemps. Finalement, nous ne trouverons que de quoi former un groupe de 3, avec Roger un suisse allemand exubérant (Note pour José : ceci est une figure de style), et dans l’agence d’un autre hôtel : « Valle Hermosa » (vallée enchantée).
Pour consoler le propriétaire de notre hôtel, un ancien employé dont les autorités de Tupiza n’ont jamais acceptées qu’il achète un hôtel, nous prenons avec lui un tour de 3h en cheval. Marta montant pour la première fois de sa vie, 3h seront bien suffisantes.
A 9h XXX, la propriétaire des chevaux vient nous chercher. Le choix du cheval, c’est comme pour les planches de surf : elle nous donne des chevaux un peu mou mais faciles et prend pour elle le cheval « expert », nerveux, mais avec un sale caractère.
Elle explique à Marta que pour freiner il faut tirer sur les deux rennes en même temps. Du coup Marta tire à fond dessus : pauvre cheval ! Nous lui expliquons que ce n’est pas comme une voiture : on peu lâcher les rennes dans une côte sans que le cheval se mette à avancer. Elle comprends rapidement que c’est quasi automatique : le cheval connaît par cœur le chemin. Il suffit de le corriger si de temps en temps il ne fait pas ce que l’on veut.
Nous passons la « Puerta del Diablo » (la Porte du Diable), nommée ainsi en référence à un conte à la Cendrillon : pendant le carnaval, le Diable étant tombé amoureux d’une cholita, il décide de l’emporter avec lui. Mais n’ayant que jusqu’à minuit pour ce faire, il est sorti en courant du village et dans sa course est passé au travers d’un énorme rocher qu’il a brisée en deux.
Ensuite nous pénétrons dans la « Vallee de los Machos », pour enfin faire une pause au début du « Canyon del Inca ».
Je pense arriver à contrôler mon cheval en le faisant trotter à la demande. En fait je m’aperçois qu’il trotte volontiers lorsqu’on se rapproche de la pause, mais est beaucoup plus fainéant au milieu du trajet. Du coup mon seul instant de galop seront les 100 derniers mètres avant l’écurie.
Nous partons le lendemain pour 6 jours dans le désert bolivien, sans avoir réussi à éviter le restaurant attrape-touristes local, malheureusement seul restaurant ouvert le dimanche à 15h. Si au Pérou ou en Bolivie vous voyez « cuisine italienne » ou « pizza », avec seulement des gringos attablés, fuyez. En revanche nous avons découvert que le « pollo a la broaster » (poulet frit), est une bonne alternative low-cost, à condition d’aimer manger gras de temps en temps.
Cambio drástico de Potosí a Tupiza. Pasamos del frío gélido invernal de Potosí al calor seco y árido de Tupiza. Tupiza es un pueblo pequeñito, rodeado de montañas rojas con vegetación muy verde, lo que distaba mucho de la estepa de Potosí. En Tupiza teníamos dos misiones : la primera encontrar un tour para el salar de Uyuni y Sud Lipez y la segunda contratar un tour para que yo montara por primera vez a caballo.
Tupiza es un poco especial en cuanto hostales y agencias, ya que al ser muy pequeño, todos los hostales tienen una agencia que organiza excursiones y toda agencia posee un hostal. Además, habíamos leído en internet que algunos hostales no te trataban muy bien si no contratabas la excursión con ellos, así que tuvimos que informarnos bien antes de llegar al pueblo. En internet encontramos que todos los hostales daban buen servicio en el salar, excepto Tupiza Tours, así que escogimos el hostal que tenía mejor nota en hostelworld.com : Los Salares.
Nada más dejar las mochilas en la habitación, el dueño del hostal nos explicó las posibilidades de ruta que teníamos, ya que nosotros queríamos acabar en San Pedro de Atacama (Chile). Nuestras opciones eran las siguientes :
– visitar durante cuatro días el Sud Lipez y el salar de Uyuni, acabar el tour en Uyuni y luego coger un tránsfer 4×4 hasta San Pedro de Atacama con costo extra.
– ir hasta Uyuni desde Tupiza, visitar el salar y la parte oeste del Sud Lipez y terminar directamente en San Pedro de Atacama, todo ello en tres días.
La segunda opción era la más rápida y más barata, pero precisamente, si habíamos ido expresamente a Tupiza era para realizar el circuito en el sentido inverso de todo el mundo, además de querer llegar al salar con la mejor luz para las fotografías. Por lo tanto, nos decidimos por la opción numero uno, añadiendo además la ascensión al Volcan Uturuncu de 6008 metros ( que conste en acta que a Fred le costó convencerme para el volcán).
El dueño del hostal nos dio los precios para la opción número uno con volcán y todo dependía del número de participantes en la excursión. Los 4×4 tienen un total de siete asientos, de los cuales dos son para la cocinera y el chófer. Si el tour se hace con cuatro o cinco participantes el precio es razonable, pero si sólo son dos pasajeros el precio es desorbitado. Le dimos al dueño del hostal nuestras preferencias de días y nos dijo que de momento no había grupo, por lo que fuimos a dar una vuelta al resto de agencias.
Tras mucho preguntar, la mejor opción que encontramos fue en el hostal Valle Hermoso para formar un grupo de tres con Roger, o Rogelio como le gustaba que le llamasen, que era un suizo alemán. Roger también quería hacer la excursión de cuatro días y escalar el volcán Uturuncu, así que acordamos que partiríamos al día siguiente. Si aparecía un cuarto interesado en la excursión ¡perfecto !, pero si no nos iríamos los tres de todas formas pagando 2100 bolivianos por cabeza más 450 bolivianos por el guía del volcán.
Una vez organizada la excursión para el salar, pudimos empezar a divertirnos :). Para consolar al dueño del hostal Los Salares, ya que no le habíamos contratado el salar, decidimos recompensarle conla excursión del caballo. Había varios itinerarios, pero elegimos el más corto. Como nunca había montado a caballo consideramos que tres horas eran más que suficientes para probar.
A las 10 de la manaña Sarah, la dueña de los caballos, vino a buscarnos. Llegamos a las cuadras y escogió nuestros caballos : el mío, Bayo, tranquilito y poco cabezota y el de Fred, Talía, un poco más espabilado porque él tenía experiencia.
Si desde el suelo el caballo ya me parecía grande, cuando me subí la sensación no cambió mucho. ¿Por qué no hay un pony para adultos? Sarah me explicó cómo había que llevar las riendas : se tiraba hacia la derecha si quería girar a la derecha, lo contrario para girar a la izquierda y tirar al mismo tiempo de los dos lados y acortar las riendas si quería que el caballo parara. Así que como yo quería estar parada mientras que Fred y Sarah se colocaban, me puse a tirar de las dos riendas. Al verme, Sarah y Fred me gritaron que soltara en seguida las riendas. ¡Yo no entendía nada ! Entre risas me explicaron que al tirar de las riendas se clava algo debajo de la lengua del caballo, lo que hace que desacelere y se pare, pero sólo cuando está en movimiento. Vaaaaale, ¡entonces un caballo no es como un coche al que hay que echarle el freno de mano siempre ! El caballo se queda parado por defecto…. ¡Qué difícil es estar encima de un animal vivo !
Con las bases ya controladas, echamos a andar y por suerte mi caballo ya conocía el camino :). Después de cabalgar muy despacito durante media hora llegamos a la Puerta del Diablo. Cuenta la leyenda que durante el carnaval de Tupiza el diablo se enamoró de una cholita, por lo que decidió secuestrarla. Como el carnaval llegaba a su fin y el diablo no podía estar más entre los humanos, cargó la cholita y salió corriendo del pueblo. En esa carrera, partió en dos una roca enorme y eso es lo que dio nombre a esa maravilla natural.
Seguimos cabalgando en el Valle de los Machos y observando maravillados lo bonito que era el paisaje con todos esos tonos rojizos. El caballo se portaba bien y estaba tranquilito, por lo que yo estaba encantada de la vida. Al menos estaba más tranquila y menos rígida que al principio.
A la entrada del Cañón del Inca hicimos un descanso. Pusimos los caballos a la sombra y estuvimos charlando un rato con nuestra guía. Al volver a montar los caballos me di cuenta de que estaban un poco más acelerados. ¡Tenían prisa por llegar a casa de nuevo ! Aquello se movía mucho más y además Fred estaba intentando poner al galope a Talía. Mi caballo, que era medio tonto y hacía lo que el resto, también quería ponerse a galopar. Ahí sí tuve que tirar de las dos riendas para que se tranquilizara. Al menos conseguí llevarle al paso que yo quería. Fred se quejaba de que su caballo era muy vago, pero Talía, que de tonta no tenía un pelo, se puso al galope de verdad 100 metros antes de llegar a las cuadras. Menos dan las piedras, ¿no? 🙂
Ahí acabo mi aventura equina y, definitivamente, no es lo mío. Con dolor de culo y espalda me puse a preparar la mochila para los seis días de salar que nos esperaban :).
Nous arrivons à Potosi et à l’hôtel « La Vicuña ». Le personnel est sympa, c’est à peu près propre. Les seuls défauts c’est que ça caille (en Bolivie, il n’y a presque jamais de chauffage), que notre chambre n’a pas de fenêtre, qu’il n’y a pas toujours quelqu’un à la réception alors qu’on a pas les clefs, et surtout que le wifi marche très mal. Mais l’hôtel est réputé pour sa visite des mines que nous réservons pour le lendemain même.
La ville est surplombée par le « Cerro Rico » (montagne riche) qui selon la légende était jadis traversé par des rivières d’argent souterraines. Il ressemble maintenant à un gruyère sans croûte à force d’avoir été creusé de toutes parts.
C’est un ancien mineur, Antonio, qui nous guide durant la visite des mines. Ça commence par le marche des mineurs où l’on peut acheter tout ce dont un mineur a besoin : feuilles de Coca, cigarettes à la menthe, jus de fruits, alcool à 80° comestible, et dynamites ! Pas pour faire exploser soi-même, mais pour offrir aux mineurs. La coutume est d’acheter 20Bs de cadeaux, et il y a même des kits tout fait. Nous achèterons également un masque en papier chirurgical pour limiter l’inhalation de poussière. Nous avons droit à un cours d’explosifs qui commence fort : Antonio jette un bâton de dynamite à chacun d’entre nous. Sur le tas il y en a toujours un qui ne l’attrape pas ce qui permet de s’apercevoir qu’elle n’explose pas sous le choc. A la flamme d’un briquet non plus : il faut un détonateur pour la faire exploser accompagné de son amorce qui se consume à la vitesse de 20cm/minute. En effet comme les bâtons sont transportés à dos de mineur, ils sont beaucoup moins sensibles que la TNT conventionnelle.
Hormis une fois par an lors des fêtes, par superstition, les femmes ne sont pas admises dans la mine. Elles travaillent donc dehors, principalement au tri des minéraux. En effet si les mines de Potosi sont réputées pour l’argent, on y trouve de nombreux autres métaux, en particulier du zinc.
Contrairement au Pérou, ici les mineurs travaillent pour leur propre compte et sont organisés en coopératives. C’est mieux que d’être exploité par une compagnie étrangère, mais le problème c’est que plus le temps passe, plus l’extraction de minerais est difficile. Du temps des espagnols, il suffisait de creuser 2m pour trouver de l’argent. Maintenant, il faut aller à 400m sous terre. Du coup, les mineurs s’exploitent eux-même.
Nous arrivons à l’entrée de la mine : sang de lama et feuilles de coca sont autant de sacrifices à la Pachamama pour assurer la « fertilité » de la mine. En effet, dans la mythologie des mineurs, les minerais sont le résultat de l’accouplement du Tio avec la Pachamama.
Nous descendons au premier niveau et pouvons discuter avec des mineurs au travail. Les personnes que l’on croise ne sont pas payés pour la visite. Ils reçoivent seulement les cadeaux qu’on a acheté au marché des mineurs.
Un peu plus loin, Antonio nous dit tout à coup de s’arrêter. Quelques secondes plus tard deux bruits sourds retentissent : un dynamitage est en cours. Heureusement qu’à chaque dynamitage, il y a quelqu’un à l’entrée du conduit pour empêcher les gens de passer et qui crie « guarda ! » (prenez garde) autant de fois qu’il y a de groupes de dynamites avant l’explosion. Marta demande s’il existe un plan tridimensionnel des mines pour savoir où on peut creuser sans danger de faire effondrer le conduit d’une autre mine. Rien n’existe, ça serait bien trop coûteux, on est pas dans l’industrie du pétrole où avant le forage d’exploitation, la compagnie a un plan 3D du réservoir. D’ailleurs il arrive que deux coopératives creusent et tombent sur le même filon. Dans ce cas c’est premier arrivé, premier servi.
Nous descendons ensuite aux niveaux inférieurs. C’est de plus en plus étroit et acrobatique, avec des échelles branlantes à escalader par dessus des trous de 4 ou 5m. On imagine faire la même chose en portant un marteau piqueur ou 30kg de minerai. Pourtant, ce ne sont pas les accidents qui causent le plus de morts : c’est la silicose. En effet la poussière est omniprésente et à terme bouche les poumons. C’est d’ailleurs ce qui a causé la mort du père d’Antonio et l’a poussé à arrêter le métier de mineur pour devenir guide, où l’on reste beaucoup moins longtemps à l’intérieur de la mine.
Puis vient la partie la plus émouvante de la visite. Dans un coin de la mine sont installées deux figurines de bois et de tissus qui représentent « El Tio », déformation de l’espagnol « Dios ». C’est une divinité associée au diable qui assure protection des mineurs et « fertilité » de la mine. On lui donne en offrandes, feuilles de coca, cigarettes et alcool.
Le lendemain, nous visitons la « Casa de la Monedad » (maison de la monnaie), lieu où était frappée la monnaie d’argent du temps de la colonisation espagnole. C’est maintenant un musée qui permet de comprendre l’histoire de cette ville : tout a commencé par un pasteur Inca qui a campé au pied du Cerro Rico. Il remarque que dans son feu brillent des petits morceaux d’argent. Mais il reçoit un message lui disant que ce métal n’est pas pour lui. En effet, il est réservé aux espagnols qui viendrons quelques années plus tard et leur servira à payer les dettes contractées auprès des pays du nord de l’Europe pour payer la guerre contre les Musulmans et les Cathares. Du moins c’est ce que croient dur comme fer les catholiques.
Tout ceci est représenté dans le célèbre tableau syncrétique de Potosi : un hybride Pachamama-Vierge Marie entourée des divinités Incas que sont le Soleil et la Lune représente la montagne du Cerro Rico, couronnée bien sûr par la Sainte Trinitée et les anges de service, aux pied de laquelle on trouve les nobles et les ecclésiastiques dévotement à genoux et la ville de Potosi dans une sphère d’argent. Il y est même représenté les filons d’argent et l’Inca découvreur de la montagne accompagné de son roi.
Du coup à l’époque on avait le choix entre s’épuiser à la mine et attraper la silicose, respirer les vapeurs de mercure aux « Ingenios » où est séparé l’argent du minerai, ou respirer ce qu’il reste de mercure dans les fournaises de la « Casa de la Monedad » où l’argent était fondu pour former lingots et pièces. Plus de 8 millions d’indigènes et d’espagnols y sont morts.
L’autre aspect, c’est la richesse et l’importance de la ville aux XVI et XVII siècles : on pouvais y voir des dames sortir en ville en portant jusqu’à 4kg de bijoux d’argent. Et à une époque ça a été la ville la plus peuplée du monde et la plus riche de toute l’Amérique. D’ailleurs, le symbole du dollar, $, vient de la monnaie frappée à Potosi où était représentée une colonne autour de laquelle serpentait un ruban.
A la fin de la visite, nous apprenons que, pour des raisons de coûts de production, la monnaie bolivienne n’est plus frappée en Bolivie, mais au Canada pour les pièces et en France pour les billets. Grosse confiance de leur part envers les francophones.
La prochaine étape, c’est Tupiza, le far west bolivien, là où le Sundance Kid et Butch Kassidi ont fait leur dernier coup.