Dejamos atrás la provincia de Marlborough y nos internamos en la región de Nelson, al noroeste de la isla sur. Este departamento cuenta con el parque nacional más pequeño de Nueva Zelanda, el Abel Tasman, de 23.000 hectáreas, donde se puede practicar deportes como el senderismo, la vela o el kayak.
El parque se podía recorrer a pie y había lugares habilitados para la acampada, pero en nuestro caso, no era una opción porque no teníamos tienda de campaña. Dado que por fin teníamos buen tiempo, decidimos que lo mejor era conocer el parque con un medio acuático, el kayak.
Echamos un vistazo a varias ofertas de alquileres de kayak y nos decantamos por la compañía The Sea Kayak Company, en Motueka, por ser la más barata. Alquilar un kayak biplaza con todo el material durante un día, de 9.00 a 16.00, costaba 70 NZD (41.79EUR) por persona. Además, el desplazamiento entre Motueka y Marahau estaba incluído y podíamos utilizar las instalaciones para ducharnos a la vuelta y el wifi también.
Estuvimos hablando con el dueño e hicimos la reserva para el día siguiente. Parecían bastante profesionales, porque nos hicieron varias preguntas para asegurarse de que podíamos hacer la actividad por nuestra cuenta sin la necesidad de un guía. Quedamos con ellos al día siguiente a las 8.00 y nos aconsejaron un camping estupendo, cercano y muy barato, el McKee, por 6NZD (3.58EUR) por persona la noche.
Al día siguiente, la actividad empezó con un curso de seguridad. No era la primera vez que utilizaba un kayak en mar, pero sí la primera vez en océano. Aprendí varias cosas útiles, por ejemplo, como dar la vuelta al kayak en caso de volcar o cómo utilizar la deriva del kayak en caso de viento muy fuerte. También nos dijeron que si estábamos en apuros por no poder volver por el viento vendrían a buscarnos en lancha. ¡Qué más se podía pedir!
En el Abel Tasman las mareas son bastante pronunciadas y hay un diferencia de dos kilómetros entre la marea alta y la marea baja. Dio la casualidad de que nuestra salida estaba programada en el momento en el que la marea estaba en su punto más bajo, por lo que todas las compañías de alquiler de kayak tenían que transportarlos con unos remolcadores 4×4.
Empezamos a remar con el viento en la espalda, por lo que avanzabamos a buen ritmo. A medio día ya habíamos llegado al punto más alejado de nuestro recorrido , remando 9 kilómetros en un par horas. El paseo fue muy bonito, con vistas espectaculares a playas de arena blanca y aguas color turquesa. En la isla Adele pudimos escuchar la algarabía de los pájaros mientras aprovechamos para un picnic de lo más francés .
A la vuelta nos bañamos en todas las playas, y casi sin darnos cuenta llegamos al punto de partida. Sobre las 16h00 la marea ya estaba alta, por lo que dejamos el kayak directamente en la playa para que la furgoneta pasara a recogerlo.
El siguiente punto de nuestro itinerario fue Karamea, a unos 319 kilómetros del Parque Abel Tasman. Este pueblecito es diminuto y está situado al noroeste de la isla sur. Karamea no es un sitio muy conocido y, de hecho, la guía Lonely Planet sólo le dedica media hoja. Sin embargo, había leído en algún foro que era una zona muy bonita y que había una caminata que merecía la pena, el Heaphy track, junto con otra excursión al Oparara Basin, unas formaciones de piedra caliza.
Karamea era realmente pequeño, un pueblo de cuatro gatos, y el camping del DOC estaba casi vacío. El camping estaba a la entrada del Heaphy Track, al lado de una playa completamente salvaje llena de mosquitos que te chupaban hasta el alma si te descuidabas, aun así, merecía la pena estar allí.
El Heaphy Track es un circuito de senderismo de 80 kilómetros no-circular, que se puede hacer entre 4 y 6 días, y que se desarrolla en un bosque tropical. Dispone de 7 cobertizos y 9 campings, pero hay que reservar con antelación, ya que se necesita un pase especial si deseas pernoctar. En este circuito hay que tomar las precauciones habituales, pero además hay que tener en cuenta que
- Hay que consultar las horas de las mareas, ya que hay que cruzar playas que quedan sumergidas completamente durante la marea alta
- Si el parte meteorológico predice lluvias, hay que tener cuidado con los desprendimientos, ya que hay zonas de fuerte pendiente y rocosas.
Como no teníamos tienda de campaña y no habíamos reservado ningún alojamiento, decidimos que sólo haríamos la primera etapa del circuito haciendo ida y vuelta en el mismo día. Nos levantamos pronto para no tener que sufrir la humedad y el calor en exceso y nos embadurnamos con repelente antimosquitos. No había muchos senderistas, sólo nos encontramos con una pareja que parecía que iba a hacer la ruta entera, ya que iban cargados con todo el material.
Había leído que el Heaphy Track era muy bonito, pero no sabía lo que me esperaba, por lo que la sorpresa fue mayúscula: tuvimos playas y bosques tropicales sólo para nosotros. Hoy, volviendo la vista atrás, creo que la zona de Karamea y, en especial, el Heaphy Track es lo que más me gusto de Nueva Zelanda.
En el bosque, que estaba casi a pie de playa, pudimos ver lianas, telas de arañas enormes, pájaros bastante singulares, flores, playas bajo una manta de bruma, etc. Una gozada para la vista y otros sentidos. Pudimos almorzar en una playa enorme y completamente desierta, donde había cientos y cientos de troncos de árboles varados en la playa. Fue un día magnífico y tuvimos que volver con bastante pena, ya que no nos hubiera importado hacer el circuito entero. Quizá algun día podamos volver…
Al día siguiente fuimos a la otra atracción turística de Karamea, el Oparara Basin. Está a unos 25 kilómetros al norte de Karamea y para llegar hay que recorrer un camino de cabras. Iba de lo más nerviosa, porque teníamos por delante 12 kilómetros de camino sin asfaltar, con muchos baches y cuestas arriba. Si la furgoneta empezaba a patinar nos las íbamos a ver y a desear para salir de allí, ya que no había sitio para dar la media vuelta y no era un lugar muy transitado. Menos mal que Fred tuvo mucha sangre fría y sobre todo paciencia, porque tardamos una hora en hacer los 12 kilómetros.
El esfuerzo obtuvo su recompensa y llegamos al punto de partida que nos llevaría hacia los arcos de piedra caliza. Cada arco tenía un nombre relacionado con El Señor de los Anillos y nosotros fuimos a ver el de Moria. Por este arco discurría el río Oparara, cuyas aguas parecían salidas de una taza de té. El agua tenía un color rojizo-amarronado, supongo que por los componentse ferrosos del entorno, que no invitaba a bañarse. Sin embargo, el arco era espectacular. No conozco el alto y ancho del arco, pero era sobrecogedor pensar que con ese tamaño no se había derrumbado todavía.
Después de ver el arco, fuimos a hacer una caminata cortita por el bosque. Era un bosque parecido al del Heaphy Track, pero distinto. Lo más singular fue la altura de los árboles, de quizá unos 30 metros. Ningún ser humano había transformado el entorno y el bosque estaba completamente intacto, algo digno de verse.
La conclusión de este post es que no hagais ni caso a las guías de viaje y vayais a visitar la zona de Karamea, porque es un lugar excepcional y único. Probablemente un lugar así sólo existe en Nueva Zelanda y, desde luego, no hay que perdérselo.